viernes, 30 de septiembre de 2011
Material para 4º Año
LA REVOLUCIÓN CUBANA
1959-1962
ANTECEDENTES
• Habiendo dimitido Ramón Grau San Martín, en 1940, Batista se presenta como candidato de la Coalición Socialista Democrática en las elecciones y es elegido presidente, inaugurando su mandato el 10 de octubre de 1940. En dicho gobierno llegarían a participar algunos de los ministros del Partido Socialista Popular.
• En junio del mismo año se aprobó una nueva Constitución, que introdujo en la práctica política cubana un semiparlamentarismo; el Presidente era elegido por sufragio universal para un período de cuatro años; además potenciaba la intervención del Gobierno en la economía e introducía una red de Seguridad Social.
• Durante su tercer mandato Batista cooperó en la Segunda Guerra Mundial con los aliados y declaró la guerra a los países del eje.
• En 1944 se convocaron nuevas elecciones y fue reelegido presidente Ramón Grau San Martín.
• Tras ocho años de un gobierno bajo las presidencias de Ramón Grau San Martín y Carlos Prío Socarras, Batista era uno de los candidatos en las elecciones de 1952. No obstante, como algunas de las encuestas lo situaban en tercer lugar, el 10 de marzo de 1952, a escasos cuatro meses de las elecciones presidenciales dio un nuevo golpe, alegando una serie de razones pocos justificables, valiéndose de su liderazgo dentro de las Fuerzas Armadas y estando respaldado por ciertos sectores políticos del país.
• El proceso de Golpe de Estado atrajo la atención y la preocupación de gran parte de la población.
• El gobierno de Batista respetó los derechos de la industria estadounidense y el comercio cubano. La corrupción era gigantesca.
• En 1954 Batista convocaría elecciones en las que consiguió una amplia victoria tras la retirada de la oposición, en especial de Ramón Grau.
• En noviembre de 1958 se llevaron a cabo nuevas elecciones, resultando ganador Andrés Rivero Agüero, a quien, siendo el legítimo presidente de la República, no se le permitió tomar posesión del cargo.
• En 1950 obtuvo su diploma en leyes. En 1951 sucede el suicidió de Eduardo Chibás, líder del Partido Ortodoxo (reformista y anticomunista), con el que Castro había simpatizado desde sus años universitarios. En junio de 1952, se presentó por este partido como independiente, por una circunscripción de La Habana, como candidato al Parlamento, pero el golpe de estado de Batista derrocó al gobierno de Prío Socarras y anuló las elecciones. El golpe –reconocido por el gobierno estadounidense- provocó la desazón de Castro, quien utilizaría sus contactos con la juventud del Partido Ortodoxo para aglutinar a un grupo de jóvenes que protagonizarían en el futuro el asalto al Cuartel de Moncada.
• En marzo de 1952, Fidel Castro denunció a Batista ante un Tribunal de Urgencia por violar la Constitución. En ella exponía que los delitos cometidos eran competencia de aquel tribunal. Los tribunales rechazaron la demanda, por lo que Castro entendió que se legitimaba la lucha armada como única vía posible para derrocar la dictadura.
• El 26 de julio de 1953, Fidel junto a su hermano Raúl, intentaron asaltar el Caurtel de Moncada de valor estratégico por su posición, disponía de al menos 3.000 armas y se encontraba en Santiago de Cuba zona activamente opuesta al golpe dado por Batista.
• Capturado Fidel Castro fue sometido a juicio donde pronunció un celebre alegato contra la dictadura de Batista: “La historia me absolverá”.
• Castro fue condenado a 15 años de prisión pero se beneficio de un indulto y apenas salido de la cárcel, marchó al exilio.
• En México, junto a otros (su hermano y el “Che”) prepararon una operación para derrocar al régimen de Batista.
• El 25 de noviembre de 1956, una expedición de 82 hombres se embarcó en el yate Granma con destino a Cuba donde llegaron el 2 de diciembre.
• La embarcación encalló cerca de las playas siendo los revolucionarios localizados por la policía.
• Sólo 12 personas pudieron escapar de la matanza y pudieron refugiarse en Sierra Maestra
• Desde Sierra Maestra desarrollaron una guerra de guerrillas recibiendo apoyo de los campesinos maltratados por las fuerzas de Batista.
• En las ciudades no contaban con el apoyo de los sindicatos ni del Partido Comunista (obedecía a las órdenes de Moscú de Coexistencia Pacífica).
• De hecho una convocatoria a una huelga general el 9 de abril de 1958 fracasó y solo hubo unas pocas acciones aisladas.
• En marzo de 1958: Estados Unidos suspendió el suministro de armas al régimen de Batista.
• Batista convocó a elecciones (con fraude).
• Diciembre de 1958: el embajador de Estados Unidos Earl Smith comunicó a Batista que su gobierno no lo apoyaría más.
• El 1º de enero de 1959, Batista huyó de la isla. Ese mismo día, el Che Guevara y Camilo Cienfuegos entraban en la Habana y formaban un gobierno en el que estaban representadas todas las fuerzas.
• El 8 de enero Fidel Castro entró en la Habana.
• En 1959 el valor de las inversiones estadounidenses en Cuba –en azúcar, minas, empresas de servicios públicos, la banca y las manufacturas- superó las efectuadas por Estados Unidos en todos los demás países latinoamericanos excepto Venezuela.
• Estados Unidos también recibía alrededor de dos tercios de las exportaciones cubanas y suministraba aproximadamente las tres cuartas partes de sus importaciones. (Y el comercio exterior representaba más o menos dos tercios del ingreso nacional estimado de Cuba.
• El gobierno cubano proceso a muchos que habían servido al gobierno de Batista y sus fuerzas armadas; la mayoría de estos prisioneros fueron declarados culpables y muchos de ellos fueron ejecutados.
• Los procesos fueron muy criticados, tanto en Cuba como en Estados Unidos, porque se respetaron pocas de las garantías procesales que amparaban derechos de los acusados y también por la severidad de numerosas sentencias.
• Fidel Castro y otros líderes del gobierno cubano denunciaron a quienes les criticaban en los medios de comunicación estadounidenses (especialmente en los servicios radiofónicos) y en el Congreso de los Estados Unidos.
• El segundo factor importante fue el efecto que al principio surtió la revolución en las empresas estadounidenses que trabajaban en Cuba. La frecuencia de las huelgas aumentó en forma acentuada en 1959 porque los trabajadores aprovechaban la situación política que les era más favorable, para presentar reivindicaciones a los patronos. Las empresas de propiedad extranjera resultaron afectadas por estas huelgas y en algunos casos se planteó su posible expropiación.
• La ley de Reforma Agraria (promulgada en mayo de 1959) moderada en muchos aspectos, era también marcadamente nacionalista. El Instituto Nacional de Reforma Agraria (INRA) se mostraba más dispuesto a intervenir en conflictos entre trabajadores y gerentes cuando las explotaciones agrícolas eran de propiedad extranjera, y a suspender la aplicación rigurosa de la ley en estos casos con el fin de expropiar la tierra de propiedad extranjera.
• Estos conflictos de carácter local deterioraron las relaciones de Estados Unidos con Cuba.
• Después de aprobarse la ley de reforma agraria se produjo, en junio de 1959, la primera crisis importante del gabinete, cuyo resultado fue la salida de los moderados.
• El día 11 de junio, Philip Bonsal, embajador de Estados Unidos, presentó una protesta oficial de su gobierno, que se quejaba de irregularidades y abusos que empresas de su país habían sufrido al tomarse las primeras medidas para poner en práctica la ley de reforma agraria.
• El jefe de las fuerzas aéreas, Pedro Luis Díaz Lanz, dejó su puesto a finales de junio y huyó a Estados Unidos, acusando a los comunistas de infiltrarse en el gobierno.
• El presidente, Manuel Urrutia, fue obligado a renunciar en julio y con ello quedó bien claro que el primer ministro, Castro, era el líder indiscutible de Cuba.
• Después de aprobarse la ley de reforma agraria se produjo, en junio de 1959, la primera crisis importante del gabinete, cuyo resultado fue la salida de los moderados.
• El día 11 de junio, Philip Bonsal, embajador de Estados Unidos, presentó una protesta oficial de su gobierno, que se quejaba de irregularidades y abusos que empresas de su país habían sufrido al tomarse las primeras medidas para poner en práctica la ley de reforma agraria.
• El jefe de las fuerzas aéreas, Pedro Luis Díaz Lanz, dejó su puesto a finales de junio y huyó a Estados Unidos, acusando a los comunistas de infiltrarse en el gobierno.
• El presidente, Manuel Urrutia, fue obligado a renunciar en julio y con ello quedó bien claro que el primer ministro, Castro, era el líder indiscutible de Cuba.
• Después de aprobarse la ley de reforma agraria se produjo, en junio de 1959, la primera crisis importante del gabinete, cuyo resultado fue la salida de los moderados.
• El día 11 de junio, Philip Bonsal, embajador de Estados Unidos, presentó una protesta oficial de su gobierno, que se quejaba de irregularidades y abusos que empresas de su país habían sufrido al tomarse las primeras medidas para poner en práctica la ley de reforma agraria.
• El jefe de las fuerzas aéreas, Pedro Luis Díaz Lanz, dejó su puesto a finales de junio y huyó a Estados Unidos, acusando a los comunistas de infiltrarse en el gobierno.
• El presidente, Manuel Urrutia, fue obligado a renunciar en julio y con ello quedó bien claro que el primer ministro, Castro, era el líder indiscutible de Cuba.
• 7 de agosto, el gobierno cubano expropió de todas las grandes empresas industriales y agrarias pertenecientes a estadounidenses.
• 17 de setiembre, se confiscaron todos los bancos estadounidenses.
• 19 de octubre; el gobierno de Estados Unidos prohibió las exportaciones a Cuba, exceptuando los alimentos y los medicamentos que no tuvieran subvencionados.
• El 29 de octubre, Estados Unidos retiró al embajador Philip Bonsal. Las relaciones diplomáticas entre los dos países se rompieron final y oficialmente durante los últimos días del gobierno de Eisenhower, en enero de 1961.
• En cambio las relaciones cubano soviéticas mejoraron visiblemente durante este período.
• El 9 de julio de 1960 el primer ministro Nikita Kruschev, declaró que los misiles soviéticos estaban dispuestos para defender a Cuba.
• El primer acuerdo militar oficial entre los dos países se firmó pocas semanas después de que la Unión Soviética prometiera que usaría todos los medios a su disposición para impedir una intervención armada de Estados Unidos contra Cuba.
• Como era previsible, esta creciente colaboración militar entre Cuba y la Unión Soviética intensificó la hostilidad del gobierno de Estados Unidos para con la Habana.
FUENTES
• * WIKIPEDIA
• * BETHELL, L. Historia de América Latina. Tomo XIII.
lunes, 22 de agosto de 2011
Material para 3er año Liceo Nocturno
LA GUERRA GRANDE
En el marco del conflicto provocado por la pretensión del régimen de Luis Felipe y sus agentes en el Plata con el cometido de doblegar a Juan Manuel Rosas e imponerle privilegios y beneficios para su comercio y para los franceses residentes, vino a desenvolverse la lucha de los bandos políticos americanos de tal modo que pasando por sobre los indefinidos límites del recién constituido Estado Oriental, se ligaron en una conmixtión de intereses e ideales, que arrastró a liberales riveristas y a unitarios a servir de instrumentos del colonialismo europeo y a blancos y federales a unirse para hacerles frente.
El antagonismo de los bandos orientales fue complicándose, progresivamente, con el de los argentinos; pero asimismo, no fue extraño con el movimiento republicano de los farrapos de Río Grande, en el Brasil.
Rivera y la República de Río Grande: la victoria de Rivera sobre Oribe, pese al aporte del Gral. Lavalle y sus contingentes unitarios, no hubiera sido posible sin el importante apoyo logístico del gobierno republicano de Río Grande. Las dos primeras figuras militares de Río Grande eran el Gral. Bentos Manuel Ribeiro, natural de Bahía y el Cnel. Bentos Gonçalvez de Silva. El primero, militar de carrera y distinguido por su actuación en la invasión de Lecor a la Provincia Oriental, y el segundo, hacendado y hombre de gran prestigio, era el coronel de milicias, y caudillo del partido autonomista. Por componerse principalmente de gauchos y gentes del pueblo se llamaba a los autonomistas despectivamente, los farroupilhas o farrapos, es decir, harapientos o harapos; el partido imperial, a su vez, se llamaría de los camarús, como se les decía a los portugueses en la época del régimen lusitano.
Derrotado en la batalla de Carpintería; al huir hacia el Brasil junto con los jefes unitarios argentinos encabezados por el general Juan Lavalle, Rivera se plegó, con las fuerzas que lo seguían, a las tropas imperiales que al mando de Manuel Bentos luchaba para aplastar el alzamiento riograndense.
Las gestiones de los revolucionarios riograndenses ante Rosas y Oribe y la manifiesta simpatía de éstos por la causa republicana llevaron al Imperio a quejarse de que, sobre todo, el Estado Oriental no era neutral; pero pretendía desconocer que, en los hechos, servía de amparo a un ejército rebelde –el de Rivera y Lavalle- que constituía una amenaza para el Uruguay. Amenaza real. Pero luego los caramurús se volverán al sector de los farrapos.
