lunes, 3 de septiembre de 2012
Material para 2º año
EL GAUCHO
Ubicación geográfica y temporal
El gaucho pertenece por igual a las zonas ganaderas de la Argentina, Brasil meridional y Uruguay.
Puede asegurarse que su tipo primigenio nació en la Banda Oriental, a lo largo del siglo XVIII, pero no es un exclusivo personaje de nuestro repertorio humano.
Informe sobre el gaucho a fines del siglo XVIII
“(…) Libres pues, independientes de toda clase de potestad, acomodados a vivir sin casa ni arraigo, acostumbrados a mudar de albergue cada día, surtidos de unos caballos velocísimos, dueños de un terreno que hace horizontes, provistos de carne regalada, vestido de lo necesario con estar desnudos, y sobre todo manejando a su discreción de un tesoro inagotable como es el de los cueros, fácil de conocer el contento que dará esta vida a los que la disfrutan sin temor de pena alguna.”
Bien que mal el gaucho se había adaptado a la intemperie de tanto dormir bajo los rocíos o las heladas, cubierto apenas por un viejo poncho cribado por el uso, su cuerpo tenía una piel paquidérmica y un aguante a toda prueba. Pero el reuma entraba igual por la ancha puerta de agosto, y atenaceaba la tos en los montes húmedos y los mocos salpicaban las barbas y bigotes en las galopadas de los amaneceres.
El gaucho, aporreado por una madrastra cruel, soportó encogido como un bicho de monte las lloviznas mordientes de la mala estación, sudó la gota en los mediodías reverberantes, padeció enfermedades crueles, pagó en definitiva tributo a su vida errante, a su dieta carnívora y monótona, a su ignorancia de la higiene, a las espinas del tala, a las picaduras de la crucera, al quiste hidático, al carbunclo, a la rabia de los perros cimarrones después de la invasiones inglesas- a la parasitosis intestinales, a las vitaminosis del hambre oculta, a los piojos y pulgas, vinchucas y chinches, bichos colorados y alacranes de la tan ponderada madre Naturaleza.
Fue una víctima de su desamparo físico, de su orfandad tecnológica, de su vulnerabilidad orgánica.
El tipo gaucho no se explica solamente por la presencia del ganado, por la abierta pista de los pastizales, y por el complejo cultural del caballo.
No es un producto de la geografía, sino un detritus de la economía y la estratificación clasista coloniales; no es un señor sino un paria.
Los antepasados del gaucho y el gaucho de los primeros tiempos son productos del mestizaje. El gaucho, empero, no es un tipo racial sino un producto económico-social. Habrá gauchos negros como el carbón, gauchos de piel olivácea, gauchos de pupilas celestes y pelambres de oro; los habrá altos y espigados, rechonchos y patituertos, pequeños y ágiles, musculosos y macizos.
Antes que el término gaucho se abra paso definitivamente en la Banda Oriental se utiliza el vocablo gauderio, de claro origen portugués.
Zabala, fundador de Montevideo, ya había fichado a los gauderios en 1746 como “gente que vive como quiere sin saberse donde viven o de que se alimentan, pues no trabajan…”
Artigas jamás se refirió a sus gauchos sino a sus paisanos. Pues paisano, desde el principio, nombró el elemento estable de las estancias, a la peonada sedentaria, ducha en la tareas pecuarias, tan hábil como el gaucho en el manejo del caballo y las armas, pero con un conchabo fijo, un hogar estable, un pago enraizado en su orgullo y su cariño.
Conclusión con las palabras del antropólogo Daniel Vidart
“El gaucho es el vagabundo del campo abierto; el matrero es el vagabundo de los montes y las sierras; el cuatrero es el vagabundo de la noche; el malevo es el vagabundo del delito.
Pero el gaucho, en su pureza original (o en nuestra piedad nostálgica) se resiste a ser un delincuente: es un marginal económico, un desarraigado social, un solitario, un hombre que se basta a sí mismo.” (VIDART, Daniel . Caballos y jinetes. Ed. Arca. Montevideo. 1967).
Tarea:
1) Realiza un mapa ubicando la zona geográfica donde habitaba el gaucho en América del Sur.
2) ¿Por qué era difícil la vida del gaucho? Para responder señala los inconvenientes que tenía en materia de salud, alimentación, vivienda y vestimenta.
3) ¿Qué tiene de diferente la vida de los gauchos, con la vida de los paisanos?
4) Busca información y enumera las causas que llevaron a que los gauchos desaparecieran de nuestras tierras.
miércoles, 9 de mayo de 2012
Material para 5º Humanístico
LA INDEPENDENCIA DE LOS ESTADOS UNIDOS
La América del Norte es un continente de forma aproximadamente triangular, cuya parte más ancha –rica, variada y en general abundante en agua- se extiende entre los paralelos veintiséis y cincuenta y cinco. El clima es saludable, con veranos calientes que permiten fructificar cosechas abundantes, e inviernos fríos que estimulan a los hombres a la actividad. Los europeos podían establecerse en aquel territorio sin sufrir un proceso de aclimatación penoso. Podían también cultivar sus principales plantas alimenticias: trigo, centeno, avena, judías, zanahorias y cebollas. En la tierra nueva encontraron, además, dos nuevos productos alimenticios de gran valor: el maíz y la patata.
Los primeros colonos ingleses llegaron a las tierras de Norteamérica en 1607. En su primera vez sólo llegaron hombres. En 1619 llegaron a Virginia noventa “jóvenes solteras” destinadas a ser entregadas como esposas a los colonos que quisieran pagar ciento veinte libras de tabaco para costear el pasaje. También en 1619 llegaron los primeros esclavos negros.
Tan pronto como quedó demostrado que la vida en América podía ser próspera y prometedora, empezó una gran migración espontánea desde Europa. Se produjo en oleadas desiguales y por gran variedad de estímulos. La dos primeras inmigraciones importantes se dirigieron a Massachusetts y Virginia. De 1628 a 1640, los puritanos pasaron en Inglaterra por una fase de depresión y de temor, sometidos como estaban a una verdadera persecución. Las autoridades reales estaban entregadas a la restauración de los viejos moldes de la Iglesia, y decididas a hacerla totalmente dependiente de la Corona y de los arzobispos. Los desórdenes políticos y eclesiásticos asolaban el país. El rey disolvió el Parlamento, durante diez años gobernó sin él, y metió en la cárcel a sus principales adversarios. Como el partido realista aparecía resuelto a subvertir las libertades inglesas, muchos puritanos pensaron que lo mejor era abandonar la isla y erigir en América un Estado nuevo. En la gran emigración de 1628-1640 abandonaron la patria unas veinte mil personas de las más valiosas de Inglaterra. Se hicieron no menos de mil doscientas travesías, transportando colonos, ganado y útiles. Boston se convirtió en uno de los puertos importantes del mundo, pues surtía a una región llena de animación y de vida. Se fundó el Colegio de Harvard. Entre los colonos se contaban los antepasados de Franklin, de los Adams, de Emerson, Hawthorne y Abrahán Lincoln.
A dondequiera que iban los colonos, llevaban consigo, en teoría, los derechos de los ingleses libres, como herederos de la lucha del pueblo inglés por la libertad. Esto quedó específicamente asentado en la primera constitución de Virginia, que declaraba que los colonos gozarían de todas las libertades, franquicias e inmunidades, “como si viviesen y hubieran nacido de nuestro Reino de Inglaterra”. Tendrían la protección de la Carta Magna y del derecho consuetudinario. Fue éste un principio fundacional de la mayor importancia. Mas, para hacerlo efectivo, los colonos tenían que ejercer una vigilancia constante y en ocasiones sostener ásperas luchas. Casi desde los comienzos de su historia, empezaron a construir su propio sistema de gobierno constitucional, luchando por un régimen representativo más fuerte, por la dirección de la Hacienda pública y por garantías más completas para la libertad personal.
