Los historiadores y el tiempo
Para Marc Bloch, la historia es la ciencia de los hombres en el tiempo, definido como el plasma mismo en el que están inmersos los fenómenos y en el que se vuelven inteligibles. La categoría tiempo tiene una importancia primordial para los historiadores.
El tiempo que interesa a los historiadores es el de los hombres en su organización social, expresando la permanencia de tal organización y la historia misma como proceso que crea lo humano.
Según la teoría de la relatividad de Albert Einstein el primer paso consistió en establecer la inexistencia de un tiempo y un espacio absolutos, es decir, que un objeto sólo puede moverse en el tiempo en un único sentido.
Cada hecho histórico tiene sus determinantes espacio-temporales. El tiempo y el espacio tienen un carácter material y objetivo, con apoyo en la teoría de la relatividad. La distancia espacial de los sucesos es relativa, dependiendo de la velocidad con la que se mueven los cuerpos en cuestión.
En general los historiadores están de acuerdo en que el tiempo (llamémoslo tiempo histórico) fluye más rápidamente durante las revoluciones, las guerras, etc. Se puede decir que la aceleración del tiempo histórico es tiene con relación a aquellos intervalos de tiempo en que los pequeños cambios cuantitativos se convierten en sistemas cualitativamente nuevos.
¿Qué es un hecho? Es un sistema que sufre constantes transformaciones. Un hecho puede ser una nueva cualidad respecto a otros hechos “menores”, pero puede ser, a su vez, una manifestación de un cambio cuantitativo visto desde el punto de vista de cualidades “mayores”. En la práctica los historiadores hacen referencia a tres clases de tiempo: corto (medido con un reloj); mediano (medido con un calendario); y largo (medido por años).
Un hecho histórico es una partícula del Universo. Se puede decir que un hecho a sigue siendo un hecho a hasta que las propiedades por las cuales existe como a no desaparezcan.
Consideraciones sobre el pasado reciente y la memoria
Hilda Sábato: “el pasado no es un monopolio de los historiadores”.
Lo esencial del pasado reciente es que es un pasado abierto e inconcluso. Además entre los historiadores no hay un acuerdo para poner límite cronológico al pasado reciente.
Los temas que aborda el pasado reciente giran en torno problemas traumáticos: guerras; masacres; genocidios; dictaduras y crisis sociales.
En América Latina el número limitado de estudios historiográficos sobre el pasado reciente, en particular sobre ese proceso de politización y radicalización que signaron las dictaduras de los años sesenta y setenta, puede ser leído como síntoma de las imposibilidades de discutir sobre esa experiencia desde una perspectiva histórica.
Existe un sencillo hecho de que muchos de los principales actores de la construcción de un campo profesional de estudios históricos habían sido intelectuales comprometidos en los años sesenta y setenta, muchos de ellos vinculados a distintas instancias de militancia revolucionaria.
La escisión entre historia y política dejó fuera del horizonte de visibilidad el pasado reciente, y en particular los procesos de subjetivación política: los años sesenta y setenta se presentaban como un territorio surcado por la pasión política. El testimonio oral como fuente para el estudio del pasado reciente esta sustentado sobre la memoria y ello plantea el problema de su veracidad o credibilidad. Debemos tener en cuenta que una porción importante de la información contenida en los testimonios refiere, justamente, a fenómenos no contemplados en la documentación contemporánea. El testimonio oral puede servirnos no sólo para acceder a información no contemplada en otros documentos, sino también, para explorar las formas en que los sujetos recuerdan y otorgan sentido a su propia experiencia, trascendiendo la dimensión individual de ésta. Al mismo tiempo, entonces, los testimonios nos permiten acceder al espacio de las dinámicas y las subjetividades colectivas. A diferencia de otras fuentes orales son artificiales: no constituyen registros contemporáneos o inmediatos de acontecimientos y fenómenos, sino que son fruto de una creación posterior, emanada de la voluntad del investigador. Tanto el entrevistado como el entrevistador participan de su construcción.
La riqueza del testimonio no está constituida sólo por lo que “dicen” y la forma en que lo hacen, sino también por lo que callan y omiten, por aquellos sentidos que están ocultos y presentes a la vez en los recuerdos, más allá de la narrativa puntual. Esto es algo que muy a menudo se olvida en la extendida práctica de la historia oral.