La revolución de los farrapos no se limitaría a la independencia de Río Grande y a su separación de Brasil: se formaría una Federación del Uruguay -“Uruguay Mayor”, lo llama Juao Pandiá Calogeras- compuesta de las provincias brasileñas de Río Grande y Santa Catalina, el Estado Oriental, las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes y quizá Santa Fe, que serían segregadas de la Confederación; y si era posible, el Paraguay, liberado de la tiranía del Dr. Francia. Era un gran Estado intermedio entre lo que quedaría de Brasil y la Argentina.
Este plan llegará a exteriorizarse, más adelante, en la reunión de Paysandú, en octubre de 1842, entre jefes del Río Grande, el Estado Oriental, Corrientes y gobernadores depuestos de Santa Fe y de Entre Ríos; y de hecho, la batalla de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842, fue librada entre Oribe con ejército aliado argentino-oriental y Rivera al frente de las tropas de los que debían ser componentes de la “Federación del Uruguay”. Por supuesto, no todos los farrapos no todos los unitarios participaron de la idea, pero fue norte de la acción de muchos hasta 1845.
Después del tratado del 21 de Agosto de 1838 la Asamblea General resolvió abrir negociaciones con Rivera designando una comisión integrada por Joaquín Suárez, Juan María Perez y Carlos G. Villademoros que, ante la exigencia terminante del jefe rebelde de la renuncia incondicional del Presidente Oribe, regresó a la capital. El 14 de setiembre la Asamblea decidió continuar la guerra. Pero surgió una nueva complicación: el 11 de octubre de 1838 la escuadra francesa se apoderó de Martín García lo que, sumado al bloqueo de Buenos Aires, dejaba a Oribe completamente aislado de todo posible auxilio de la Confederación.
Con Rivera en el poder, la situación de la República de Río Grande, por su parte, se consolidó; al año siguiente el Gral. David Canabarro se apoderó de la provincia de Santa Catalina, que se federó a Río Grande con el nombre de República Juliana.
Rivera y Rosas: El 10 de noviembre de 1838, al frente de sus huestes que lucían la divisa colorada, con el lema “Defensores de la Constitución”, entró Rivera a Montevideo, por el portón de San Pedro, donde se había levantado un gran arco de triunfo. Rivera volvía al poder, sin duda sostenido por las lanzas y el afecto de sus leales paisanos y de la esperanza y expectativas de la gentes sencillas; pero con él, rodeándolo, venía un grupo de hombres de casaca de diversa procedencia y edad, que obraban movidos por ambiciones e intereses propios.
El propósito de centralización del poder llevó a Rivera, el 20 de noviembre de 1838 a confiar las funciones policiales al Ejército bajo la inmediata dependencia del Intendente General de Policía, especie de Ministerio del orden con amplias facultades cuyo desempeño se confió a Luis Lamas.
El 3 de diciembre se convocó elecciones para el 23 a la que sólo concurrió el partido de gobierno.
Quienes ejercían mayor presión sobre Rivera, eran los unitarios y los agentes de Francia, convertidos en actores de las guerras civiles del Río de la Plata.
El Tratado con Corrientes significaba el comienzo de la guerra con Rosas que –como se verá- no estaba en los planes de Rivera pero sí en los de sus “aliados”; como si quisiera huir de la presencia de éstos, el 13 de enero de 1839 nombró por su Delegado a Gabriel Antonio Pereira y salió de Montevideo con destino a la campaña. Enrique Martínez, su Ministro de la Guerra, lo acompañaba, sustituido en la ciudad por Rondeau, donde Santiago Vázquez se hacía cargo de los Ministerios de Gobierno, Relaciones exteriores y Hacienda.
El 28 de febrero de 1839 se inauguró el nuevo período legislativo y el 1º de marzo Rivera fue electo por la Asamblea General, Presidente Constitucional mientras permanecía en Durazno. Allí se trasladó una representación del Cuerpo a tomarle juramento. Desde Montevideo todos lo apuraban para iniciar la guerra contra Rosas. Pero Rivera no consideraba al Estado Oriental comprometido en la misma forma que lo estaban sus aliados unitarios y franceses.
El 21 de diciembre se dio la batalla de Cagancha en donde Rivera vence a Echagüe. Libre el territorio oriental, por la victoria de Cagancha, Rivera se consideró relevado de todo otro compromiso que pudiera obligarlo a proseguir la lucha. A pesar de las presiones de los aliados, Corrientes, Martingny, los unitarios de Montevideo, en junio de 1840 resolvió retirar las tropas orientales que actuaban en Corrientes, lo que equivalía, en los hechos, a denunciar el tratado suscrito con dicha Provincia en diciembre 1838.
Gestiones con Francia e Inglaterra: en junio de 1840 los unitarios de la Comisión Argentina, empeñados en consolidar posiciones en la expectativa de que Lavalle lograra vencer, celebraron un convenio con el Encargado de Negocios y Cónsul General de Francia en Montevideo, Buchet de Martigny. Por entonces, José Ellauri actuaba como agente diplomático de la República Oriental en París. Había sido comisionado, en agosto de 1839, poco después de producirse la invasión de Echagüe y de acuerdo con sus instrucciones propuso al Gobierno de Francia, en enero de 1840, la celebración de tres tratados: el primero de alianza ofensiva y defensiva, para llevar adelante la guerra contra Rosas; el segundo de comercio y navegación sobre la base del tratado preliminar ya ratificado; y el tercero de garantía de la independencia de la República Oriental, durante un plazo determinado, por Francia e Inglaterra.
No fue feliz de Dr. Ellauri ante la Cancillería inglesa. A mediados de 1840 se dirigió a Lord Palmerston abriendo negociaciones para concluir dos tratados. El primero de Amistad y Comercio y el segundo, de garantía de la independencia oriental.
Inglaterra quería imponer una mediación entre Rosas y Rivera con el argumento de que la guerra era inhumana y atroz y, naturalmente, perjudicaba al comercio inglés; en realidad se trataba de consolidar a los liberales de Rivera en el Estado Oriental y procurar quebrar la obstinada altivez de Rosas en la defensa de la soberanía y, sobre todo, su inconveniente política proteccionista.
El 15 de mayo de 1841, Guizot hizo saber a José Ellauri que se había resuelto la acción conjunta anglo-francesa para dar fin a la guerra en el Plata. Desde Londres, por otra parte, se habían impartido instrucciones a Mandeville para que éste presentara junto con el representante francés en Buenos Aires, Henry Lefebvre de Bécourt, una sería intimación a Rosas. Rivera hizo una solicitud de protectorado ante Inglaterra, por intermedio de Ellauri, que Inglaterra no aceptó, pues le convenía más un tratado de libre comercio.
La “Federación del Uruguay”: a mediado de 1842, Rivera marchó con su ejército hacia el Entre Ríos, cruzando el Uruguay. En abril de ese año, en la estancia de Galarza, en las proximidades del Paraná, celebró un pacto con el Gral. Paz y Juan Pablo López gobernadores de Entre Ríos y Santa Fe, por el cual se le confiaba a Rivera la dirección de la guerra contra Rosas.
Oribe siguiendo instrucciones de Rosas, en noviembre vino a situarse en Arroyo Grande en una excelente ubicación estratégica.
Las fuerzas de la Federación del Uruguay compuesta de orientales riveristas, farrapos y correntinos, unos 8.000 hombres, se enfrentaban a 8.500 federales. Pero pocos días antes de la batalla, tuvo lugar una hábil jugarreta de Rosas que precipitó la acción de Rivera, víctima, esta vez de la picardía criolla que tan bien supiera jugar siempre.
El 6 de diciembre de 1842 se dio la Batalla de Arroyo Grande. Fue un desastre para las fuerzas del mando de Rivera.
* * *
El 16 de febrero de 1843 Oribe plantó la bandera oriental en el Cerrito. Aunque las fuerzas argentino-orientales que mandaban se estiman en unos 7.000 hombres, no estaba en condiciones de tomar la plaza, dado que no tenía el material bélico requerido ni técnicos como para realizarlo. La situación de Oribe era, sin embargo, comprometida: Rivera, en el interior, había reconstruido un ejército que podía obligar a librar la guerra en dos frentes simultáneos; también por ello, estratégicamente, Oribe debió postergar el asalto a Montevideo. La liquidación del ejército de Rivera era una necesidad militar previa; operación que Rosas había encomendado a Juan José de Urquiza. Asimismo, Montevideo estaba en condiciones de resistir indefinidamente el asedio, gracias a la libertad de sus comunicaciones por mar. Era indispensable, pues, organizar el bloqueo y ello fue cometido por Rosas al irlandés Guillermo Brown.
Oribe y Rosas: al poner sitio a Montevideo, Manuel Oribe, de nuevo en su patria, lo hacía invistiendo el doble carácter de Presidente legal de la República y de General en Jefe del Ejército Oriental y de las fuerzas auxiliares de la Confederación Argentina, su aliada.
La “Defensa” y “el Cerrito”: tras la línea de fortificaciones de la Defensa, extendidas desde la Aguada, por el Cordón, hasta la Playa de Santa Bárbara, Montevideo iba a vivir la singular peripecia del Sitio Grande por más de nueve años.
En Montevideo Lamas era quien había cambiado el nomenclátor de las calles de la ciudad hispánica, para borrar la memoria ominosa de la raíz materna y consagrar las nuevas denominaciones de la “era de la Libertad”.
Enfrentando a Montevideo a la distancia y separado por el cerco del asedio, se extendía al campo sitiador del Cerrito. El sistema de relaciones sociales y económicas de esta rústica capital política y militar del Cerrito, se completaba con el puerto del Buceo, que el 10 de julio de 1843, fue declarado, por Oribe, “habilitado para el comercio”.
La línea de las fortificaciones se hizo frontera de divisas, marcando la antinomía entre la exaltación ideológica de la ciudad-puerto y la pasión telúrica y nativa del alma americana del Campo sitiador. Contribuiría a ahondar la divergencia entre estas dos cosmovisiones de la Nación germinal, el impacto de las intervenciones de Francia e Inglaterra en el conflicto platense. Para Montevideo, los enviados de aquellas potencias eran los representantes de la Justicia Internacional para fundar la paz sobre el triunfo de la Civilización frente a la Barbarie. Para los hombres del Cerrito la intervención anglo-francesa constituía una intolerable agravio a su nacionalismo americano.
Durante la secesión de la Guerra Grande, los dos bandos históricos, colorado y blanco, acuñaron su peculiar modo de entender y representar a la Patria. El primero, en el mundo de la ciudad puerto, habitada por una gran mayoría de europeos y movida por una intensa actividad mercantil, prácticamente sin territorio, recibiendo todo del exterior, erigió las formas nacionales del Estado y del Derecho –como normas universales de la Libertad- en función de la patria y, deslumbrados sus hombres cultos –como se verá- por el nuevo espíritu de la Modernidad, a impulsos del romanticismo, rechazó lo nativo, criollo, americano –el sabor español- como antiguo, como contrario al progreso.
El segundo desde el campo sitiador, sintió renacer, en vez, el amor del terruño, la fuerza de la tradición, de los usos y costumbres heredados de España y reafirmó en la fe de sus mayores en la Religión Católica, su identidad nacional, erigiendo a Manuel Oribe en paradigma, en representación encarnada de la Nación, agredida por el europeo interventor y amenazada en sus bases morales por las foráneas y licenciosas ideas de sus adversarios.
Las instituciones durante “la Guerra Grande”: los comicios para elegir la quinta legislatura se realizaron recién el 27 de noviembre de 1842. El 1º de marzo de 1843 Joaquín Suárez en su calidad de Presidente del Senado, sucedió a Rivera en el ejercicio del Poder Ejecutivo en el que habría de continuar hasta 1851. Al terminarse el mandato de la quinta Legislatura, el senador Miguel Barreiro presentó un proyecto tendiente a prorrogar su mandato, que obtuvo general adhesión. Pero el Poder ejecutivo adoptó otra medida: el 14 de febrero de 1846 declaró disuelta la quinta Legislatura y constituyó una Asamblea de Notables, integrada por algunos de los legisladores cesantes, ministros, miembros del Poder Judicial, jefes militares y funcionarios administrativos, encargada de velar por la observancia de las garantías individuales y el cumplimiento de la Constitución. También creó un Consejo de Estado, de carácter consultivo, y cuya primera sesión tuvo lugar el 14 de febrero de 1846, bajo la presidencia de Alejandro Achucarro.
En el campo sitiador, por su parte, desde el comienzo del asedio, el 16 de febrero de 1843, el Gral. Oribe gobernaba la campaña con el título de Presidente legal de la República.
En junio de 1845, se dieron los primeros pasos para encauzar el gobierno dentro de normas orgánicas. Tal empresa ofrecía grandes dificultades en medio desolado por la guerra donde todo había salido de cauce a raíz de la permanente convulsión padecida por el país. Oribe se propuso reunir en el Cerrito las Cámaras de Representantes y Senadores derrocadas en noviembre de 1838; aquellos legisladores que se hallasen impedidos de concurrir serían sustituidos por los suplentes. Para llenar las vacantes, se convocó a elecciones el 27 de junio de 1845, realizándose los comicios en Durazno, San José, Colonia, para proveer los cargos de Senador. A pesar de la instalación de la Asamblea, el General Manuel Oribe continuó ejerciendo el gobierno de hecho. Los Ministerios de Relaciones Exteriores, Gobierno, Guerra y Hacienda fueron confiados a Carlos G. Villademoros, Bernardo P. Berro y General Antonio Díaz, respectivamente. Se dividió el Norte y el Sur del Río Negro en lo militar a cargo de Servando Gómez e Ignacio Oribe, respectivamente. El gobierno de los departamentos fue confiado a los Comandantes Militares.