Los colonos habían hecho mucho a favor de sí mismos y de sus descendientes estableciendo y conservando sus instituciones representativas. Tres rasgos fundamentales distinguían su sistema político. El primero era el valor fundamental que concedían a las constituciones escritas. Pero desde los primeros años, los colonos habían aprendido a tener por sagrados los derechos consignados en las cédulas otorgadas a los propietarios, a las compañías mercantiles o a los mismos particulares. El segundo rasgo importante fue el conflicto casi constante entre los gobernadores y las asambleas. Representaban dos elementos antagónicos: el gobernador sostenía el derecho real y los intereses imperiales; y las asambleas, los derechos populares y los intereses locales. Por último rasgo muy señalado de la política colonial era la insistencia de las asambleas en la dirección de los gastos públicos. Lucharon por muchas cosas: elecciones frecuentes; exclusión de ellas de los funcionarios reales, derecho a elegir a sus propios presidentes; sobre todo, sostenían que sólo ellas podían conceder o negar créditos. Encontraron mucha oposición, pero en general hicieron prevalecer su punto de vista.
La emigración a América se produjo de manera que el idioma y las instituciones ingleses fueron dominantes en todas partes, de suerte que el país poseyó desde el comienzo una unidad general.
Es importante que no exageremos ni subestimemos la amalgama de pueblos en los días coloniales. Al tiempo de la Revolución, probablemente de tres cuartos a nueve décimos de los colonos blancos eran todavía de sangre inglesa; pero la fusión de sangres holandesa, alemana, francesa y otras europeas, fue muy importante.
Los emigrantes ingleses que se pagaban el pasaje con cinco años de trabajo, los deudores pobres librados de la cárcel, los alemanes que huían del destrozado Palatinado, los escoceses-irlandeses arrojados de su patria por las leyes mercantiles inglesas, no poseían nada y tenían que luchar duramente para llegar a ser dueños de algo. Como plebeyos que eran, aborrecían a los aristócratas que habían obtenido grandes concesiones de tierras o que se enriquecían con el comercio y la especulación. Pero por pobre que fuese, el colono corriente tenía en América una sensación de gozar de posibilidades y de independencia que no había conocido en Europa. Nacía esta sensación de la espaciosidad del territorio y de su abundancia en riquezas naturales.
Las Colonias del Sur
Los rasgos característicos de las Colonias del Sur, y particularmente de Virginia y Carolina del Sur, que eran las más ricas e influyentes, eran tres: el carácter casi exclusivamente rural de su vida; el lugar prominente que tenían las grandes haciendas, con ejércitos de esclavos, mansiones imponentes y una vida ostentosa; y la rigurosa estratificación de la sociedad en clases. Entre los blancos, la base más alta estaba formada por los hacendados ricos y con frecuencia aristocráticos, que ejercían una jefatura política particularmente hábil; formaban la clase media los pequeños hacendados, los granjeros y algunos comerciantes, comisionistas y artesanos; constituían la clase inferior los “blancos pobres”.
El Estrato social más bajo entre los blancos del Sur estaba marcado por líneas muy precisas. Algunos penados, deudores condonados y criados contratados por el valor del pasaje empeoraban, sometidos a las condiciones de vida de la frontera, y formaban un grupo analfabeto, grosero y errabundo que hasta los negros despreciaban. Claro esta que la degradación no iba necesariamente unida al contrato por el precio del pasaje. Muchos emigrantes muy honrados pagaban su pasaje a América a cambio de servir como criados por un tiempo determinado. Contábase entre ellos artesanos ingleses y del continente –ebanistas, sastres, plateros, joyeros, armeros, etc.- que hubieran podido incrementar la actividad industrial del Sur, si no fuera por la rápida generalización de la esclavitud. También la esclavitud contribuyó a hacer despreciable el trabajo manual.
Los esclavos negros se traían de la costa occidental de África, desde Senegambia, al Norte, hasta Angola, al Sur. Después del siglo diecisiete, al terminar el monopolio de la Real Compañía Africana, aquél comercio cayó en manos de una gran variedad de firmas y de individuos, tanto en América como de Inglaterra.
Los territorios interiores
Todos los habitantes de la frontera miraban a los indios con hostilidad; algunas tribus eran amigas, pero en general los colonos reñían una guerra constante con las tierras yermas y los pieles rojas, y así adquirieron viveza, valor y sentido de la solidaridad.
La frontera produjo tenaces granjeros que constantemente ensanchaban el área de la colonización y la civilización. Si era tierra de fatigas y peligros, el territorio interior fue también para muchos un país de novedad y fascinación irresistibles.
Cultura
Entre los elegantes hacendados y comerciantes por un lado, y los matadores de indios de la frontera por el otro, estaba la gran masa de la clase media, formada por los norteamericanos típicos de 1775. Granjeros acomodados y pequeños agricultores, artesanos vigorosos y tenderos emprendedores, no conocían otra tierra que la de Norteamérica ni otro tipo de vida que el norteamericano. Eran súbditos leales de la Corona, admiraban a Inglaterra y se sentían orgullosos de sus derechos como ingleses; pero, a lo menos subconscientemente, percibían que Norteamérica tenía un destino propio.
Parte de la herencia que las colonias legaron a la joven nación, se advierte a la primera ojeada. El hecho de que tuviesen un idioma común, el inglés, fue de valor incalculable. Era uno de los grandes vínculos que hicieron posible la formación de una verdadera nación. La larga y siempre creciente experiencia de las formas representativas de gobierno, fue por otra parte inapreciable de la herencia.
El respeto a los derechos civiles esenciales fue otro elemento importante de la herencia, porque los colonos creían en la libertad de expresión, de prensa y de reunión con la misma firmeza que los ingleses de la metrópoli. También el espíritu general de tolerancia religiosa imperante en las colonias, y el reconocimiento de que sectas distintas podían y debían convivir amistosamente. Igualmente valioso fue el espíritu de tolerancia racial, porque gentes de diferentes sangres –ingleses, irlandeses, alemanes, protestantes franceses, holandeses, suecos- se mezclaban y se casaban sin preocuparse nada de las diferencias.
No podemos dejar de mencionar el fuerte espíritu de iniciativa individual que se manifestaba en las colonias, individualismo siempre notable en la misma Inglaterra, pero que en Norteamérica fue estimulado por las exigencias de la vida en una tierra inculta y difícil.
Independencia de las Trece Colonias
La independencia de las Trece Colonias británicas tiene una psicología especial que tal vez podamos captar si tenemos en cuenta los siguientes factores: el ser fundada colonias por particulares, a veces; el trasplante de los hábitos de autonomía hechos de la Vieja a la Nueva Inglaterra; la religión de la Biblia; el funcionamiento de las Asambleas, que transformaban a cada colonia en una entidad autónoma; la propia administración de los asuntos; el gobierno de una especie de aristocracia; la conservación del sistema del jurado el Common Law (que era un derecho de libertad), y el cultivo de la religión congregativa sin dependencia de Roma o del inglés son características muy significativas. Son notas estas que le dan fisonomía a la emancipación norteamericana y la determinan en el proceso que se acelera a partir de 1763.