La historia se sostiene sobre una pretensión de veracidad, la memoria lo hace sobre una pretensión de fidelidad. Hay una sobreligitimación del testigo, quien emerge como el portador de “la verdad” sobre el pasado por el hecho de haber “visto” o “vivido” tal o cual acontecimiento o experiencia. La memoria, sea individual o colectiva, es una visión del pasado siempre medida por el presente.
Desarrollado por el historiador Pierre Nora, la noción de los lugares de la memoria intenta hacer inteligibles ciertos aspectos simbólicos de la historia contemporánea, en particular, la organización y las representaciones de la historia nacional. Desde la perspectiva de Pierre Nora, los lugares de la memoria serían aquellos símbolos luminosos en lo que se encarna la memoria de fiestas, emblemas, monumentos, libros, museos, entre otros. Cuando se trata de pasados de represión y “experiencia límite”, lo que encontramos son intentos de cierre, de solución o sutura final de las cuentas con ese pasado. Pero los procesos de construcción de memorias son siempre abiertos y nunca “acabados”. El “pasado” es una construcción cultural hecha en el presente.
No es lo mismo el testimonio en una entrevista hecha por un historiador, que el testimonio judicial que es una narrativa personal de una experiencia vivida, pero el marco jurídico lo quiebra en pedazos y componentes: el requerimiento de identificación personal, el juramento de decir la verdad, la descripción detallada de las circunstancias de cada acontecimiento.
El pasado no es algo fijo y cerrado. A medida que pasa el tiempo, van cambiando los actores y las interpretaciones de ese pasado al que se hace referencia. No es posible una resolución “definitiva” porque el tiempo de la memoria no es un tiempo lineal. La idea de que a medida que pasa el tiempo el pasado esta más alejado menos presente no siempre se aplica, ya que el pasado puede ser renuente a pasar, y puede volver a actualizarse. Lo “normal” de la memoria es que sea abierta, sujeta siempre a debates sin líneas finales, constantemente en proceso de revisión.
Por otro lado la memoria es también un hecho social y no es como tal, lo contrario al olvido: a través de los procesos de recuerdo que son el resultado de la activación de huellas de experiencias pasadas al servicio del presente, nos hace accesible ese pasado, una vez modificado y despechado, y ya para su uso.
El concepto de memoria ha ido largo tiempo unido a la tradición, dando lugar a aquello que en la teoría social se llama “comunidad de recuerdos”. La memoria (y la historia) colectiva están sujetas a una continua construcción compartida entre los miembros del grupo, que han de negociar continuamente cuáles son los hechos memorables, su significación y su futuro.
La Historia Oral: los historiadores necesitan conocer el mayor número posible de fuentes para poder elaborar sus hipótesis. La fuente oral resulta ser la causa principal, y a la vez el producto inmediato o efecto consecutivo de aquella democratización de la escritura de la historia que es un signo indiscutible de nuestro tiempo. Con la historia oral múltiples testigos aportan su testimonio conformando una alternativa a la historia oficial.
En necesario resaltar el papel de la mujer en la historia oral, es decir, el papel de la mujer historiadora. Constituida sobre testimonios personales en los que es decisiva la narratividad, la historia oral implica (conscientemente o no) un carácter autorreflexivo. La sensibilidad de las historiadoras en todos los aspectos de la historia oral suele ser superior a la de sus colegas varones.
La gran conclusión es que el estudio del pasado reciente es todavía un campo dentro del conocimiento científico en vías de construcción. Revalorizar el testimonio de las experiencias de las personas mayores en nuestra sociedad es un elemento que siempre debe estar presente a la hora de indagar sobre la historia cercana a nuestros días. También es necesario tener en cuenta que hay heridas en sectores de nuestra sociedad que no han cicatrizados.
FUENTES
• CARDOSO, Ciro. Introducción al trabajo de la investigación histórica. Ed. Grijalbo. 1985.
• FRANCO, Marina. LEVÍN, Florencia. HISTORIA RECIENTE: perspectivas y desafíos para un campo en construcción. Ed. Paidos. Bs. As. 2007.
• HERNÁNDEZ SANDOICA, Elena. TENDENCIAS HISTORIOGRÁFICA ACTUALES: escribir historia hoy. Ed. AKAL. Madrid. 2004.
• TOPOLSKY, Jerzy. Metodología de la historia. Sine locus. Sine data.
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