La intervención de Francia e Inglaterra: hostigados por insistentes presiones y proyectando la cuestión platense en el marco de la entente, que era la política tanto de Aberdeen como de Guizot, ambos se esforzaron por crear el clima propicio a una intervención en el sur de América. Hubo en Londres, persistente campaña contra las atrocidades rosistas y por una cruzada humanitaria contra su despotismo. Otro hecho confluía para que la reconstrucción de la entente fuera impostergable: la disputa yanqui-mexicana por Tejas.
La agresión a la Confederación Argentina será pues, la concreción del acuerdo general francobritánico que ambos gobiernos consideraban tan necesario y que en octubre habían tratado de sellar con la ostentosa visita de Luis Felipe a la Reina Victoria en el castillo de Windsor.
La intervención dejó de lado al Imperio brasileño; fue sólo franco-británica.
La “intervención armada”: los mediadores se apoyaban en imponentes escuadras de guerra. La inglesa, al mando del almirante Inglefield y compuesta por nueve buques de guerra a vela tres vapores: 136 cañones de último modelo: los famosos Peysar que habían impuesto el opio en China. La francesa, al mando de Lainé, se componía de 3 grandes fragatas, cinco entre corbetas y bergantines, y dos vapores; 282 cañones: los cañones-obuses Paixhans disparaban balas de 80 libras y eran formidables para la época.
Los mediadores recibieron refuerzos en barcos y en hombres –llegó el 45º regimiento británico- y muy pronto, tras la armada, se alistaron 90 navíos mercantes, de múltiples banderas, ansiosos por colocar en el litoral y en el Paraguay mercaderías avaluadas en unos 700 mil patacones.
Los ingleses transportaron 600 infantes de marina y los franceses 200 para operaciones de desembarco. Desde 1844, Rosas había fortificado las defensas del río.
El 20 de noviembre de 1844 sucede el episodio conocido como Vuelta de Obligado, dándose un gran triunfo de Rosas sobre las potencias extranjeras.
En marzo de 1848 arribaron a Montevideo Robert Gore por Inglaterra –venía acreditado como encargado de negocios en la capital sitiada- y el Barón Gros –secretario de Deffaudis en México- por Francia. Iniciaron la negociación ante Oribe y el Gobierno de Montevideo.
La victoria de la “causa americana”: en enero de 1850 en Buenos Aires y en agosto de 1850 en Montevideo Rosas y Oribe firmaron la paz con los plenipotenciarios de Inglaterra y Francia respectivamente para poner fin a las intenciones imperialistas anglo-francesas. Triunfó la causa americana.
* * *
Para la clase principal de la ciudad puerto de Montevideo, en sus dos prototipos del doctor y del hombre de negocios, la guerra con Rosas era vital para, por una parte, levantar el cerco de Oribe que les privaba del dominio y disfrute de los frutos de la tierra y, por la otra, para imponer se hegemonía frente al rival Buenos Aires, en el beneficio directo de la intermediación de los efectos de ultramar –principalmente ingleses y franceses- y esto, dentro de las pautas de un sistema político liberal y civilizado, que fuera garante de su principalía patricia sobre el ancho mundo de la plebe –criolla y ahora, también, gringa-, destinada a proveer la fuerza de trabajo de sus brazos y oficios tanto a sus talleres, almacenes, barracas, tiendas y ámbito domésticos, como a sus estancias, quintas y fincas de recreo.
El Ejército de Operaciones del federal Justo José Urquiza derrotó a Rivera en India Muerta, el 27 de marzo de 1845, y alentados por la expectativa de la próxima llegada la oportunidad para sustituir el caudillo en la jefatura militar así como su influencia política en las Cámaras Legislativas que aún subsistían en la ciudad.
El sector liberal de la Defensa, resolvió formar una asociación que fortaleciera al gobierno para su doble lucha contra el caudillismo y contra Rosas. El 11 de febrero de 1846 se fundó la “Sociedad Nacional”, integrada por todos los opositores a Rivera.
El 28 de marzo el gobierno desterró a Rivera. Pero luego de unos días y frente a los movimientos populares que lo pedían, Rivera desembarca en tierra y entra a Montevideo y toma nuevamente el gobierno.
Rivera, necesitado de un punto de apoyo en la ciudad que lo asegurase ante un posible Ministerio adverso, propició un decreto, que suscribió el gobierno, por el cual, en la práctica, venía a prorrogarse el mandato de la quinta legislatura, en virtud de que las personas que le integraban –electas, recuérdese, bajo la influencia de Rivera- tenían a su favor la confianza de la Nación.
Se incorporaron a la Asamblea en calidad de Notables un conjunto de treinta ciudadanos partidarios de Rivera. Los Ministros del Poder Ejecutivo no formarían parte de la Asamblea y el funcionamiento del Consejo de Estado quedaba por entonces sin efecto, como un medio de fortalecer la posición del caudillo y su partido.
La revolución de abril de 1846 puso término a una etapa política de la Defensa de Montevideo y abrió el camino a las posibles soluciones de tendencia oriental. Anulada quedó entonces la influencia de Santiago Vázquez, quien como se dijo abandonó el Ministerio; la Legión Argentina se embarcó para Corrientes y el partido unitario vio disipadas sus últimas esperanzas. El caudillo era ahora dueño de la ciudad, cuyos elementos representativos agrupados en la Sociedad Nacional se disolvieron, cesando también, en consecuencia, su periódico “La nueva Era”.
Gestiones de reconciliación oriental: el decreto dictado el 15 de abril de 1846 por el cual se establecía que desde aquella fecha no se debía usar divisa política en ningún punto de la República, la que debía ser sustituida por la cucarda nacional.
Los dirigentes de la Defensa venían siendo desbordados por la gravitación e influencia de los comerciantes franceses radicados en la ciudad que, al amparo del bloqueo a que había sido sometido el puerto de Buenos Aires desde noviembre de 1845, hacían su fortuna mientras el gobierno se debatía en la pobreza. Las rentas provenientes de la principal fuente de recursos –la Aduana- no las percibía, por cuanto habían sido enajenadas por anticipado y adquiridas por la Sociedad Anónima liderada por Lafone, que al hacer efectiva la recaudación embolsaba jugosas ganancias. Y el 80 % de los accionistas de dicha sociedad eran extranjeros. El sector riverista –encabezado en la ciudad por Venancio Flores- quiso reaccionar contra este sistema y, a los efectos, buscó abiertamente el acuerdo con el campo sitiador. El clima era por lo demás propicio: en el Ministerio habían ingresado los respetados Gabriel Antonio Pereira, a cargo de las Carteras de Gobierno y Hacienda, y Miguel Barreiro, en la Relaciones Exteriores. Por lo demás, las hostilidades casi no existían en el verano de 1847. Los montevideanos paseaban a caballo por los lugares altos para tomar el aire, eligiéndolos para pic-nics y recreo a la vista de los sitiadores.
El 4 de agosto de 1847 Flores pidió al gobierno que realizara negociaciones para la paz.
Apartado el caudillo, con su singular sentimiento de Patria, el círculo doctoral de la Defensa, pudo, al fin imponer su programa. Este era de inspiración nítidamente europeísta.
Europa era siempre ideal, el punto de referencia. Sus revoluciones, sus trastornos, conmovían como acontecimientos propios. Se las contemplaba como acontecimientos de proporciones universales. La revolución de 1848 en Francia provocó en el Gobierno de Montevideo una enorme excitación y gran esperanza de ayuda. Esta expectativa era animada por los agentes del Gobierno en el extranjero.
En la ciudad, cuya población había llegado a ser en los momentos de auge del bloqueo de 40.000 habitantes, los orientales no alcanzaban a ser 10.000 mientras los residentes franceses eran alrededor de 20.000. La emigración en Río Grande ascendía a 20.000 (allí estaba Venancio Flores). La misma población extranjera abandonaba también la ciudad cuando el bloqueo dejó de rendir sus frutos y muchos franceses se trasladaron a Buenos Aires.
En agosto de 1849, Manuel Oribe hizo conocer a Bruno Más, por conducto “de un extranjero”, sus propósitos a favor de la paz. Pero la proposición, al igual que las hechas por Flores y Rivera, fueron estériles.
La “política americana” de Manuel Herrera y Obes: el nuevo Canciller de la Defensa, Manuel Herrera y Obes, será el orientador de lo que ha sido llamada una “política americana”, para encaminar el fin de la Guerra Grande.
En el plan de Herrera y Obes la solución del conflicto debía obtenerse por la conjunción de las fuerzas del Entre Ríos, del que era gobernador federal Justo José de Urquiza y del imperio del Brasil, con Montevideo, contra Rosas y Oribe, con prescindencia, de ser posible, de las potencias europeas.
Debido a la Revolución Industrial existió la necesidad de alimentar las populosas ciudades industriales –fruto de la emigración campesina y de la explosión demográfica característica de la revolución maquinista –determinó la sustitución del ganado lanar- exigido por el comienzo de la fabricación de textiles- por la cría de vacunos, con abundantes carnes, útiles, precisamente, para la dieta de los trabajadores y de las clases medias que se apiñaban en las urbes. Por consiguiente Inglaterra pasó a producir las carnes bovinas para el consumo en sus propios campos y a importar lana y los cereales. Presionó, entonces, para que sus áreas de influencia aptas a efectos se dediquen a la ganadería ovina, y paralelamente, se suprimiera la esclavitud, como medio de evitar que los costos menores de la fuerza de trabajo pudieran desarrollar, en las zonas dependientes, inconvenientes focos de desarrollo autónomo. O sea que, la ganadería que Rosas expresaba –cueros vacunos y tasajo para alimento de las sociedades esclavistas y plantadoras- era ahora, contraria al sentido de la evolución económica internacional.
Grupos de hacendados –en su mayoría, vascos e irlandeses- de la provincia de Buenos Aires y del Litoral, comprendieron el nuevo giro de la demanda inglesa e iniciaron prósperas explotaciones de ganadería ovina. En el Entre Ríos, la cría de ovinos pronto alcanzó gran auge así como la explotación de las graserías, cuyo producto, el sebo de carnero, alcanzaba un importante precio por quintal, mientras se valorizaban, también, los cueros lanares.
Urquiza era el principal beneficiario de la exportación del tasajo y el único en los negocios de contrabando con las mercaderías europeas y con el oro de la Confederación. Dos decretos del Restaurador cortaron los proficuos tráficos..
Debido a la esclavitud en las plantaciones de café en Brasil, el imperio no aceptó las imposiciones inglesas en los convenios en trámite. Brasil quedó al margen de la empresa intervencionista en el Plata y sus relaciones con Londres se deterioraron a ojos vistas. Cuando Rosas se entera que Brasil reconoció la independencia de Paraguay, rompe relaciones con el imperio.
Brasil no intercedería por la independencia de Paraguay ante las cortes europeas, ni enviaría representación diplomática a Asunción. Así logró que amainara la tempestad.
La insoportable presión inglesa, la convicción de la guerra con Rosas era inevitable y las contradicciones entre terratenientes y traficantes explican la decisión de julio de 1850. Por ella, el Brasil reasumía la función de submetrópoli del Imperio inglés en América del Sur. A partir de 1850, las inversiones inglesas afluyeron en alud hacia el Brasil; su oligarquía se enriqueció fabulosamente y su política, subsidiaria del Foreign Office, instauró su predominio en el subcontinente.
Instrumento importante en la política que el Brasil se proponía encarar en el Plata fue Irineo Evangelista de Souza, Barón y luego Vizconde de Mauá.
Grande fue, por cierto, el regocijo del Dr. Andrés Lamas, agente diplomático del Gobierno de Montevideo, cuando se presentó en la sede de su Legación, en la Pedreira da Gloria, el banquero brasileño para apuntalar a la defensa. Sus largas y empeñosas gestiones para lograr el apoyo del Imperio y su intervención en “la cuestión del Plata”, comenzaba a dar fruto.
La alianza contra Rosas y Oribe: el 29 de mayo de 1851, en Montevideo, entre Herrera y Obes, por el Gobierno de la Defensa, da Silva Pontes, por el Imperio y Cuyas y Samperes, por Urquiza, se suscribió el tratado por el cual se establecía una alianza ofensiva y defensiva para mantener la Independencia de la República Oriental del Uruguay. Se llegó a un acuerdo ante de los enfrentamientos entre Urquiza y Oribe. En realidad, pese a la letra del acuerdo hubo vencidos y vencedores y el gobierno de la Defensa quedó reconocido como única autoridad vigente en todo el territorio oriental.
El 3 de marzo de 1852 se da la batalla de Caseros, con la victoria de los aliados contra Rosas.
Los tratados de Lamas: la Paz de Octubre había dado fin a la Guerra Grande en el Uruguay, vencido, sin combatir, Manuel Oribe, por la fuerza incontrastable de la alianza de Urquiza, el Brasil y Montevideo. Como se viera, esta alianza había sido afanosamente buscada por los prohombres de la Defensa que, al fin y merced a la conjunción de múltiples factores que por cierto, eran ajenos al interés oriental, la han visto fructificar. Pero, el socorro financiero proporcionado por la Casa Mauá y el decisivo apoyo militar del Imperio, trajo aparejado un tremendo precio. El 12 de octubre, Andrés Lamas suscribía, en Río de Janeiro, cinco tratados con el Imperio del Brasil: 1º de alianza; 2º de límites; 3º el de prestación de socorros; 4º el de comercio y navegación y 5º el de extracción.