Las quejas de los colonos eran distintas entre el norte y el sur. El Norte tenía productos básicos para Gran Bretaña. En 1733 la ley de Melaza había cargado con 6 peniques al pescado salado de las Antillas. Los plantadores del Sur trocaban índigo y tabaco por manufacturas a Inglaterra.
Otro motivo de malestar se situaba en el terreno religioso. La Iglesia Anglicana se encontraba respaldada como la Iglesia del Estado en todas las colonias del sur del río Delaware; contaba con una jerarquía episcopal directamente llegada de Inglaterra y ligada a la clase gobernante. Jerarquía que no gozaba de la simpatía de los presbiterianos, luteranos, baptistas ni cuáqueros, que constituían la mayoría de la población de Virginia y las dos Carolinas. El sector disconforme tenía el poder político de la minoría anglicana y se resistía a pagar a impuestos eclesiásticos destinados a abonar sueldos y pastores ajenos a sus creencias.
Un tercer motivo de queja radicaba en las ideas republicana que circulaban por las colonias y que eran apuestas al imperante despotismo monárquico. Los escritos de John Milton y John Locke habían tenido mucha aceptación entre los colonos. Para Locke el Estado tenía como función fundamental proteger la vida, la libertad y la propiedad de cada ciudadano; el pueblo tiene autoridad política que la delega en el gobierno. Además Locke en “Cartas sobre la tolerancia” sostiene que la Iglesia y el Estado poseen respectivos ámbitos, que deben permanecer separados. Todas estas ideas serán recogidas por los teóricos de la revolución: Franklin, Adams y Otis.
El descontento imperante va a crecer con una serie de medidas que la corona británica tomará después de la paz de París: prohibición y control de establecimientos sobre tierras indias, ley de Azúcar de 1764, prohibición de emitir papel moneda para saldar sus deudas (1764).
Acabada la Guerra de los Siete Años y firmada la paz de París, Francia se vio eliminada del nuevo continente e Inglaterra aumentó sus territorios y sus problemas coloniales. Decide mantener un ejército en las colonias a las cuales para mantenerlo se le imponen contribuciones. George Grenville ideo la Sugar Act (ley de azúcar). Dicha ley sustituía (1764) a la ley de Melaza de 1733, reduciendo el impuesto de seis a tres peniques por galón esperando que con ello el contrabando disminuiría y el comercio rindiera más al erario.
En 1765 además Granville haría cristalizar una ley por la cual se obligaba a las colonias en las que hubiese tropas a facilitarles cuarteles y algunos pertrechos. Para cubrir el saldo, y con un año de antelación Grenville anunció inocentemente la imposición de la ley del Timbre (Stamp Act), un impuesto indirecto. Se prohibió emitir papel moneda. Los colonos tuvieron tiempo de organizarse y resistir.
Antes de aprobarse las leyes, James Otis publicó un folleto “Derechos mantenidos y probados de las colonias británicas” en 1764, en el cual distinguía entre los poderes “de hecho” y de “derecho” del Parlamento.
La oposición colonial fue violenta, distinguiéndose en la repulsa la clase más numerosa, la integrada por comerciantes, hombres de negocio, periodistas y clérigos.
En octubre de 1765 el Congreso decidió establecer la Ley del Timbre. El parlamento había decidido los impuestos, pero las colonias habían recibido su Carta constitucional del rey, no del Parlamento.
Por otro lado, pese al sufragio limitado y a los múltiples abusos, en las colonias se había desarrollado la teoría de que a medida que se creaban nuevas ciudades o condados, debía dárseles voz y voto.
La década que va entre la derogación de la Stamp Act y la declaración de la independencia fue tempestuosa. A medida que el rey tenía más influencia en el gobierno, los ministros eran peores. El ministerio que anuló la ley del Timbre cayó en 1766, pero el nuevo afirmó el derecho de Inglaterra a legislar en materia colonial (ley Declaratoria).
En Filadelfia un letrado llamado John Dickinson comenzó a publicar sus “Cartas de un granjero”, muy leídas, y ejemplo de la literatura de controversia de los tributos y sugería adoptar tres actitudes frente a Inglaterra; primero protesta y petición; segundo, negarse a comprar géneros británicos y tercero resistir por la fuerza a las leyes dictadas por el Parlamento.
El patriotismo no era de todos, se observaba la presencia de tres grupos. Dos de estos grupos eran realmente pequeños: en la cumbre, los ultrarrealistas que defendían la política británica en las colonias; en el extremo se situaban los radicales, totalmente opuestos. En medio estaba la gran masa de colonos norteamericanos, que lo que deseaban sobre todo era que se les dejase vivir en paz, sin ser molestados por las leyes inglesas ni por las violencias de las turbas radicalizadas.
El caso de la balandra Liberty y el hiperbólicamente llamada “matanza de Boston” fueron las dos últimas perturbaciones que llevaron al encuentro armado. En Boston, en 1768, los colonos apresaron a los emisarios que subieron a bordo de la balandra Liberty para cobrar derechos, y desembarcaron el vino que traía sin abonarlo. Los colonos persistían en boicotear los productos británicos. Se mantuvo el impuesto del té. Pero los colonos decidieron importar todos los productos, salvo el té.
La East Indian Company, en bancarrota, obtuvo en 1773 el monopolio para vender a las colonias. Se opusieron los colonos y lo más espectacular se dio en Boston donde unos colonos disfrazados de indios mohawks echaron al agua el té de la barca Dartmouth. Nadie aprobó la destrucción de 18 mil libras de té, más la culpa la tuvo el alcohol que habían ingerido los falsos indígenas. El plan británico de lograr ingresos fiscales terminaba bruscamente. El gobierno inglés castigo a Boston cerrando su puerto.
Inglaterra impuso las “cinco leyes intolerables” y los colonos improvisaron una asamblea en Williamsburg (Virginia), que lanzó la convocatoria de un congreso colonial.
Mientras la guerra fue económica el pueblo se mostró partidario del rey, pero cuando la pugna se haga civil, los colonos repudiarán al monarca. Las colonias estaban en franca guerra con la metrópoli, si bien no habían roto sus vínculos legales con ella ni declarado su emancipación. Fue Jorge III, con su inadecuada política, quien impelió a los colonos a declarar la independencia, única forma, además, de lograr el apoyo de potencias extranjeras.
Cuando pasó el invierno de 1775-76 se habían desvanecido todas las esperanzas de reconciliación. El sentimiento público, hasta el momento un tanto vago, acabó de cuajar por esto y por la lectura de un librito titulado Common Sense, de autoría de un tal Tom Paine. El autor decía que “toda reconciliación en un sueño falaz”, y se preocupaba poco de la legalidad en el asunto planteado. Simplemente se preguntaba: ¿Hay algún interés en seguir unidos a Inglaterra? La respuesta era de sentido común: NO.
La Declaración de Independencia
Fue escrita por Thomas Jefferson y aprobada el 4 de julio de 1776. Se puede dividir en tres partes: la primera con los principios generales tomados por Jefferson de Locke, donde se hacía énfasis que los hombres vivían en igualdad por el Estado de Naturaleza y se reunieron y formaron el gobierno civil, que defiende la vida, libertad y propiedad de los hombres. Jefferson sustituyó propiedad de los hombres por felicidad de los hombres; en segundo lugar se enumeran las disposiciones tomadas por el rey contrarias a los propósitos por los cuales existía la unión entre las colonias y la corona y tercero se establecía como Estado independiente la Unión de estas colonias.