En el marco del conflicto provocado por la pretensión del régimen de Luis Felipe y sus agentes en el Plata con el cometido de doblegar a Juan Manuel Rosas e imponerle privilegios y beneficios para su comercio y para los franceses residentes, vino a desenvolverse la lucha de los bandos políticos americanos de tal modo que pasando por sobre los indefinidos límites del recién constituido Estado Oriental, se ligaron en una conmixtión de intereses e ideales, que arrastró a liberales riveristas y a unitarios a servir de instrumentos del colonialismo europeo y a blancos y federales a unirse para hacerles frente.
El antagonismo de los bandos orientales fue complicándose, progresivamente, con el de los argentinos; pero asimismo, no fue extraño con el movimiento republicano de los farrapos de Río Grande, en el Brasil.
Rivera y la República de Río Grande: la victoria de Rivera sobre Oribe, pese al aporte del Gral. Lavalle y sus contingentes unitarios, no hubiera sido posible sin el importante apoyo logístico del gobierno republicano de Río Grande. Las dos primeras figuras militares de Río Grande eran el Gral. Bentos Manuel Ribeiro, natural de Bahía y el Cnel. Bentos Gonçalvez de Silva. El primero, militar de carrera y distinguido por su actuación en la invasión de Lecor a la Provincia Oriental, y el segundo, hacendado y hombre de gran prestigio, era el coronel de milicias, y caudillo del partido autonomista. Por componerse principalmente de gauchos y gentes del pueblo se llamaba a los autonomistas despectivamente, los farroupilhas o farrapos, es decir, harapientos o harapos; el partido imperial, a su vez, se llamaría de los camarús, como se les decía a los portugueses en la época del régimen lusitano.
Derrotado en la batalla de Carpintería; al huir hacia el Brasil junto con los jefes unitarios argentinos encabezados por el general Juan Lavalle, Rivera se plegó, con las fuerzas que lo seguían, a las tropas imperiales que al mando de Manuel Bentos luchaba para aplastar el alzamiento riograndense.
Las gestiones de los revolucionarios riograndenses ante Rosas y Oribe y la manifiesta simpatía de éstos por la causa republicana llevaron al Imperio a quejarse de que, sobre todo, el Estado Oriental no era neutral; pero pretendía desconocer que, en los hechos, servía de amparo a un ejército rebelde –el de Rivera y Lavalle- que constituía una amenaza para el Uruguay. Amenaza real. Pero luego los caramurús se volverán al sector de los farrapos.
La revolución de los farrapos no se limitaría a la independencia de Río Grande y a su separación de Brasil: se formaría una Federación del Uruguay -“Uruguay Mayor”, lo llama Juao Pandiá Calogeras- compuesta de las provincias brasileñas de Río Grande y Santa Catalina, el Estado Oriental, las provincias argentinas de Entre Ríos y Corrientes y quizá Santa Fe, que serían segregadas de la Confederación; y si era posible, el Paraguay, liberado de la tiranía del Dr. Francia. Era un gran Estado intermedio entre lo que quedaría de Brasil y la Argentina.
Este plan llegará a exteriorizarse, más adelante, en la reunión de Paysandú, en octubre de 1842, entre jefes del Río Grande, el Estado Oriental, Corrientes y gobernadores depuestos de Santa Fe y de Entre Ríos; y de hecho, la batalla de Arroyo Grande, el 6 de diciembre de 1842, fue librada entre Oribe con ejército aliado argentino-oriental y Rivera al frente de las tropas de los que debían ser componentes de la “Federación del Uruguay”. Por supuesto, no todos los farrapos no todos los unitarios participaron de la idea, pero fue norte de la acción de muchos hasta 1845.
Después del tratado del 21 de Agosto de 1838 la Asamblea General resolvió abrir negociaciones con Rivera designando una comisión integrada por Joaquín Suárez, Juan María Perez y Carlos G. Villademoros que, ante la exigencia terminante del jefe rebelde de la renuncia incondicional del Presidente Oribe, regresó a la capital. El 14 de setiembre la Asamblea decidió continuar la guerra. Pero surgió una nueva complicación: el 11 de octubre de 1838 la escuadra francesa se apoderó de Martín García lo que, sumado al bloqueo de Buenos Aires, dejaba a Oribe completamente aislado de todo posible auxilio de la Confederación.
Con Rivera en el poder, la situación de la República de Río Grande, por su parte, se consolidó; al año siguiente el Gral. David Canabarro se apoderó de la provincia de Santa Catalina, que se federó a Río Grande con el nombre de República Juliana.
Rivera y Rosas: El 10 de noviembre de 1838, al frente de sus huestes que lucían la divisa colorada, con el lema “Defensores de la Constitución”, entró Rivera a Montevideo, por el portón de San Pedro, donde se había levantado un gran arco de triunfo. Rivera volvía al poder, sin duda sostenido por las lanzas y el afecto de sus leales paisanos y de la esperanza y expectativas de la gentes sencillas; pero con él, rodeándolo, venía un grupo de hombres de casaca de diversa procedencia y edad, que obraban movidos por ambiciones e intereses propios.
El propósito de centralización del poder llevó a Rivera, el 20 de noviembre de 1838 a confiar las funciones policiales al Ejército bajo la inmediata dependencia del Intendente General de Policía, especie de Ministerio del orden con amplias facultades cuyo desempeño se confió a Luis Lamas.
El 3 de diciembre se convocó elecciones para el 23 a la que sólo concurrió el partido de gobierno.
Quienes ejercían mayor presión sobre Rivera, eran los unitarios y los agentes de Francia, convertidos en actores de las guerras civiles del Río de la Plata.
El Tratado con Corrientes significaba el comienzo de la guerra con Rosas que –como se verá- no estaba en los planes de Rivera pero sí en los de sus “aliados”; como si quisiera huir de la presencia de éstos, el 13 de enero de 1839 nombró por su Delegado a Gabriel Antonio Pereira y salió de Montevideo con destino a la campaña. Enrique Martínez, su Ministro de la Guerra, lo acompañaba, sustituido en la ciudad por Rondeau, donde Santiago Vázquez se hacía cargo de los Ministerios de Gobierno, Relaciones exteriores y Hacienda.
El 28 de febrero de 1839 se inauguró el nuevo período legislativo y el 1º de marzo Rivera fue electo por la Asamblea General, Presidente Constitucional mientras permanecía en Durazno. Allí se trasladó una representación del Cuerpo a tomarle juramento. Desde Montevideo todos lo apuraban para iniciar la guerra contra Rosas. Pero Rivera no consideraba al Estado Oriental comprometido en la misma forma que lo estaban sus aliados unitarios y franceses.
El 21 de diciembre se dio la batalla de Cagancha en donde Rivera vence a Echagüe. Libre el territorio oriental, por la victoria de Cagancha, Rivera se consideró relevado de todo otro compromiso que pudiera obligarlo a proseguir la lucha. A pesar de las presiones de los aliados, Corrientes, Martingny, los unitarios de Montevideo, en junio de 1840 resolvió retirar las tropas orientales que actuaban en Corrientes, lo que equivalía, en los hechos, a denunciar el tratado suscrito con dicha Provincia en diciembre 1838.
Gestiones con Francia e Inglaterra: en junio de 1840 los unitarios de la Comisión Argentina, empeñados en consolidar posiciones en la expectativa de que Lavalle lograra vencer, celebraron un convenio con el Encargado de Negocios y Cónsul General de Francia en Montevideo, Buchet de Martigny. Por entonces, José Ellauri actuaba como agente diplomático de la República Oriental en París. Había sido comisionado, en agosto de 1839, poco después de producirse la invasión de Echagüe y de acuerdo con sus instrucciones propuso al Gobierno de Francia, en enero de 1840, la celebración de tres tratados: el primero de alianza ofensiva y defensiva, para llevar adelante la guerra contra Rosas; el segundo de comercio y navegación sobre la base del tratado preliminar ya ratificado; y el tercero de garantía de la independencia de la República Oriental, durante un plazo determinado, por Francia e Inglaterra.
No fue feliz de Dr. Ellauri ante la Cancillería inglesa. A mediados de 1840 se dirigió a Lord Palmerston abriendo negociaciones para concluir dos tratados. El primero de Amistad y Comercio y el segundo, de garantía de la independencia oriental.
Inglaterra quería imponer una mediación entre Rosas y Rivera con el argumento de que la guerra era inhumana y atroz y, naturalmente, perjudicaba al comercio inglés; en realidad se trataba de consolidar a los liberales de Rivera en el Estado Oriental y procurar quebrar la obstinada altivez de Rosas en la defensa de la soberanía y, sobre todo, su inconveniente política proteccionista.
El 15 de mayo de 1841, Guizot hizo saber a José Ellauri que se había resuelto la acción conjunta anglo-francesa para dar fin a la guerra en el Plata. Desde Londres, por otra parte, se habían impartido instrucciones a Mandeville para que éste presentara junto con el representante francés en Buenos Aires, Henry Lefebvre de Bécourt, una sería intimación a Rosas. Rivera hizo una solicitud de protectorado ante Inglaterra, por intermedio de Ellauri, que Inglaterra no aceptó, pues le convenía más un tratado de libre comercio.
La “Federación del Uruguay”: a mediado de 1842, Rivera marchó con su ejército hacia el Entre Ríos, cruzando el Uruguay. En abril de ese año, en la estancia de Galarza, en las proximidades del Paraná, celebró un pacto con el Gral. Paz y Juan Pablo López gobernadores de Entre Ríos y Santa Fe, por el cual se le confiaba a Rivera la dirección de la guerra contra Rosas.
Oribe siguiendo instrucciones de Rosas, en noviembre vino a situarse en Arroyo Grande en una excelente ubicación estratégica.
Las fuerzas de la Federación del Uruguay compuesta de orientales riveristas, farrapos y correntinos, unos 8.000 hombres, se enfrentaban a 8.500 federales. Pero pocos días antes de la batalla, tuvo lugar una hábil jugarreta de Rosas que precipitó la acción de Rivera, víctima, esta vez de la picardía criolla que tan bien supiera jugar siempre.
El 6 de diciembre de 1842 se dio la Batalla de Arroyo Grande. Fue un desastre para las fuerzas del mando de Rivera.
* * *
El 16 de febrero de 1843 Oribe plantó la bandera oriental en el Cerrito. Aunque las fuerzas argentino-orientales que mandaban se estiman en unos 7.000 hombres, no estaba en condiciones de tomar la plaza, dado que no tenía el material bélico requerido ni técnicos como para realizarlo. La situación de Oribe era, sin embargo, comprometida: Rivera, en el interior, había reconstruido un ejército que podía obligar a librar la guerra en dos frentes simultáneos; también por ello, estratégicamente, Oribe debió postergar el asalto a Montevideo. La liquidación del ejército de Rivera era una necesidad militar previa; operación que Rosas había encomendado a Juan José de Urquiza. Asimismo, Montevideo estaba en condiciones de resistir indefinidamente el asedio, gracias a la libertad de sus comunicaciones por mar. Era indispensable, pues, organizar el bloqueo y ello fue cometido por Rosas al irlandés Guillermo Brown.
Oribe y Rosas: al poner sitio a Montevideo, Manuel Oribe, de nuevo en su patria, lo hacía invistiendo el doble carácter de Presidente legal de la República y de General en Jefe del Ejército Oriental y de las fuerzas auxiliares de la Confederación Argentina, su aliada.
La “Defensa” y “el Cerrito”: tras la línea de fortificaciones de la Defensa, extendidas desde la Aguada, por el Cordón, hasta la Playa de Santa Bárbara, Montevideo iba a vivir la singular peripecia del Sitio Grande por más de nueve años.
En Montevideo Lamas era quien había cambiado el nomenclátor de las calles de la ciudad hispánica, para borrar la memoria ominosa de la raíz materna y consagrar las nuevas denominaciones de la “era de la Libertad”.
Enfrentando a Montevideo a la distancia y separado por el cerco del asedio, se extendía al campo sitiador del Cerrito. El sistema de relaciones sociales y económicas de esta rústica capital política y militar del Cerrito, se completaba con el puerto del Buceo, que el 10 de julio de 1843, fue declarado, por Oribe, “habilitado para el comercio”.
La línea de las fortificaciones se hizo frontera de divisas, marcando la antinomía entre la exaltación ideológica de la ciudad-puerto y la pasión telúrica y nativa del alma americana del Campo sitiador. Contribuiría a ahondar la divergencia entre estas dos cosmovisiones de la Nación germinal, el impacto de las intervenciones de Francia e Inglaterra en el conflicto platense. Para Montevideo, los enviados de aquellas potencias eran los representantes de la Justicia Internacional para fundar la paz sobre el triunfo de la Civilización frente a la Barbarie. Para los hombres del Cerrito la intervención anglo-francesa constituía una intolerable agravio a su nacionalismo americano.
Durante la secesión de la Guerra Grande, los dos bandos históricos, colorado y blanco, acuñaron su peculiar modo de entender y representar a la Patria. El primero, en el mundo de la ciudad puerto, habitada por una gran mayoría de europeos y movida por una intensa actividad mercantil, prácticamente sin territorio, recibiendo todo del exterior, erigió las formas nacionales del Estado y del Derecho –como normas universales de la Libertad- en función de la patria y, deslumbrados sus hombres cultos –como se verá- por el nuevo espíritu de la Modernidad, a impulsos del romanticismo, rechazó lo nativo, criollo, americano –el sabor español- como antiguo, como contrario al progreso.
El segundo desde el campo sitiador, sintió renacer, en vez, el amor del terruño, la fuerza de la tradición, de los usos y costumbres heredados de España y reafirmó en la fe de sus mayores en la Religión Católica, su identidad nacional, erigiendo a Manuel Oribe en paradigma, en representación encarnada de la Nación, agredida por el europeo interventor y amenazada en sus bases morales por las foráneas y licenciosas ideas de sus adversarios.
Las instituciones durante “la Guerra Grande”: los comicios para elegir la quinta legislatura se realizaron recién el 27 de noviembre de 1842. El 1º de marzo de 1843 Joaquín Suárez en su calidad de Presidente del Senado, sucedió a Rivera en el ejercicio del Poder Ejecutivo en el que habría de continuar hasta 1851. Al terminarse el mandato de la quinta Legislatura, el senador Miguel Barreiro presentó un proyecto tendiente a prorrogar su mandato, que obtuvo general adhesión. Pero el Poder ejecutivo adoptó otra medida: el 14 de febrero de 1846 declaró disuelta la quinta Legislatura y constituyó una Asamblea de Notables, integrada por algunos de los legisladores cesantes, ministros, miembros del Poder Judicial, jefes militares y funcionarios administrativos, encargada de velar por la observancia de las garantías individuales y el cumplimiento de la Constitución. También creó un Consejo de Estado, de carácter consultivo, y cuya primera sesión tuvo lugar el 14 de febrero de 1846, bajo la presidencia de Alejandro Achucarro.
En el campo sitiador, por su parte, desde el comienzo del asedio, el 16 de febrero de 1843, el Gral. Oribe gobernaba la campaña con el título de Presidente legal de la República.
En junio de 1845, se dieron los primeros pasos para encauzar el gobierno dentro de normas orgánicas. Tal empresa ofrecía grandes dificultades en medio desolado por la guerra donde todo había salido de cauce a raíz de la permanente convulsión padecida por el país. Oribe se propuso reunir en el Cerrito las Cámaras de Representantes y Senadores derrocadas en noviembre de 1838; aquellos legisladores que se hallasen impedidos de concurrir serían sustituidos por los suplentes. Para llenar las vacantes, se convocó a elecciones el 27 de junio de 1845, realizándose los comicios en Durazno, San José, Colonia, para proveer los cargos de Senador. A pesar de la instalación de la Asamblea, el General Manuel Oribe continuó ejerciendo el gobierno de hecho. Los Ministerios de Relaciones Exteriores, Gobierno, Guerra y Hacienda fueron confiados a Carlos G. Villademoros, Bernardo P. Berro y General Antonio Díaz, respectivamente. Se dividió el Norte y el Sur del Río Negro en lo militar a cargo de Servando Gómez e Ignacio Oribe, respectivamente. El gobierno de los departamentos fue confiado a los Comandantes Militares.
La intervención de Francia e Inglaterra: hostigados por insistentes presiones y proyectando la cuestión platense en el marco de la entente, que era la política tanto de Aberdeen como de Guizot, ambos se esforzaron por crear el clima propicio a una intervención en el sur de América. Hubo en Londres, persistente campaña contra las atrocidades rosistas y por una cruzada humanitaria contra su despotismo. Otro hecho confluía para que la reconstrucción de la entente fuera impostergable: la disputa yanqui-mexicana por Tejas.
La agresión a la Confederación Argentina será pues, la concreción del acuerdo general francobritánico que ambos gobiernos consideraban tan necesario y que en octubre habían tratado de sellar con la ostentosa visita de Luis Felipe a la Reina Victoria en el castillo de Windsor.
La intervención dejó de lado al Imperio brasileño; fue sólo franco-británica.
La “intervención armada”: los mediadores se apoyaban en imponentes escuadras de guerra. La inglesa, al mando del almirante Inglefield y compuesta por nueve buques de guerra a vela tres vapores: 136 cañones de último modelo: los famosos Peysar que habían impuesto el opio en China. La francesa, al mando de Lainé, se componía de 3 grandes fragatas, cinco entre corbetas y bergantines, y dos vapores; 282 cañones: los cañones-obuses Paixhans disparaban balas de 80 libras y eran formidables para la época.
Los mediadores recibieron refuerzos en barcos y en hombres –llegó el 45º regimiento británico- y muy pronto, tras la armada, se alistaron 90 navíos mercantes, de múltiples banderas, ansiosos por colocar en el litoral y en el Paraguay mercaderías avaluadas en unos 700 mil patacones.
Los ingleses transportaron 600 infantes de marina y los franceses 200 para operaciones de desembarco. Desde 1844, Rosas había fortificado las defensas del río.
El 20 de noviembre de 1844 sucede el episodio conocido como Vuelta de Obligado, dándose un gran triunfo de Rosas sobre las potencias extranjeras.
En marzo de 1848 arribaron a Montevideo Robert Gore por Inglaterra –venía acreditado como encargado de negocios en la capital sitiada- y el Barón Gros –secretario de Deffaudis en México- por Francia. Iniciaron la negociación ante Oribe y el Gobierno de Montevideo.
La victoria de la “causa americana”: en enero de 1850 en Buenos Aires y en agosto de 1850 en Montevideo Rosas y Oribe firmaron la paz con los plenipotenciarios de Inglaterra y Francia respectivamente para poner fin a las intenciones imperialistas anglo-francesas. Triunfó la causa americana.
* * *
Para la clase principal de la ciudad puerto de Montevideo, en sus dos prototipos del doctor y del hombre de negocios, la guerra con Rosas era vital para, por una parte, levantar el cerco de Oribe que les privaba del dominio y disfrute de los frutos de la tierra y, por la otra, para imponer se hegemonía frente al rival Buenos Aires, en el beneficio directo de la intermediación de los efectos de ultramar –principalmente ingleses y franceses- y esto, dentro de las pautas de un sistema político liberal y civilizado, que fuera garante de su principalía patricia sobre el ancho mundo de la plebe –criolla y ahora, también, gringa-, destinada a proveer la fuerza de trabajo de sus brazos y oficios tanto a sus talleres, almacenes, barracas, tiendas y ámbito domésticos, como a sus estancias, quintas y fincas de recreo.
El Ejército de Operaciones del federal Justo José Urquiza derrotó a Rivera en India Muerta, el 27 de marzo de 1845, y alentados por la expectativa de la próxima llegada la oportunidad para sustituir el caudillo en la jefatura militar así como su influencia política en las Cámaras Legislativas que aún subsistían en la ciudad.
El sector liberal de la Defensa, resolvió formar una asociación que fortaleciera al gobierno para su doble lucha contra el caudillismo y contra Rosas. El 11 de febrero de 1846 se fundó la “Sociedad Nacional”, integrada por todos los opositores a Rivera.
El 28 de marzo el gobierno desterró a Rivera. Pero luego de unos días y frente a los movimientos populares que lo pedían, Rivera desembarca en tierra y entra a Montevideo y toma nuevamente el gobierno.
Rivera, necesitado de un punto de apoyo en la ciudad que lo asegurase ante un posible Ministerio adverso, propició un decreto, que suscribió el gobierno, por el cual, en la práctica, venía a prorrogarse el mandato de la quinta legislatura, en virtud de que las personas que le integraban –electas, recuérdese, bajo la influencia de Rivera- tenían a su favor la confianza de la Nación.
Se incorporaron a la Asamblea en calidad de Notables un conjunto de treinta ciudadanos partidarios de Rivera. Los Ministros del Poder Ejecutivo no formarían parte de la Asamblea y el funcionamiento del Consejo de Estado quedaba por entonces sin efecto, como un medio de fortalecer la posición del caudillo y su partido.
La revolución de abril de 1846 puso término a una etapa política de la Defensa de Montevideo y abrió el camino a las posibles soluciones de tendencia oriental. Anulada quedó entonces la influencia de Santiago Vázquez, quien como se dijo abandonó el Ministerio; la Legión Argentina se embarcó para Corrientes y el partido unitario vio disipadas sus últimas esperanzas. El caudillo era ahora dueño de la ciudad, cuyos elementos representativos agrupados en la Sociedad Nacional se disolvieron, cesando también, en consecuencia, su periódico “La nueva Era”.
Gestiones de reconciliación oriental: el decreto dictado el 15 de abril de 1846 por el cual se establecía que desde aquella fecha no se debía usar divisa política en ningún punto de la República, la que debía ser sustituida por la cucarda nacional.
Los dirigentes de la Defensa venían siendo desbordados por la gravitación e influencia de los comerciantes franceses radicados en la ciudad que, al amparo del bloqueo a que había sido sometido el puerto de Buenos Aires desde noviembre de 1845, hacían su fortuna mientras el gobierno se debatía en la pobreza. Las rentas provenientes de la principal fuente de recursos –la Aduana- no las percibía, por cuanto habían sido enajenadas por anticipado y adquiridas por la Sociedad Anónima liderada por Lafone, que al hacer efectiva la recaudación embolsaba jugosas ganancias. Y el 80 % de los accionistas de dicha sociedad eran extranjeros. El sector riverista –encabezado en la ciudad por Venancio Flores- quiso reaccionar contra este sistema y, a los efectos, buscó abiertamente el acuerdo con el campo sitiador. El clima era por lo demás propicio: en el Ministerio habían ingresado los respetados Gabriel Antonio Pereira, a cargo de las Carteras de Gobierno y Hacienda, y Miguel Barreiro, en la Relaciones Exteriores. Por lo demás, las hostilidades casi no existían en el verano de 1847. Los montevideanos paseaban a caballo por los lugares altos para tomar el aire, eligiéndolos para pic-nics y recreo a la vista de los sitiadores.
El 4 de agosto de 1847 Flores pidió al gobierno que realizara negociaciones para la paz.
Apartado el caudillo, con su singular sentimiento de Patria, el círculo doctoral de la Defensa, pudo, al fin imponer su programa. Este era de inspiración nítidamente europeísta.
Europa era siempre ideal, el punto de referencia. Sus revoluciones, sus trastornos, conmovían como acontecimientos propios. Se las contemplaba como acontecimientos de proporciones universales. La revolución de 1848 en Francia provocó en el Gobierno de Montevideo una enorme excitación y gran esperanza de ayuda. Esta expectativa era animada por los agentes del Gobierno en el extranjero.
En la ciudad, cuya población había llegado a ser en los momentos de auge del bloqueo de 40.000 habitantes, los orientales no alcanzaban a ser 10.000 mientras los residentes franceses eran alrededor de 20.000. La emigración en Río Grande ascendía a 20.000 (allí estaba Venancio Flores). La misma población extranjera abandonaba también la ciudad cuando el bloqueo dejó de rendir sus frutos y muchos franceses se trasladaron a Buenos Aires.
En agosto de 1849, Manuel Oribe hizo conocer a Bruno Más, por conducto “de un extranjero”, sus propósitos a favor de la paz. Pero la proposición, al igual que las hechas por Flores y Rivera, fueron estériles.
La “política americana” de Manuel Herrera y Obes: el nuevo Canciller de la Defensa, Manuel Herrera y Obes, será el orientador de lo que ha sido llamada una “política americana”, para encaminar el fin de la Guerra Grande.
En el plan de Herrera y Obes la solución del conflicto debía obtenerse por la conjunción de las fuerzas del Entre Ríos, del que era gobernador federal Justo José de Urquiza y del imperio del Brasil, con Montevideo, contra Rosas y Oribe, con prescindencia, de ser posible, de las potencias europeas.
Debido a la Revolución Industrial existió la necesidad de alimentar las populosas ciudades industriales –fruto de la emigración campesina y de la explosión demográfica característica de la revolución maquinista –determinó la sustitución del ganado lanar- exigido por el comienzo de la fabricación de textiles- por la cría de vacunos, con abundantes carnes, útiles, precisamente, para la dieta de los trabajadores y de las clases medias que se apiñaban en las urbes. Por consiguiente Inglaterra pasó a producir las carnes bovinas para el consumo en sus propios campos y a importar lana y los cereales. Presionó, entonces, para que sus áreas de influencia aptas a efectos se dediquen a la ganadería ovina, y paralelamente, se suprimiera la esclavitud, como medio de evitar que los costos menores de la fuerza de trabajo pudieran desarrollar, en las zonas dependientes, inconvenientes focos de desarrollo autónomo. O sea que, la ganadería que Rosas expresaba –cueros vacunos y tasajo para alimento de las sociedades esclavistas y plantadoras- era ahora, contraria al sentido de la evolución económica internacional.
Grupos de hacendados –en su mayoría, vascos e irlandeses- de la provincia de Buenos Aires y del Litoral, comprendieron el nuevo giro de la demanda inglesa e iniciaron prósperas explotaciones de ganadería ovina. En el Entre Ríos, la cría de ovinos pronto alcanzó gran auge así como la explotación de las graserías, cuyo producto, el sebo de carnero, alcanzaba un importante precio por quintal, mientras se valorizaban, también, los cueros lanares.
Urquiza era el principal beneficiario de la exportación del tasajo y el único en los negocios de contrabando con las mercaderías europeas y con el oro de la Confederación. Dos decretos del Restaurador cortaron los proficuos tráficos..
Debido a la esclavitud en las plantaciones de café en Brasil, el imperio no aceptó las imposiciones inglesas en los convenios en trámite. Brasil quedó al margen de la empresa intervencionista en el Plata y sus relaciones con Londres se deterioraron a ojos vistas. Cuando Rosas se entera que Brasil reconoció la independencia de Paraguay, rompe relaciones con el imperio.