Correos especiales esparcieron la declaración por el país. La sociedad estaba dividida y se daría una pugna que duró hasta 1783. La guerra tuvo poco entusiasmo de los dos lados, los realistas y los norteamericanos. Los británicos se adueñaron de los puertos.
Por otro lado tanto en Francia como España, unidas por pactos familiares, estaban decididas a prestar ayuda para desquitarse un poco del resultado de 1763.
El teatro de operaciones de la Guerra se traslado al Noroeste y al Sur. Los leales cogidos con armas en la mano eran tratados como traidores. No se respetaba ni a los cadáveres. La lucha tenía un tinte de guerra civil manifiesto. Inglaterra se veía debilitada por la coalición internacional suscitada contra ella.
Los deseos de paz, dominantes en ambos bandos acabaron por sobreponerse y se firmó el armisticio en Versalles, el 3 de setiembre de 1783.
Al firmarse la paz hubo una serie de problemas: la frontera del oeste; la navegación por el Misisipi y las reparaciones a los realistas coloniales.
Missouri sería la frontera al oeste; la navegación por el Misisipi sería libre para ingleses y norteamericanos. No había plata para indemnizar a los colonos tories. España recibió Florida y Francia algunas de las Antillas.
Los grandes beneficiarios fueron los Estados Unidos. Los franceses quedaron económicamente arruinados. Los tories ingleses fueron vencidos y el parlamento pasó a mano de los whigs.
La ideología de Norteamérica se exporta a Francia y de allí volvía al Continente americano más precisamente al sur para ser parte de la formación de las nuevas nacionalidades.
FUENTE
• MORALES PADRÓN, Francisco. Manual de Historia Universal. Historia General de América. Espasa-Calpe, S.A.. Madrid. 1975.
• COMMAGER, Henry Steele. NEVINS, Allan. Breve Historia de los Estados Unidos. Biografía de un pueblo libre. Compañía General de Ediciones, S.A. – México. Sine data.
martes, 17 de abril de 2012
Material para 5º Humanístico
MERCANTILISMO Y ABSOLUTISMO EN FRANCIA
Es en Francia donde la pareja absolutismo-mercantilismo aparece con mayor claridad; corresponde a la alianza entre una burguesía todavía débil y un monarca cuyo absolutismo alcanzó la cúspide con Luis XIV; alianza frente a una nobleza todavía poderosa y, cuando es necesario, frente a los levantamientos de la miseria; fronda de la nobleza (1648-1653), que marcó profundamente al joven Luis XIV; guerras campesinas (en especial entre 1636 y 1639) y revueltas urbanas (frecuentes entre 1623 y 1652), que cuestionan al fisco real del modo más directo –los recaudadores de impuestos, o sus enviados eran a menudo muertos, despedazados, atravesados con clavos.
Pues, por una mala cosecha o una baja en los precios, las distintas tasas –impuestos, alquileres, rentas en metálico o en especies, derechos feudales supervivientes, diezmo eclesiástico- se hacen rápidamente insoportables para los campesinos; y en las ciudades, la miseria de los vagabundos, de los mendigos y de los parados se une al descontento de los asalariados: pues las corporaciones se cierran, los patrones exigen jornadas de doce a dieciséis horas y presionan para reducir el número de días no laborables. Se forman sindicatos ocultos; se intenta una resistencia de múltiples formas.
La burguesía francesa sigue fascinada por el Estado real y la nobleza. Finanzas, justicia y policía son los oficios para venderlos y tasarlos.
La política mercantilista
En 1624, el cardenal Richelieu es llamado a la administración; será jefe del Consejo hasta 1642, pactando con el Parlamento, rompiendo el orgullo de los grandes y sus complots, sometiendo a los protestantes, organizando el Estado –en una palabra, instaurando el absolutismo-. Paralelamente, alienta los conflictos que debilitan a los Habsburgo, comprometiendo a Francia cuando es necesario. Se preocupa por restaurar los medios de riqueza: la agricultura, las carreteras, los canales y los puertos, algunas producciones manufactureras y, particularmente, las compañías de comercio.
Tras Richelieu, se tomarán medidas proteccionistas, en especial, en 1644, la tarifa protectora sobre los textiles y, en 1659, la tasa de cincuenta sueldos por tonel en bejeles extranjeros.
Pero con toda evidencia es bajo Luis XIV y Colbert cuando triunfa el matrimonio del absolutismo y el mercantilismo, la alianza del Rey Sol y de la burguesía. Para la nobleza, ciertamente queda la Corte. Pero la burguesía accede cada vez más a las responsabilidades del Estado. El rey elige de entre la burguesía togada sus ministros, sus consejeros, sus intendentes: Le Tellier, Colbert, Louvois, Barbezieux; los ennoblece, los admite en la Corte, creando de hecho una nobleza togada. La vieja aristocracia lo desaprueba: “Fue un reinado de vil burguesía”, masculla Saint-Simon.
Bajo este reinado, con Colbert, para quien “las compañías de comercio son los ejércitos del rey y las manufacturas de Francia son sus reservas”, el mercantilismo alcanza en Francia su apogeo. Puesto que “no hay abundancia de dinero en un Estado que establezca diferencias entre su grandeza y su poderío” y que “sólo puede aumentarse el dinero del reino si al mismo tiempo se quita idéntica cantidad a los Estados vecinos”, Colbert ve la ventaja que supondría liberar el comercio exterior de Francia de la tutela holandesa.
Los mendigos, encerrados en los hospitales, deben aprender un oficio; los ociosos, las muchachas solteras, el personal de los conventos, pueden ser obligados a trabajar en las manufacturas; los niños deben ir al aprendizaje. Para los obreros, la misa al comienzo de la jornada, el silencio o los cánticos durante el trabajo; las multas, el látigo o el cepo en caso de falta; la jornada de doce a dieciséis horas; los bajos salarios; la amenaza de prisión en caso de rebeldía.
En un contexto general de depresión económica, frente a los poderosos capitalismos mercantiles holandés e inglés, por medio de la acción del Estado real se establecen, en Francia las bases a la vez sólidas y modestas de un capitalismo manufacturero y colonial. El Estado real, el Estado absoluto ha sostenido masivamente el esfuerzo de desarrollo de la producción manufacturera y del comercio mundial; bajo su protección se ha formado la burguesía francesa que, durante largo tiempo llevará su marca…
El mercantilismo cuestionado
Pero pronto surgen las críticas. Primero se reavivan los intereses en cuanto son lesionados: fabricantes perjudicados por las manufacturas, comerciantes de Nantes, Rouen y Marsella perjudicados por las compañías de comercio o por las represalias holandesas o inglesas. Así en la Memoria para servir a la historia de 1688, se lee:
“… El señor Colbert no advierte que deseando poner a los franceses en estado de poder dejar atrás a todos los demás pueblos, (les lleva) a pensar también en hacer lo mismo por su parte, pues cierto es que han tomado otro camino para ir a buscar en otra parte la mayoría de las cosas que adquirían en nuestra provincias. Puesto que una de las principales causas de la carestía de dinero que vemos en Francia, en medio de tal abundancia de trigos y vinos, procede de que los holandeses no vienen ya a buscarlos, como hacían antaño, porque nuestra conducta con ellos por lo que se refiere al comercio les hace ver con claridad que no queremos tomar nada a cambio (…).