Brasil no intercedería por la independencia de Paraguay ante las cortes europeas, ni enviaría representación diplomática a Asunción. Así logró que amainara la tempestad.
La insoportable presión inglesa, la convicción de la guerra con Rosas era inevitable y las contradicciones entre terratenientes y traficantes explican la decisión de julio de 1850. Por ella, el Brasil reasumía la función de submetrópoli del Imperio inglés en América del Sur. A partir de 1850, las inversiones inglesas afluyeron en alud hacia el Brasil; su oligarquía se enriqueció fabulosamente y su política, subsidiaria del Foreign Office, instauró su predominio en el subcontinente.
Instrumento importante en la política que el Brasil se proponía encarar en el Plata fue Irineo Evangelista de Souza, Barón y luego Vizconde de Mauá.
Grande fue, por cierto, el regocijo del Dr. Andrés Lamas, agente diplomático del Gobierno de Montevideo, cuando se presentó en la sede de su Legación, en la Pedreira da Gloria, el banquero brasileño para apuntalar a la defensa. Sus largas y empeñosas gestiones para lograr el apoyo del Imperio y su intervención en “la cuestión del Plata”, comenzaba a dar fruto.
La alianza contra Rosas y Oribe: el 29 de mayo de 1851, en Montevideo, entre Herrera y Obes, por el Gobierno de la Defensa, da Silva Pontes, por el Imperio y Cuyas y Samperes, por Urquiza, se suscribió el tratado por el cual se establecía una alianza ofensiva y defensiva para mantener la Independencia de la República Oriental del Uruguay. Se llegó a un acuerdo ante de los enfrentamientos entre Urquiza y Oribe. En realidad, pese a la letra del acuerdo hubo vencidos y vencedores y el gobierno de la Defensa quedó reconocido como única autoridad vigente en todo el territorio oriental.
El 3 de marzo de 1852 se da la batalla de Caseros, con la victoria de los aliados contra Rosas.
Los tratados de Lamas: la Paz de Octubre había dado fin a la Guerra Grande en el Uruguay, vencido, sin combatir, Manuel Oribe, por la fuerza incontrastable de la alianza de Urquiza, el Brasil y Montevideo. Como se viera, esta alianza había sido afanosamente buscada por los prohombres de la Defensa que, al fin y merced a la conjunción de múltiples factores que por cierto, eran ajenos al interés oriental, la han visto fructificar. Pero, el socorro financiero proporcionado por la Casa Mauá y el decisivo apoyo militar del Imperio, trajo aparejado un tremendo precio. El 12 de octubre, Andrés Lamas suscribía, en Río de Janeiro, cinco tratados con el Imperio del Brasil: 1º de alianza; 2º de límites; 3º el de prestación de socorros; 4º el de comercio y navegación y 5º el de extracción.
Material para 3er año Liceo Nocturno
Presidencia de Fructuoso Rivera
Panorama del país en 1830: la República, valga la opinión del Dr. Lucas J. Obes, había sido organizada sobre un plan absolutamente nuevo y desconocido pero el problema era la viabilidad de ese plan a la luz de la situación demográfica, socio-económica, política y cultural del Uruguay y su gente.
El país tenía una población de 100 mil habitantes aproximadamente en 1830. Según Pivel Devoto las tres cuartas partes de la población vivían en las ciudades de Montevideo; Maldonado, Colonia y villas o pueblos más cercanos a ellas.
Los departamentos eran Montevideo; Canelones; Santo Domingo de Soriano; Durazno; Paysandú; Maldonado; Colonia; San José y Cerro Largo.
Economía y sociedad: el patriciado aparecía dividido en el momento de firmarse la Convención Preliminar de Paz, pero sus reflejos eran óptimos; asumió como conducta propia, a nivel doméstico, el “perpetuo y absoluto olvido de todos y cualesquiera hechos y opiniones políticas”, de que hablaba aquel documento internacional y, a poco de andar, fue capaz de reconstruir su unidad, y, como se vio, plasmar su ideal político de la Constitución del nuevo Estado.
Hubo cambios en la propiedad rural: la confiscación de campos y ganados que arruinó a cantidad de los grandes y florecientes hacendados del período hispánico; ni aún durante el dominio luso-brasileño muchos viejos nombres lograron recuperar sus propiedades.
La oposición entre los propietarios y los ocupantes –fueran cuales fueran los títulos invocados en uno y otro caso dará lugar a una lucha creciente, a la que se sumarán, en muchas oportunidades, las que enfrentaron a ocupantes que alegaban derechos diversos.
Los ocupantes se mantenían en los campos –desconociendo los decretos judiciales que, a pesar de todo, pretendían ignorar la validez de las adjudicaciones artiguistas y someter la tierra pública a la ley rivadaviana de la enfiteusis- y los viejos propietarios, en un principio con el apoyo de las autoridades bonaerenses, trataban de beneficiarse del principio que consagraba la continuidad legítima de las leyes anteriores.
Más de la mitad del territorio nacional estaba convulsionado con los litigios originados, en la mayoría de los casos, en las donaciones artiguistas de 1815.
El riesgo de desalojo pendiente sobre gran cantidad de patriotas hacendados –hombres que habían peleado contra el invasor portugués y, en muchos casos, hecho toda la Revolución –no sólo hacía “nacer los pleitos”, al decir del Tribunal de Apelaciones, sino que amenazaba con desatar conflictos violentos por parte de una masa que había vivido una dura experiencia, hecha de sacrificios y privaciones.
El Dr. Obes propuso pagar a los propietarios sus tierras, quizá acreditándoles grandes sumas en la deuda flotante del naciente Estado y vender las tierras a quienes las ocupasen en el momento.
“Don Frutos”, Presidente: 1830-1834: El 1º de agosto de 1830, tuvieron lugar las elecciones de Representantes y una semana después las de los Colegios Electorales de Senadores. La actividad de los dos caudillos que orientaban los bandos en gestación –directamente o a través de sus lugartenientes- así como la de las logias secretas o la de algunos ciudadanos que tomaron la iniciativa de publicar en la prensa la lista de candidatos que propiciaban, evitó la dispersión de los sufragios y orientó el voto en aquellos primeros comicios generales.
Rivera contaba en sus filas con los hombres de mayor significación entre los llamados abrasilerados y fue apoyado por integrantes de la logia masónica que había comenzado a funcionar a fines de febrero de 1830 y para la fecha de los comicios actuaba con las debidas credenciales obtenidas merced a las gestiones del D. Juan Melo Rodríguez.
El 24 de octubre, cumpliendo lo resuelto en las vísperas, la Asamblea General eligió Primer Presidente Constitucional de la República al General Fructuoso Rivera, en treinta y cinco legisladores presentes –nueve Senadores y veintiséis Diputados- votaron su nombre veintisiete, cinco lo hicieron por el General Lavalleja, dos por Gabriel A. Pereira y uno por Joaquín Suárez.
La política de tierras: Santiago Vázquez, siendo Ministro Universal, llevó a cabo la aprobación del decreto del 2 de diciembre de 1831, que destinaba a los hacendados sin tierra la tercera parte de toda denuncia de tierras públicas que en adelante se hiciera, y que se sumaba al del 23 de noviembre, relativo a la adjudicación de tierras públicas en régimen de enfiteusis (arrendamientos a muy bajos costos).
El 23 de diciembre de 1833 la tierra se concedía en propiedad. Revertían al Estado los campos en conflicto, pagándose por ellos su precio de mercado, y el Estado los entregaba a sus poseedores de hecho.
De estas decisiones se quejaron los latifundistas de Buenos Aires.
La política internacional: fracasado el proyecto de Nicolás Herrera para tentar un arreglo en oportunidad de su misión del año 1830, correspondió al primer Gobierno Constitucional replantear la cuestión de los límites de San Ildefonso de 1777. Brasil se negaba a negociar sino estaba presente Buenos Aires.
Otras realizaciones y proyectos: en lo monetario, en medio de todos los apremios causados por la guerra civil el Gobierno pagó $ 450 mil aparte de los $ 195 mil obtenidos por la venta de cobre, cantidad enorme para la capacidad financiera del país en los comienzos de su organización. Este antecedente –agrega- será invocado en 1836, durante el mandato de Oribe, en oportunidad de algunos comentarios deprimentes de la prensa de Londres en torno de la operación de crédito público que negociaba por entonces Juan Francisco Giró.
En 1833, se encomendó al Ingeniero Carlos Pellegrini el estudio y la formulación de los proyectos necesarios para la construcción de un puerto en la bahía de Montevideo, tema que ya había merecido la atención del Gobierno Provisorio. Por carencia de fondos no se realizó el proyecto.
Presidencia de Oribe
El Gral. Manuel Oribe es elegido para la Presidencia, practicada por la Asamblea Legislativa, para el período 1835-1839. La elección unánime implicaba la coincidencia de dos propósitos políticos que iban a resultar en definitiva, defraudados por Oribe. En efecto: para Rivera, el austero militar de temperamento retraído y carente de carisma popular, constituía el ideal de una administración del Estado, sobria y disciplinada, que, ganando el respeto del estamento civil montevideano, le aseguraría la continuidad de su poder personal, asentado en la adhesión afectiva de la campaña, particular de las gentes del pueblo, y le permitiría reasumir, en el período siguiente, la Presidencia de la República. Para el patriciado, más allá de las contradicciones y choques de intereses, Oribe era, por estirpe y carácter, uno de los suyos y con él esperaba obtener en el marco de la Constitución censataria de 1830, un gobierno favorable al mantenimiento de su hegemonía social y política: por esto fue llamado “Amigo del Orden”.
La República de Oribe era el ideal de una sociedad política ordenada por las leyes y regida por la autoridad legítima de las instituciones a él confiadas.
Para Rivera el Estado era el Pueblo; para Oribe, la Patria.
El interinato de Carlos Anaya: el 24 de octubre de 1834, al concluir el período constitucional de su mandato, Rivera, a pesar de instancias que se le hicieron para que permaneciera en el poder, entregó la Presidencia de la República al Presidente del Senado, Carlos Anaya.
No había en aquel momento pasión política alguna. La entrega del mando por Rivera era un hecho más aparente que real.
El 27 de octubre de 1834, Anaya y Oribe, que continuaba desempeñando la carrera de Guerra y Marina, promulgaron el decreto por el que se nombraba a Rivera Comandante General de la Campaña. La Asamblea General aprobó, al poco tiempo, una iniciativa por la que se entregó 50 mil pesos a Rivera como reconocimiento por su mandato.
Carlos Anaya promovió a Oribe el grado de Brigadier General, máximo escalafón militar de la época. Comenzaba la diarquía (Rivera-Oribe) y oposición entre el mundo de la pradera y la ciudad puerto.
Oribe, Presidente: El 1º de marzo de 1835, la Asamblea General, por unanimidad, eligió Presidente de la República a Manuel Oribe. El 4 de marzo constituyó Oribe su Ministerio.
El mismo propósito de conciliación y de integración a la tarea común de dar vida política a la República, inspiró la amnistía a los revolucionarios lavallejistas (por los conatos de 1832, 1833 y 1834) y su reincorporación al Ejército y el levantamiento de la severa confiscación de sus bienes establecida por el gobierno de Rivera.
Prioritario era dar solución a la difícil situación de las finanzas del Estado y a ello se abocó el Presidente y su Ministro, Juan María Pérez, con total dedicación.
Adelantándose a su propia administración, Oribe había gestionado durante el mismo período de Anaya, la autorización del Senado, para que el Poder Ejecutivo estuviera en condiciones de negociar y suscribir un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña, requisito previo indispensable para concertar en Londres el empréstito que se tenía previsto para salvar la penosa situación de la economía pública.
La misión Giró: la necesidad de contratar el empréstito autorizado fue aprovechada por Oribe para negociar con España el reconocimiento de la independencia y con Inglaterra, un tratado de comercio. Con ese fin, Juan Francisco Giró fue designado plenipotenciario ante la corte de Madrid y Agente confidencial ante el gobierno de Londres, el 17 de julio de 1835.
Giró comenzó por publicar un manifiesto que contenía una monografía sobre la República en la que se destacaba su solvencia económica y entró en comunicación con otros representantes hispanoamericanos en Londres. Poco después, comunicó al Gobierno sus primeras impresiones. Decía que en Londres, se luchaba con dificultades emanadas del descrédito en que habían caído todos los países sudamericanos; que al descrédito general, se unía el que afectaba especialmente al Uruguay, a causa de su situación política y financiera, que algunos explotaban con mala fe; que la prensa inglesa acusaba al Uruguay de fomentar el tráfico de esclavos y que eso también causaba mucho daño.
A Giró se le hizo una propuesta de la Casa Lafone Wilson de un préstamo de 30 millones por 200 o 300 leguas para 10.000 colonos de raza blanca, que no fue aceptado.
Leyes de retiro y de jubilaciones y pensiones: a mediados de marzo de 1835 se dictó la primera de esas leyes a favor de las viudas e hijos menores de jefes y oficiales.
Para mantener y reforzar las fuerzas armadas y la seguridad del país, sin afectar los recursos del Estado con la creación de nuevas plazas en el Ejército de línea, se dictó una ley, a mediados de 1835, que reorganizaba la prestación del servicio de milicias de los ciudadanos en la “Guardia Nacional”.
Reformas Jurídicas: la Constitución había establecido la igualdad entre todos los ciudadanos y había derogado todos los privilegios y no era posible por lo tanto, que siguiera subsistiendo en causas comunes el fuero personal de los sacerdotes y de los militares.