De modo que tras haber soportado muchos enojosos inconvenientes, será preciso que regresemos por necesidad al mismo estado en que estábamos o no mantener ya relaciones con nadie, lo que es imposible…”Boisguilbert, observando a finales de siglo la miseria campesina y la caída de las rentas en el campo, cuestiona los impuestos, “la incertidumbre de la tala”, y las barreras aduaneras, “las ayudas y las aduanas de los pasos y salidas del reino”. En Le Factum de la France (1707), toma conciencia de la interdependencia de las actividades en un sistema mercantil generalizado:
“Hay que convenir al principio, cuáles de todas las profesiones, sean las que sean en una región, trabajan unas para las otras y se mantienen recíprocamente, no sólo para cubrir sus necesidades sino incluso para su propia existencia. Nadie compra el género de su vecino o el fruto de su trabajo más que con una condición de rigor, aunque tácita y no expresada, saber que el vendedor hará lo mismo con el del comprador, o inmediatamente, como sucede a veces, o tras la circulación por varias manos o profesiones interpuestas; lo que viene a ser lo mismo (…). La naturaleza, pues, la providencia, puede hacer observar esta justicia, mientras, una vez más, que nadie se mezcle en ellos; y así como los consigue. Establece primero una igual necesidad de vender y de comprar en toda clase de tráfico, de modo que el único deseo de provecho sea el alma de todos los mercados, tanto en el vendedor como en el comprador; y con la ayuda de este equilibrio o de esta balanza uno y otro se ven igualmente forzados a entrar en razón y a someterse a ella (…). La derogación de esta ley, que debiera ser sagrada, es la primera y principal causa de la miseria pública, puesto que la observación es más ignorada.”
En el Testamento político de M. de Vauban (1712), reclama la libertad de precios y la libertad de comercio exterior.
FUENTE: BEAUD, Michel. HISTORIA DEL CAPITALISMO. De 1500 a nuestros días.
Es en Francia donde la pareja absolutismo-mercantilismo aparece con mayor claridad; corresponde a la alianza entre una burguesía todavía débil y un monarca cuyo absolutismo alcanzó la cúspide con Luis XIV; alianza frente a una nobleza todavía poderosa y, cuando es necesario, frente a los levantamientos de la miseria; fronda de la nobleza (1648-1653), que marcó profundamente al joven Luis XIV; guerras campesinas (en especial entre 1636 y 1639) y revueltas urbanas (frecuentes entre 1623 y 1652), que cuestionan al fisco real del modo más directo –los recaudadores de impuestos, o sus enviados eran a menudo muertos, despedazados, atravesados con clavos.
Pues, por una mala cosecha o una baja en los precios, las distintas tasas –impuestos, alquileres, rentas en metálico o en especies, derechos feudales supervivientes, diezmo eclesiástico- se hacen rápidamente insoportables para los campesinos; y en las ciudades, la miseria de los vagabundos, de los mendigos y de los parados se une al descontento de los asalariados: pues las corporaciones se cierran, los patrones exigen jornadas de doce a dieciséis horas y presionan para reducir el número de días no laborables. Se forman sindicatos ocultos; se intenta una resistencia de múltiples formas.
La burguesía francesa sigue fascinada por el Estado real y la nobleza. Finanzas, justicia y policía son los oficios para venderlos y tasarlos.
La política mercantilista
En 1624, el cardenal Richelieu es llamado a la administración; será jefe del Consejo hasta 1642, pactando con el Parlamento, rompiendo el orgullo de los grandes y sus complots, sometiendo a los protestantes, organizando el Estado –en una palabra, instaurando el absolutismo-. Paralelamente, alienta los conflictos que debilitan a los Habsburgo, comprometiendo a Francia cuando es necesario. Se preocupa por restaurar los medios de riqueza: la agricultura, las carreteras, los canales y los puertos, algunas producciones manufactureras y, particularmente, las compañías de comercio.
Tras Richelieu, se tomarán medidas proteccionistas, en especial, en 1644, la tarifa protectora sobre los textiles y, en 1659, la tasa de cincuenta sueldos por tonel en bejeles extranjeros.
Pero con toda evidencia es bajo Luis XIV y Colbert cuando triunfa el matrimonio del absolutismo y el mercantilismo, la alianza del Rey Sol y de la burguesía. Para la nobleza, ciertamente queda la Corte. Pero la burguesía accede cada vez más a las responsabilidades del Estado. El rey elige de entre la burguesía togada sus ministros, sus consejeros, sus intendentes: Le Tellier, Colbert, Louvois, Barbezieux; los ennoblece, los admite en la Corte, creando de hecho una nobleza togada. La vieja aristocracia lo desaprueba: “Fue un reinado de vil burguesía”, masculla Saint-Simon.
Bajo este reinado, con Colbert, para quien “las compañías de comercio son los ejércitos del rey y las manufacturas de Francia son sus reservas”, el mercantilismo alcanza en Francia su apogeo. Puesto que “no hay abundancia de dinero en un Estado que establezca diferencias entre su grandeza y su poderío” y que “sólo puede aumentarse el dinero del reino si al mismo tiempo se quita idéntica cantidad a los Estados vecinos”, Colbert ve la ventaja que supondría liberar el comercio exterior de Francia de la tutela holandesa.
Los mendigos, encerrados en los hospitales, deben aprender un oficio; los ociosos, las muchachas solteras, el personal de los conventos, pueden ser obligados a trabajar en las manufacturas; los niños deben ir al aprendizaje. Para los obreros, la misa al comienzo de la jornada, el silencio o los cánticos durante el trabajo; las multas, el látigo o el cepo en caso de falta; la jornada de doce a dieciséis horas; los bajos salarios; la amenaza de prisión en caso de rebeldía.
En un contexto general de depresión económica, frente a los poderosos capitalismos mercantiles holandés e inglés, por medio de la acción del Estado real se establecen, en Francia las bases a la vez sólidas y modestas de un capitalismo manufacturero y colonial. El Estado real, el Estado absoluto ha sostenido masivamente el esfuerzo de desarrollo de la producción manufacturera y del comercio mundial; bajo su protección se ha formado la burguesía francesa que, durante largo tiempo llevará su marca…
El mercantilismo cuestionado
Pero pronto surgen las críticas. Primero se reavivan los intereses en cuanto son lesionados: fabricantes perjudicados por las manufacturas, comerciantes de Nantes, Rouen y Marsella perjudicados por las compañías de comercio o por las represalias holandesas o inglesas. Así en la Memoria para servir a la historia de 1688, se lee:
“… El señor Colbert no advierte que deseando poner a los franceses en estado de poder dejar atrás a todos los demás pueblos, (les lleva) a pensar también en hacer lo mismo por su parte, pues cierto es que han tomado otro camino para ir a buscar en otra parte la mayoría de las cosas que adquirían en nuestra provincias. Puesto que una de las principales causas de la carestía de dinero que vemos en Francia, en medio de tal abundancia de trigos y vinos, procede de que los holandeses no vienen ya a buscarlos, como hacían antaño, porque nuestra conducta con ellos por lo que se refiere al comercio les hace ver con claridad que no queremos tomar nada a cambio (…).
De modo que tras haber soportado muchos enojosos inconvenientes, será preciso que regresemos por necesidad al mismo estado en que estábamos o no mantener ya relaciones con nadie, lo que es imposible…”Boisguilbert, observando a finales de siglo la miseria campesina y la caída de las rentas en el campo, cuestiona los impuestos, “la incertidumbre de la tala”, y las barreras aduaneras, “las ayudas y las aduanas de los pasos y salidas del reino”. En Le Factum de la France (1707), toma conciencia de la interdependencia de las actividades en un sistema mercantil generalizado:
“Hay que convenir al principio, cuáles de todas las profesiones, sean las que sean en una región, trabajan unas para las otras y se mantienen recíprocamente, no sólo para cubrir sus necesidades sino incluso para su propia existencia. Nadie compra el género de su vecino o el fruto de su trabajo más que con una condición de rigor, aunque tácita y no expresada, saber que el vendedor hará lo mismo con el del comprador, o inmediatamente, como sucede a veces, o tras la circulación por varias manos o profesiones interpuestas; lo que viene a ser lo mismo (…). La naturaleza, pues, la providencia, puede hacer observar esta justicia, mientras, una vez más, que nadie se mezcle en ellos; y así como los consigue. Establece primero una igual necesidad de vender y de comprar en toda clase de tráfico, de modo que el único deseo de provecho sea el alma de todos los mercados, tanto en el vendedor como en el comprador; y con la ayuda de este equilibrio o de esta balanza uno y otro se ven igualmente forzados a entrar en razón y a someterse a ella (…). La derogación de esta ley, que debiera ser sagrada, es la primera y principal causa de la miseria pública, puesto que la observación es más ignorada.”
En el Testamento político de M. de Vauban (1712), reclama la libertad de precios y la libertad de comercio exterior.
FUENTE: BEAUD, Michel. HISTORIA DEL CAPITALISMO. De 1500 a nuestros días.
domingo, 15 de abril de 2012
Material para 5º Humanístico
MERCANTILISMO
Pillaje colonial y riquezas del Príncipe (Siglo XVI)
Las actividades de comercio, banca y finanzas florecieron en las repúblicas italianas en los siglos XIII y XIV: luego en Holanda e Inglaterra. Con el invento de la imprenta, los progresos de la metalurgia, el empleo de la hulla blanca, la utilización de los carros en las minas, un claro progreso en la producción de los metales y los textiles marca la segunda mitad del siglo XV; entonces comienza a fabricarse y utilizarse los primeros cañones y otras armas de fuego; la mejora en la construcción de carabelas y en la técnicas de navegación permite la apertura de nuevas vías marítimas.
En el mismo movimiento y basándose también en la descomposición del orden feudal, grandes monarcas reúnen, conquistan, tejen gracias a los matrimonios, forjan en la guerra imperios y reinos.
La efervescencia por la reforma de la Iglesia desemboca en la Reforma, que se convierte en una máquina de guerra contra el papa. La moral de la Edad Media predicaba el justo precio y prohibía el préstamo a interés; pero tal moral está ya seriamente dañada cuando Calvino justifica el comercio y el préstamo con interés antes de “convertir el éxito comercial en un signo de elección divina”.
Monarcas ávidos de grandeza y riquezas, estados luchando por la supremacía, comerciantes y banqueros alentados a enriquecerse: ésas son las fuerzas que animarán al comercio, las conquistas y las guerras, sistematizarán el pillaje, organizarán el tráfico de esclavos, encerrarán a los vagabundos para forzarles al trabajo.
En la confluencia de esta doble dinámica se inscriben los que la historia occidental denomina “grandes descubrimientos”.
En 1503, llega de las Antillas el primer cargamento de metales preciosos; en 1519 comienza el pillaje del tesoro de los aztecas de México; en 1534, el de los Incas del Perú. Como observaba Cristóbal Colón, “el oro es la mejor cosa del mundo, puede incluso enviar almas al paraíso”.
La producción de caña, para azúcar, ron y melaza, el comercio de esclavos negros, el pillaje y extracción de metales preciosos de América constituyen, a lo largo de todo el siglo, importantes fuentes de riqueza para España. El rey devuelve sus enormes préstamos extranjeros (para aligerar la carga, reduce obligatoriamente, en 1557, los dos tercios de los intereses que debe), y financia sus guerras; él, como los aventureros, los nobles y los comerciantes enriquecidos, compra a los comerciantes de Italia, de Francia, de Holanda y de Inglaterra; por oleadas, la abundancia de metales preciosos se ensancha al tiempo que se atenúa.
Riquezas del Príncipe y paradojas de la moneda
Al mismo tiempo que los metales se hacen más abundantes, los precios suben. En Europa occidental, el precio medio del trigo, que había aumentado poco entre el comienzo y la mitad del siglo, se cuadruplica en la segunda mitad.
Frente al desorden de monedas y de precios, los monarcas promulgan sus edictos: el edicto de Villers-Cotterêts (1539) prohíbe en Francia las coaliciones obreras; las leyes sobre los pobres, en Inglaterra, prohíben el vagabundeo y la mendicidad desde finales del siglo XV, a lo que debe añadirse, en la segunda mitad del siglo XVI, la creación de los workhouses, casas de trabajos forzados. Los gobiernos intentan también detener el alza de los precios: en España, la corona fija los precios legales máximos, sin éxito.
El análisis de J. Bodin, jurista angevino, según el cual “la causa principal y casi única” de la subida de los precios era “la abundancia de oro y plata que, hoy, es mayor que en ningún otro momento durante los cuatro siglos precedentes (…). La causa principal de la elevación de los precios es siempre la abundancia de lo que sirve para medir el precio de las mercancías”.
Esta explicación tenía la enorme ventaja de corresponder a un aspecto más importante de la realidad, permitiendo también evitar encausar otras fuentes de inflación: el lujo de los reyes y de los grandes, el coste de las guerras, la carga del endeudamiento, que hacían necesarias las sucesivas “elevaciones”.
Maquiavelo había formulado esta idea, de un modo algo provocativo, a comienzos del siglo: “En un gobierno bien organizado, el Estado debe ser rico y los ciudadanos pobres”.
En un primer movimiento, los gobiernos toman las medidas que dictan sentido común: intentan impedir que el oro y la plata salgan del reino: en España, desde comienzos del Siglo XVI, la prohibición de exportar oro y plata se dicta bajo pena de muerte; en Francia, se prohíbe la salida de numerario desde 1506, y de nuevo en 1540, 1548, 1574; en Inglaterra, se hacen dos tentativas, en 1546 y 1576, para someter el negocio de las monedas, e incluso de las letras de cambio, al control de los agentes gubernamentales: sin éxito.
Los reyes de España, de Francia y de Inglaterra tomaron medidas en este sentido: primera creación de manufacturas, monopolios o privilegios para nuevas producciones, prohibiciones o tarifas contra la entrada de mercancías extranjeras, interdicción de exportar materias primas.
Así, las ideas dominantes en este período, en materia económica, se vinculan estrechamente a la preocupación del Príncipe: es preciso asegurar la riqueza del Príncipe, para sí, pero también para financiar las incesantes guerras. Las fórmulas son simples: impedir que salgan los metales preciosos prohibiendo su salida y limitando las importaciones de lo que no es necesario al Reino; una y otra conducen a alentar la producción nacional.
Con la afluencia de los metales preciosos de América y el desarrollo de las producciones, en Europa ha progresado el comercio: con el trabajo forzado en América (en especial para la producción de azúcar) y el descenso de los salarios reales ligado a la inflación europea, se ha desprendido un excedente suplementario; con el comienzo de las enclosures en Inglaterra se ha liberado cierta mano de obra: vagabundos, mendigos perseguidos, encarcelados y disponibles. Las burguesías mercantiles y bancarias se refuerzan. Tras Venencia y Florencia, Amberes, Londres, Lyon y París se desarrollan sobrepasando los cincuenta mil e, incluso, los cien mil habitantes.