Otra ley que dictó la Asamblea fue la de abril de 1837, según la cual no salva a ningún reo de la pena de la ley la excepción de ebriedad.
Población y sociedad: Montevideo en 1835 tenía 23.404 habitantes. Según los “Apuntes Estadísticos” de Andrés Lamas, la población total de la República era, en 1835, de 128.371 habitantes. Aumento demográfico principalmente debido a la inmigración (vascos, canarios y franceses la mayoría).
La constitución de 1830, reproduciendo los términos de la ley dictada por la sala de la Florida, declaraba la libertad de vientres y prohibía la introducción de esclavos. Pero dejó también subsistente el derecho de los amos sobre los esclavos que ya existían en el país y a la sombra de ese derecho había continuado la introducción clandestina de negros durante toda la Administración Rivera. Raro era el buque de Brasil que no trajera esclavos como sirvientes o peones de los encargados de su tráfico; y muchos amos bautizaban a los hijos de sus esclavos en el estado brasileño de Río Grande, como medio de perpetuar en ellos la esclavitud, cuando nacían libres según la Constitución.
Oribe prohibió el tráfico en el puerto de negros y rechazó dos cargamentos en 1935. La ley de junio de 1837 declaró de hecho y de derecho la libertad de los negros.
Es también de la época, la iniciativa y el proceso de fundación de la Villa del Cerro. También la ley de 14 de junio de 1837 creaba los departamentos de Salto, Tacuarembo y el de Minas a expensas de territorios del departamento de Paysandú, los primeros, y de Maldonado y Cerro Largo, el segundo.
Educación y cultura: a comienzos de la Administración Oribe existían 33 escuelas públicas de varones y 2 de niñas en todo el territorio nacional. Pero esas escuelas, establecidas en las ciudades y villas de la República, carecían de todo. Entre las causas de tan deplorable situación figuraban la escasez del material de enseñanza y la irregularidad de los pagos de los maestros.
Entre las medidas adoptadas por el gobierno de Oribe, cabe destacar un decreto de 1835 destinado a proveer de útiles escolares a los establecimientos del interior, a cargo de comisiones de vecinos supervisados por la Junta Económico-Administrativas y la creación de una escuela de niñas en vez de la instituida por el gobierno de Rivera para niñas de color y en este caso, sin ninguna exclusividad étnica. Esta última, pese a la generosidad y dignidad de su igualitarismo, en los hechos, dejó sin educación elemental a las pequeñas morenas que dejaron de concurrir a las aulas. En la enseñanza media siguió destacándose la Escuela Mercantil sostenida por el tribunal del consulado.
El número de escuelas de enseñanza media aumentó en el transcurso de la Administración Oribe con el Colegio de los Padres Escolapios y el Colegio Oriental de Humanidades.
El 27 de mayo de 1838 se lleva a cabo la creación de la Universidad Mayor de la República.
La guerra civil y las divisas: cuando en setiembre de 1835 se produjo en Río Grande el movimiento revolucionario de los farrapos, Juan Antonio Lavalleja, por entonces todavía residente en Buenos Aires desde su fracasada revolución contra el Presidente Rivera, era notoriamente partidario del jefe de los revolucionarios riograndenses, Bentos Gonçalves da Silva; y Rivera, temeroso de una victoria de los farrapos, que diera a su compadre y rival una posición prevalente en el panorama político de la República, había abierto relaciones con el comandante imperial de Río Grande, mariscal Sebastián Barreto Pereira Pinto. En conocimiento Oribe de estas relaciones del caudillo con los imperiales o caramurús –como despectivamente eran llamados por los liberales republicanos o farrapos- decidió, como se viera, asumir el mando en jefe del ejército destacado sobre la frontera, aunque cuidando no romper con Rivera que ya había comprendido la acción.
El 19 de febrero de 1936 Oribe dispone la supresión de la Comandancia de Rivera con quien ya había tenido problemas debido a unas elecciones de Alcalde Ordinario realizadas en enero. La medida era apoyada por los cultos patricios y la campaña en cambio sostenía que el Presidente se había a sublevado contra el general Rivera.
El mismo 18 de julio –según el Cónsul francés Raymond Baraderé- debía estallar un complot en Montevideo, para el cual habían sido comprometidos varios de los presos de la cárcel, ubicada entonces en el Cabildo, quienes asesinarían a Oribe y sus principales colaboradores, reunidos en la Iglesia Matriz en el solemne Te Deum por el aniversario de la Constitución. La energía del Gobierno malogró estos planes de manera que en la ciudad la tranquilidad no fue alterada dispersándose los agentes de la revolución.
Entretanto Rivera había iniciado el movimiento en la campaña. El 19 de setiembre de 1836 el ejército revolucionario de Rivera y Lavalle fue vencido por las fuerzas legales en la batalla de Carpintería en la cual los combatientes lucieron por primera vez las divisas de guerra con que se distinguieron en lo futuro los partidos políticos.
Rivera fue vencido, pero se rearmó para seguir el conflicto.
Frente a la protesta armada, el Presidente Oribe entendió necesario y conveniente señalar ante todo la opinión pública, la conducta de Rivera como subversiva y anti-nacional, y, con ese propósito, dictó el decreto de 10 de agosto de 1836 ordenando que los jefes y oficiales y tropa del ejército de línea, la Guardia Nacional, el servicio de policía, los empleados públicos y los ciudadanos no alistados, en una palabra, toda la población, usaran una divisa blanca en el sombrero o un distintivo del mismo color en sus ropas, con el lema “Defensor de las leyes”. Anarquistas y tiznados fueron llamados los rebeldes por los gubernistas; constitucionales a su vez, se denominaban a sí mismos aquellos.
Desde el origen mismo de los bandos, había en ambos sectores de la gente principal –ricos propietarios rurales y urbanos, comerciantes y letrados- con los de la plebe criolla y gringa.
En octubre de 1837 Rivera invade el país. El 15 de junio de 1838 sucede la batalla de Palmar con una importante victoria de Rivera sobre las fuerzas del general Ignacio Oribe. La asamblea General resolvió abrir negociaciones con el jefe rebelde, designándose al efecto una comisión integrada por Joaquín Suárez y Carlos G. Villademoros. Ante las exigencias terminantes de Rivera, que quería la renuncia incondicional del Presidente, la comisión regresó a la capital. El 14 de setiembre la Asamblea decidió continuar la guerra. Pero surgió una nueva complicación: el 11 de octubre de 1838 la escuadra francesa se apoderó de Martín García.
El 21 de octubre se firmó en el Miguelete la Convención por la cual Oribe resignaría de inmediato su autoridad. El 24 Oribe resignó el mando ante la Asamblea General. Oribe suscribió una enérgica protesta responsabilizando a los franceses de haber influido en su renuncia, impuesta por la fuerza de los hechos.
Panorama del país en 1830: la República, valga la opinión del Dr. Lucas J. Obes, había sido organizada sobre un plan absolutamente nuevo y desconocido pero el problema era la viabilidad de ese plan a la luz de la situación demográfica, socio-económica, política y cultural del Uruguay y su gente.
El país tenía una población de 100 mil habitantes aproximadamente en 1830. Según Pivel Devoto las tres cuartas partes de la población vivían en las ciudades de Montevideo; Maldonado, Colonia y villas o pueblos más cercanos a ellas.
Los departamentos eran Montevideo; Canelones; Santo Domingo de Soriano; Durazno; Paysandú; Maldonado; Colonia; San José y Cerro Largo.
Economía y sociedad: el patriciado aparecía dividido en el momento de firmarse la Convención Preliminar de Paz, pero sus reflejos eran óptimos; asumió como conducta propia, a nivel doméstico, el “perpetuo y absoluto olvido de todos y cualesquiera hechos y opiniones políticas”, de que hablaba aquel documento internacional y, a poco de andar, fue capaz de reconstruir su unidad, y, como se vio, plasmar su ideal político de la Constitución del nuevo Estado.
Hubo cambios en la propiedad rural: la confiscación de campos y ganados que arruinó a cantidad de los grandes y florecientes hacendados del período hispánico; ni aún durante el dominio luso-brasileño muchos viejos nombres lograron recuperar sus propiedades.
La oposición entre los propietarios y los ocupantes –fueran cuales fueran los títulos invocados en uno y otro caso dará lugar a una lucha creciente, a la que se sumarán, en muchas oportunidades, las que enfrentaron a ocupantes que alegaban derechos diversos.
Los ocupantes se mantenían en los campos –desconociendo los decretos judiciales que, a pesar de todo, pretendían ignorar la validez de las adjudicaciones artiguistas y someter la tierra pública a la ley rivadaviana de la enfiteusis- y los viejos propietarios, en un principio con el apoyo de las autoridades bonaerenses, trataban de beneficiarse del principio que consagraba la continuidad legítima de las leyes anteriores.
Más de la mitad del territorio nacional estaba convulsionado con los litigios originados, en la mayoría de los casos, en las donaciones artiguistas de 1815.
El riesgo de desalojo pendiente sobre gran cantidad de patriotas hacendados –hombres que habían peleado contra el invasor portugués y, en muchos casos, hecho toda la Revolución –no sólo hacía “nacer los pleitos”, al decir del Tribunal de Apelaciones, sino que amenazaba con desatar conflictos violentos por parte de una masa que había vivido una dura experiencia, hecha de sacrificios y privaciones.
El Dr. Obes propuso pagar a los propietarios sus tierras, quizá acreditándoles grandes sumas en la deuda flotante del naciente Estado y vender las tierras a quienes las ocupasen en el momento.
“Don Frutos”, Presidente: 1830-1834: El 1º de agosto de 1830, tuvieron lugar las elecciones de Representantes y una semana después las de los Colegios Electorales de Senadores. La actividad de los dos caudillos que orientaban los bandos en gestación –directamente o a través de sus lugartenientes- así como la de las logias secretas o la de algunos ciudadanos que tomaron la iniciativa de publicar en la prensa la lista de candidatos que propiciaban, evitó la dispersión de los sufragios y orientó el voto en aquellos primeros comicios generales.
Rivera contaba en sus filas con los hombres de mayor significación entre los llamados abrasilerados y fue apoyado por integrantes de la logia masónica que había comenzado a funcionar a fines de febrero de 1830 y para la fecha de los comicios actuaba con las debidas credenciales obtenidas merced a las gestiones del D. Juan Melo Rodríguez.
El 24 de octubre, cumpliendo lo resuelto en las vísperas, la Asamblea General eligió Primer Presidente Constitucional de la República al General Fructuoso Rivera, en treinta y cinco legisladores presentes –nueve Senadores y veintiséis Diputados- votaron su nombre veintisiete, cinco lo hicieron por el General Lavalleja, dos por Gabriel A. Pereira y uno por Joaquín Suárez.
La política de tierras: Santiago Vázquez, siendo Ministro Universal, llevó a cabo la aprobación del decreto del 2 de diciembre de 1831, que destinaba a los hacendados sin tierra la tercera parte de toda denuncia de tierras públicas que en adelante se hiciera, y que se sumaba al del 23 de noviembre, relativo a la adjudicación de tierras públicas en régimen de enfiteusis (arrendamientos a muy bajos costos).
El 23 de diciembre de 1833 la tierra se concedía en propiedad. Revertían al Estado los campos en conflicto, pagándose por ellos su precio de mercado, y el Estado los entregaba a sus poseedores de hecho.
De estas decisiones se quejaron los latifundistas de Buenos Aires.
La política internacional: fracasado el proyecto de Nicolás Herrera para tentar un arreglo en oportunidad de su misión del año 1830, correspondió al primer Gobierno Constitucional replantear la cuestión de los límites de San Ildefonso de 1777. Brasil se negaba a negociar sino estaba presente Buenos Aires.
Otras realizaciones y proyectos: en lo monetario, en medio de todos los apremios causados por la guerra civil el Gobierno pagó $ 450 mil aparte de los $ 195 mil obtenidos por la venta de cobre, cantidad enorme para la capacidad financiera del país en los comienzos de su organización. Este antecedente –agrega- será invocado en 1836, durante el mandato de Oribe, en oportunidad de algunos comentarios deprimentes de la prensa de Londres en torno de la operación de crédito público que negociaba por entonces Juan Francisco Giró.
En 1833, se encomendó al Ingeniero Carlos Pellegrini el estudio y la formulación de los proyectos necesarios para la construcción de un puerto en la bahía de Montevideo, tema que ya había merecido la atención del Gobierno Provisorio. Por carencia de fondos no se realizó el proyecto.
Presidencia de Oribe
El Gral. Manuel Oribe es elegido para la Presidencia, practicada por la Asamblea Legislativa, para el período 1835-1839. La elección unánime implicaba la coincidencia de dos propósitos políticos que iban a resultar en definitiva, defraudados por Oribe. En efecto: para Rivera, el austero militar de temperamento retraído y carente de carisma popular, constituía el ideal de una administración del Estado, sobria y disciplinada, que, ganando el respeto del estamento civil montevideano, le aseguraría la continuidad de su poder personal, asentado en la adhesión afectiva de la campaña, particular de las gentes del pueblo, y le permitiría reasumir, en el período siguiente, la Presidencia de la República. Para el patriciado, más allá de las contradicciones y choques de intereses, Oribe era, por estirpe y carácter, uno de los suyos y con él esperaba obtener en el marco de la Constitución censataria de 1830, un gobierno favorable al mantenimiento de su hegemonía social y política: por esto fue llamado “Amigo del Orden”.
La República de Oribe era el ideal de una sociedad política ordenada por las leyes y regida por la autoridad legítima de las instituciones a él confiadas.