Lo antiguo y lo nuevo
Hablando sólo de las formaciones sociales donde florecerá el capitalismo, lo antiguo sigue predominando: población esencialmente rural, producción principalmente agrícola, intercambios relativamente restringidos (gran parte de la población vive en régimen de autosubsistencia). La renta (en trabajo, en especie o en dinero) se toma de la gran masa campesina en provecho del clero, de la nobleza y del Estado Real: a través de sus gastos permite la acumulación de fortunas privadas a grandes negociantes y banqueros.
Las dos formas principales de acumulación son:
- Una acumulación estatal (manufacturas reales, carreteras reales, puertos…);
- Una acumulación burguesa (fortunas privadas, moneda, metales preciosos, bienes inmobiliarios).
Lo nuevo es el fabuloso pillaje de América que se analiza en dos flujos ligados:
- El pillaje de los tesoros encontrados (trabajo muerto acumulado en la extracción de metales preciosos y la fabricación de obras de arte);
- La nueva producción de valor (trabajo forzado y esclavitud) bien en las minas de oro y plata, bien en los cultivos (caña de azúcar, etc.).
Conquista, pillaje, exterminio: ésta es la realidad de donde brota la afluencia de metales preciosos hacia la Europa del siglo XVI.
En el siglo XVI se ponen en marcha y se desarrollan las condiciones para el desarrollo ulterior del capitalismo: burguesías bancarias y mercantiles que disponen a la vez de inmensas fortunas y redes bancarias y financieras; Estados nacionales que disponen de medios de conquista y dominio; una concepción del mundo que valora la riqueza y el enriquecimiento. Sólo en este sentido puede fecharse en el siglo XVI la era del capitalismo. Pero es precisa una visión moderna, iluminada por el conocimiento del desarrollo ulterior del capitalismo industrial para distinguir y denominar el “capitalismo mercantil” del siglo XVI que no es, todavía, más que el embrión de lo que más tarde podrá denominarse capitalismo.
FUENTE: BEAUD, Michel. Historia del Capitalismo. De 1500 a nuestros días.
domingo, 18 de marzo de 2012
Material para 5º Humanístico
Definiciones de Historia; tiempo histórico; verdad en la historia y tendencias historiográficas
Definiciones de Historia
- “La historia es la ciencia de los hombres en el tiempo”. (Marc Bloch, “Introducción a la Historia”, pág. 70)
- “El hombre no se acuerda del pasado, siempre los construye. Arranca del presente y a través de él, siempre conoce e interpreta el pasado”. (Lucien Febvre, “Combate por la Historia”, pág. 70)
- “(…) sólo podemos captar el pasado y lograr comprenderlo a través del cristal del presente. El historiador pertenece a sus condiciones de la existencia humana, (…) el historiador no pertenece al ayer, sino al hoy”. ( H. Carr, “¿Qué es la historia?. Barcelona. Ed. Seix Barral. 1973. Pág. 33, 34.)
- “El protagonista de la historia es el hombre en sociedad. Son los hombres en una actitud que incluye a los héroes y a los genios, pero también a los obreros, los campesinos y los indigentes”. (Fontana, J. Historiador español contemporáneo).
Tiempo histórico
Según la teoría de la relatividad de Albert Einstein el primer paso consistió en establecer la inexistencia de un tiempo y un espacio absolutos, es decir que pudieran ser objeto de medidas absolutas. Un objeto sólo se puede mover en el tiempo en un sentido único.
Con respecto al tiempo el historiador realiza tres tareas: a) delimita la secuencia de tiempo estudiada; b) ordena la secuencia según el tiempo; c) marca el ritmo de transformación del tiempo (aceleramiento histórico).
Siempre debemos tener en cuenta que cualquier periodización es arbitraria, justificables únicamente por razones didácticas o prácticas.
F. Braudel, historiador francés, miembro fundador de la Escuela de los Anales, dividió el tiempo histórico en tres partes: larga, media y corta duración (estructura; coyuntura y acontecimiento).
Braudel afirmaba que el tiempo corto es el del periodista y existe en todas las formas de la vida. El tiempo corto es la más caprichosa, la más engañosa de las duraciones (repudiaba el tiempo corto).
La historia de los últimos cien años, centrada en su conjunto sobre el drama de los “grandes acontecimientos” ha trabajado en y sobre el tiempo corto. El descubrimiento masivo del documento ha hecho creer al historiador que en la autenticidad documental estaba contenida toda la verdad.
En cambio la larga duración esta marcada por la existencia y permanencia de las estructuras. Todas las estructuras son sostenes y obstáculos: algunos están dotados de tan larga vida que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, al entorpecen, y por tanto, determinan su transcurrir. Otras, por el contrario, se desintegran más rápidamente.
La dificultad estriba en descubrir la larga duración en lo económico. El capitalismo comercial sería una etapa de larga duración. Aceptar la larga duración equivale familiarizarse con un tiempo de la historia frenado, a veces incluso en el límite de lo móvil.
Entre el tiempo largo y el tiempo corto se encuentra el tiempo determinado por las coyunturas. La coyuntura es el conjunto de las condiciones psicológicas; políticas y sociales, al igual que económicas o meteorológicas o sea todas las condiciones. Los signos más fáciles de observar, de cuantificar, en este ámbito son los movimientos de los precios de las mercancías. En los ciclos coyunturales la demografía y la economía son intermediarias.
Las fases largas de la “coyuntura” permiten visualizar la modificación de las “estructuras”.
Tipo de Fuentes en la Historia
El historiador recoge datos empíricos que serán criticados, evaluados, procesados e interpretados. Para ello tiene mucha importancia los distintos tipos de fuentes.
¿Cómo clasificar a las fuentes utilizadas por los historiadores?
1) Fuentes primarias (o directas) y fuentes secundarias (o indirectas).
2) Fuentes escritas de las no escritas.
3) Testimonios voluntarios e involuntarios.
La distinción entre fuentes primarias y secundarias es de naturaleza epistemológica y metodológica, e indica que las primeras son la base principal de una verdadera investigación, que pretenda aportar conocimientos nuevos.
Verdad en la Historia
Los relativistas afirman que el historiador, en su investigación, llega a una verdad relativa, que es un camino hacia la verdad absoluta.
No siempre la narración histórica de un cuadro verdadero de los hechos. Una afirmación sobre un hecho sólo es probable en la medida que lo sea el hecho al que se refiere. Las afirmaciones bien sustentadas sólo pueden referir a hechos que ocurrieron o no: deducción. Pero la posibilidad de sustentación de una afirmación determinada por los hechos no significa sustentación real. Se puede imaginar una afirmación verdadera cuyo grado de apoyo (certeza de veracidad) es muy pequeño.
El historiador entonces, acepta esas afirmaciones como ciertas y las incluye en el cuerpo de las relativamente verdaderas.
Para Adam Schaff: “el objeto de conocimiento es infinito”. Por lo tanto comprende al proceso de conocimiento, como un proceso de acumulación de las verdades parciales.
Tendencias historiográficas
Historia positivista: es aquélla en la que no importa el papel del historiador. Sólo estudia el papel de los jefes políticos y héroes; resaltando la importancia de los acontecimientos de importancia, como guerras y batallas y presta un especial cuidado en respetar el orden cronológico.
Historia social: investiga a la totalidad de la sociedad haciendo hincapié en los sectores más relegados; los olvidados (ancianos; obreros; mujeres; niños; indigentes). Comparte algunas características con la historia de las mentalidades.
Historia de las mentalidades: es el estudio de las estructuras de pensamiento de una sociedad que son las menos cambiantes a lo largo del tiempo.
La historia social y la de las mentalidades comparten las siguientes características: el historiador avanza por medio de problemas, teniendo en cuenta los hechos de masas y no tanto el acontecimiento destacado; la historia estudia el todo social y por lo tanto hay una sola historia.
Microhistoria: estudia sujetos concretos e individualizados; también estudia ámbitos regionales y locales reducidos. De este tipo de estudio se sacan conclusiones generales que enriquecen la historia.
BIBLIOGRAFÍA
• Braudel, F. La Historia y las Ciencias Sociales.
• Cardoso, Ciro. Introducción al trabajo de Investigación histórica.
• Hernández Sandoica, Elena. Tendencias historiográficas actuales.
• Schaff, Adam. Historia y verdad.
• Topolsky, Jerzy. Metodología de la Historia.
• Vilar, Pierre. Iniciación al vocabulario del análisis histórico.
Definiciones de Historia
- “La historia es la ciencia de los hombres en el tiempo”. (Marc Bloch, “Introducción a la Historia”, pág. 70)
- “El hombre no se acuerda del pasado, siempre los construye. Arranca del presente y a través de él, siempre conoce e interpreta el pasado”. (Lucien Febvre, “Combate por la Historia”, pág. 70)
- “(…) sólo podemos captar el pasado y lograr comprenderlo a través del cristal del presente. El historiador pertenece a sus condiciones de la existencia humana, (…) el historiador no pertenece al ayer, sino al hoy”. ( H. Carr, “¿Qué es la historia?. Barcelona. Ed. Seix Barral. 1973. Pág. 33, 34.)
- “El protagonista de la historia es el hombre en sociedad. Son los hombres en una actitud que incluye a los héroes y a los genios, pero también a los obreros, los campesinos y los indigentes”. (Fontana, J. Historiador español contemporáneo).
Tiempo histórico
Según la teoría de la relatividad de Albert Einstein el primer paso consistió en establecer la inexistencia de un tiempo y un espacio absolutos, es decir que pudieran ser objeto de medidas absolutas. Un objeto sólo se puede mover en el tiempo en un sentido único.
Con respecto al tiempo el historiador realiza tres tareas: a) delimita la secuencia de tiempo estudiada; b) ordena la secuencia según el tiempo; c) marca el ritmo de transformación del tiempo (aceleramiento histórico).
Siempre debemos tener en cuenta que cualquier periodización es arbitraria, justificables únicamente por razones didácticas o prácticas.
F. Braudel, historiador francés, miembro fundador de la Escuela de los Anales, dividió el tiempo histórico en tres partes: larga, media y corta duración (estructura; coyuntura y acontecimiento).
Braudel afirmaba que el tiempo corto es el del periodista y existe en todas las formas de la vida. El tiempo corto es la más caprichosa, la más engañosa de las duraciones (repudiaba el tiempo corto).
La historia de los últimos cien años, centrada en su conjunto sobre el drama de los “grandes acontecimientos” ha trabajado en y sobre el tiempo corto. El descubrimiento masivo del documento ha hecho creer al historiador que en la autenticidad documental estaba contenida toda la verdad.
En cambio la larga duración esta marcada por la existencia y permanencia de las estructuras. Todas las estructuras son sostenes y obstáculos: algunos están dotados de tan larga vida que se convierten en elementos estables de una infinidad de generaciones: obstruyen la historia, al entorpecen, y por tanto, determinan su transcurrir. Otras, por el contrario, se desintegran más rápidamente.
La dificultad estriba en descubrir la larga duración en lo económico. El capitalismo comercial sería una etapa de larga duración. Aceptar la larga duración equivale familiarizarse con un tiempo de la historia frenado, a veces incluso en el límite de lo móvil.
Entre el tiempo largo y el tiempo corto se encuentra el tiempo determinado por las coyunturas. La coyuntura es el conjunto de las condiciones psicológicas; políticas y sociales, al igual que económicas o meteorológicas o sea todas las condiciones. Los signos más fáciles de observar, de cuantificar, en este ámbito son los movimientos de los precios de las mercancías. En los ciclos coyunturales la demografía y la economía son intermediarias.
Las fases largas de la “coyuntura” permiten visualizar la modificación de las “estructuras”.
Tipo de Fuentes en la Historia
El historiador recoge datos empíricos que serán criticados, evaluados, procesados e interpretados. Para ello tiene mucha importancia los distintos tipos de fuentes.
¿Cómo clasificar a las fuentes utilizadas por los historiadores?
1) Fuentes primarias (o directas) y fuentes secundarias (o indirectas).
2) Fuentes escritas de las no escritas.
3) Testimonios voluntarios e involuntarios.
La distinción entre fuentes primarias y secundarias es de naturaleza epistemológica y metodológica, e indica que las primeras son la base principal de una verdadera investigación, que pretenda aportar conocimientos nuevos.
Verdad en la Historia
Los relativistas afirman que el historiador, en su investigación, llega a una verdad relativa, que es un camino hacia la verdad absoluta.
No siempre la narración histórica de un cuadro verdadero de los hechos. Una afirmación sobre un hecho sólo es probable en la medida que lo sea el hecho al que se refiere. Las afirmaciones bien sustentadas sólo pueden referir a hechos que ocurrieron o no: deducción. Pero la posibilidad de sustentación de una afirmación determinada por los hechos no significa sustentación real. Se puede imaginar una afirmación verdadera cuyo grado de apoyo (certeza de veracidad) es muy pequeño.
El historiador entonces, acepta esas afirmaciones como ciertas y las incluye en el cuerpo de las relativamente verdaderas.
Para Adam Schaff: “el objeto de conocimiento es infinito”. Por lo tanto comprende al proceso de conocimiento, como un proceso de acumulación de las verdades parciales.
Tendencias historiográficas
Historia positivista: es aquélla en la que no importa el papel del historiador. Sólo estudia el papel de los jefes políticos y héroes; resaltando la importancia de los acontecimientos de importancia, como guerras y batallas y presta un especial cuidado en respetar el orden cronológico.
Historia social: investiga a la totalidad de la sociedad haciendo hincapié en los sectores más relegados; los olvidados (ancianos; obreros; mujeres; niños; indigentes). Comparte algunas características con la historia de las mentalidades.
Historia de las mentalidades: es el estudio de las estructuras de pensamiento de una sociedad que son las menos cambiantes a lo largo del tiempo.
La historia social y la de las mentalidades comparten las siguientes características: el historiador avanza por medio de problemas, teniendo en cuenta los hechos de masas y no tanto el acontecimiento destacado; la historia estudia el todo social y por lo tanto hay una sola historia.
Microhistoria: estudia sujetos concretos e individualizados; también estudia ámbitos regionales y locales reducidos. De este tipo de estudio se sacan conclusiones generales que enriquecen la historia.
BIBLIOGRAFÍA
• Braudel, F. La Historia y las Ciencias Sociales.
• Cardoso, Ciro. Introducción al trabajo de Investigación histórica.
• Hernández Sandoica, Elena. Tendencias historiográficas actuales.
• Schaff, Adam. Historia y verdad.
• Topolsky, Jerzy. Metodología de la Historia.
• Vilar, Pierre. Iniciación al vocabulario del análisis histórico.
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