Para Rivera el Estado era el Pueblo; para Oribe, la Patria.
El interinato de Carlos Anaya: el 24 de octubre de 1834, al concluir el período constitucional de su mandato, Rivera, a pesar de instancias que se le hicieron para que permaneciera en el poder, entregó la Presidencia de la República al Presidente del Senado, Carlos Anaya.
No había en aquel momento pasión política alguna. La entrega del mando por Rivera era un hecho más aparente que real.
El 27 de octubre de 1834, Anaya y Oribe, que continuaba desempeñando la carrera de Guerra y Marina, promulgaron el decreto por el que se nombraba a Rivera Comandante General de la Campaña. La Asamblea General aprobó, al poco tiempo, una iniciativa por la que se entregó 50 mil pesos a Rivera como reconocimiento por su mandato.
Carlos Anaya promovió a Oribe el grado de Brigadier General, máximo escalafón militar de la época. Comenzaba la diarquía (Rivera-Oribe) y oposición entre el mundo de la pradera y la ciudad puerto.
Oribe, Presidente: El 1º de marzo de 1835, la Asamblea General, por unanimidad, eligió Presidente de la República a Manuel Oribe. El 4 de marzo constituyó Oribe su Ministerio.
El mismo propósito de conciliación y de integración a la tarea común de dar vida política a la República, inspiró la amnistía a los revolucionarios lavallejistas (por los conatos de 1832, 1833 y 1834) y su reincorporación al Ejército y el levantamiento de la severa confiscación de sus bienes establecida por el gobierno de Rivera.
Prioritario era dar solución a la difícil situación de las finanzas del Estado y a ello se abocó el Presidente y su Ministro, Juan María Pérez, con total dedicación.
Adelantándose a su propia administración, Oribe había gestionado durante el mismo período de Anaya, la autorización del Senado, para que el Poder Ejecutivo estuviera en condiciones de negociar y suscribir un Tratado de Amistad, Comercio y Navegación con Gran Bretaña, requisito previo indispensable para concertar en Londres el empréstito que se tenía previsto para salvar la penosa situación de la economía pública.
La misión Giró: la necesidad de contratar el empréstito autorizado fue aprovechada por Oribe para negociar con España el reconocimiento de la independencia y con Inglaterra, un tratado de comercio. Con ese fin, Juan Francisco Giró fue designado plenipotenciario ante la corte de Madrid y Agente confidencial ante el gobierno de Londres, el 17 de julio de 1835.
Giró comenzó por publicar un manifiesto que contenía una monografía sobre la República en la que se destacaba su solvencia económica y entró en comunicación con otros representantes hispanoamericanos en Londres. Poco después, comunicó al Gobierno sus primeras impresiones. Decía que en Londres, se luchaba con dificultades emanadas del descrédito en que habían caído todos los países sudamericanos; que al descrédito general, se unía el que afectaba especialmente al Uruguay, a causa de su situación política y financiera, que algunos explotaban con mala fe; que la prensa inglesa acusaba al Uruguay de fomentar el tráfico de esclavos y que eso también causaba mucho daño.
A Giró se le hizo una propuesta de la Casa Lafone Wilson de un préstamo de 30 millones por 200 o 300 leguas para 10.000 colonos de raza blanca, que no fue aceptado.
Leyes de retiro y de jubilaciones y pensiones: a mediados de marzo de 1835 se dictó la primera de esas leyes a favor de las viudas e hijos menores de jefes y oficiales.
Para mantener y reforzar las fuerzas armadas y la seguridad del país, sin afectar los recursos del Estado con la creación de nuevas plazas en el Ejército de línea, se dictó una ley, a mediados de 1835, que reorganizaba la prestación del servicio de milicias de los ciudadanos en la “Guardia Nacional”.
Reformas Jurídicas: la Constitución había establecido la igualdad entre todos los ciudadanos y había derogado todos los privilegios y no era posible por lo tanto, que siguiera subsistiendo en causas comunes el fuero personal de los sacerdotes y de los militares.
Otra ley que dictó la Asamblea fue la de abril de 1837, según la cual no salva a ningún reo de la pena de la ley la excepción de ebriedad.
Población y sociedad: Montevideo en 1835 tenía 23.404 habitantes. Según los “Apuntes Estadísticos” de Andrés Lamas, la población total de la República era, en 1835, de 128.371 habitantes. Aumento demográfico principalmente debido a la inmigración (vascos, canarios y franceses la mayoría).
La constitución de 1830, reproduciendo los términos de la ley dictada por la sala de la Florida, declaraba la libertad de vientres y prohibía la introducción de esclavos. Pero dejó también subsistente el derecho de los amos sobre los esclavos que ya existían en el país y a la sombra de ese derecho había continuado la introducción clandestina de negros durante toda la Administración Rivera. Raro era el buque de Brasil que no trajera esclavos como sirvientes o peones de los encargados de su tráfico; y muchos amos bautizaban a los hijos de sus esclavos en el estado brasileño de Río Grande, como medio de perpetuar en ellos la esclavitud, cuando nacían libres según la Constitución.
Oribe prohibió el tráfico en el puerto de negros y rechazó dos cargamentos en 1935. La ley de junio de 1837 declaró de hecho y de derecho la libertad de los negros.
Es también de la época, la iniciativa y el proceso de fundación de la Villa del Cerro. También la ley de 14 de junio de 1837 creaba los departamentos de Salto, Tacuarembo y el de Minas a expensas de territorios del departamento de Paysandú, los primeros, y de Maldonado y Cerro Largo, el segundo.
Educación y cultura: a comienzos de la Administración Oribe existían 33 escuelas públicas de varones y 2 de niñas en todo el territorio nacional. Pero esas escuelas, establecidas en las ciudades y villas de la República, carecían de todo. Entre las causas de tan deplorable situación figuraban la escasez del material de enseñanza y la irregularidad de los pagos de los maestros.
Entre las medidas adoptadas por el gobierno de Oribe, cabe destacar un decreto de 1835 destinado a proveer de útiles escolares a los establecimientos del interior, a cargo de comisiones de vecinos supervisados por la Junta Económico-Administrativas y la creación de una escuela de niñas en vez de la instituida por el gobierno de Rivera para niñas de color y en este caso, sin ninguna exclusividad étnica. Esta última, pese a la generosidad y dignidad de su igualitarismo, en los hechos, dejó sin educación elemental a las pequeñas morenas que dejaron de concurrir a las aulas. En la enseñanza media siguió destacándose la Escuela Mercantil sostenida por el tribunal del consulado.
El número de escuelas de enseñanza media aumentó en el transcurso de la Administración Oribe con el Colegio de los Padres Escolapios y el Colegio Oriental de Humanidades.
El 27 de mayo de 1838 se lleva a cabo la creación de la Universidad Mayor de la República.
La guerra civil y las divisas: cuando en setiembre de 1835 se produjo en Río Grande el movimiento revolucionario de los farrapos, Juan Antonio Lavalleja, por entonces todavía residente en Buenos Aires desde su fracasada revolución contra el Presidente Rivera, era notoriamente partidario del jefe de los revolucionarios riograndenses, Bentos Gonçalves da Silva; y Rivera, temeroso de una victoria de los farrapos, que diera a su compadre y rival una posición prevalente en el panorama político de la República, había abierto relaciones con el comandante imperial de Río Grande, mariscal Sebastián Barreto Pereira Pinto. En conocimiento Oribe de estas relaciones del caudillo con los imperiales o caramurús –como despectivamente eran llamados por los liberales republicanos o farrapos- decidió, como se viera, asumir el mando en jefe del ejército destacado sobre la frontera, aunque cuidando no romper con Rivera que ya había comprendido la acción.
El 19 de febrero de 1936 Oribe dispone la supresión de la Comandancia de Rivera con quien ya había tenido problemas debido a unas elecciones de Alcalde Ordinario realizadas en enero. La medida era apoyada por los cultos patricios y la campaña en cambio sostenía que el Presidente se había a sublevado contra el general Rivera.
El mismo 18 de julio –según el Cónsul francés Raymond Baraderé- debía estallar un complot en Montevideo, para el cual habían sido comprometidos varios de los presos de la cárcel, ubicada entonces en el Cabildo, quienes asesinarían a Oribe y sus principales colaboradores, reunidos en la Iglesia Matriz en el solemne Te Deum por el aniversario de la Constitución. La energía del Gobierno malogró estos planes de manera que en la ciudad la tranquilidad no fue alterada dispersándose los agentes de la revolución.
Entretanto Rivera había iniciado el movimiento en la campaña. El 19 de setiembre de 1836 el ejército revolucionario de Rivera y Lavalle fue vencido por las fuerzas legales en la batalla de Carpintería en la cual los combatientes lucieron por primera vez las divisas de guerra con que se distinguieron en lo futuro los partidos políticos.
Rivera fue vencido, pero se rearmó para seguir el conflicto.
Frente a la protesta armada, el Presidente Oribe entendió necesario y conveniente señalar ante todo la opinión pública, la conducta de Rivera como subversiva y anti-nacional, y, con ese propósito, dictó el decreto de 10 de agosto de 1836 ordenando que los jefes y oficiales y tropa del ejército de línea, la Guardia Nacional, el servicio de policía, los empleados públicos y los ciudadanos no alistados, en una palabra, toda la población, usaran una divisa blanca en el sombrero o un distintivo del mismo color en sus ropas, con el lema “Defensor de las leyes”. Anarquistas y tiznados fueron llamados los rebeldes por los gubernistas; constitucionales a su vez, se denominaban a sí mismos aquellos.
Desde el origen mismo de los bandos, había en ambos sectores de la gente principal –ricos propietarios rurales y urbanos, comerciantes y letrados- con los de la plebe criolla y gringa.
En octubre de 1837 Rivera invade el país. El 15 de junio de 1838 sucede la batalla de Palmar con una importante victoria de Rivera sobre las fuerzas del general Ignacio Oribe. La asamblea General resolvió abrir negociaciones con el jefe rebelde, designándose al efecto una comisión integrada por Joaquín Suárez y Carlos G. Villademoros. Ante las exigencias terminantes de Rivera, que quería la renuncia incondicional del Presidente, la comisión regresó a la capital. El 14 de setiembre la Asamblea decidió continuar la guerra. Pero surgió una nueva complicación: el 11 de octubre de 1838 la escuadra francesa se apoderó de Martín García.
El 21 de octubre se firmó en el Miguelete la Convención por la cual Oribe resignaría de inmediato su autoridad. El 24 Oribe resignó el mando ante la Asamblea General. Oribe suscribió una enérgica protesta responsabilizando a los franceses de haber influido en su renuncia, impuesta por la fuerza de los hechos.
domingo, 31 de julio de 2011
Material para 4º Año
República Popular ChinaDurante el siglo XIX, China había sido obligada por las potencias occidentales, mediante el uso de la fuerza, a otorgarle todo tipo de concesiones. Entre 1839 y 1842, fue vencida por Gran Bretaña, en la llamada guerra del opio. Debido a esa derrota, debió entregar Hong-Kong a su vencedora y abrir sus puertos al comercio inglés. En otras guerras libradas contra las grandes naciones occidentales y contra el Japón, China perdió Vietnam, Corea y Formosa.
Esta constante serie de concesiones llevó al partido nacionalista chino, el Kuomitang (fundado por el dirigente Sun-Yat-Sen), a derribar, en 1911, al milenario gobierno imperial residente en Pekín, para reemplazarlo por una República. El programa republicano proponía, básicamente, recuperar el país para los chinos, combatir la corrupta dirigencia que acordaba con los europeos y evitar que China continuara entregando sus riquezas a los extranjeros.
Sin embargo, la situación en el interior del país siguió siendo caótica. Cada región era dirigida por caudillos locales, llamados los Señores de la Guerra, que combatían unos contra otros imponiendo sus ideas. Si bien durante el siglo XIX China fue permanentemente agredida por el imperialismo europeo, durante la primera mitad del siglo XX, lo fue por el imperialismo japonés.
Los japoneses lograron ubicar a sus efectivos muy cerca del territorio chino en 1917, cuando numerosas tropas japonesas desembarcaron en Siberia Oriental, apenas comenzada la Revolución Rusa, para ayudar a los ejércitos zaristas rusos a derrotar a los bolcheviques. La presencia militar japonesa en el Asia fue, a partir de ese momento, cada vez mayor. Su objetivo era ocupar el territorio chino.
Sin embargo, muy pronto los Estados Unidos y Gran Bretaña, que tenían importantes posesiones e intereses en el Extremo Oriente, cambiaron su política respecto a China. Preocupados por el avance japonés en Asia, en la Conferencia de Washington (1922) formaron un frente destinado a contener al Japón. Así, obligaron a éste a limitar el crecimiento de su armada y a restituirle a China una base naval.
En 1921, en Shanghai, fue fundado el Partido Comunista Chino. Entre los doce miembros fundadores se encontraba el joven Mao-Tse-Tung, futuro conductor del comunismo chino. En ese mismo año, se constituyó un nuevo gobierno en Cantón, que se opuso al existente en Pekín. Se buscó, de este modo, poner fin al desorden interior y al poder de los Señores de La guerra.
Hacia 1923, Sun Yat-Sen instaló un nuevo gobierno en Cantón, en el que participó el joven partido comunista chino. En 1925, a la muerte de Sun Yat-sen, Chiang Kai-shek asumió el mando supremo del ejército nacionalista y, en poco tiempo, adoptó políticas anticomunistas.
En 1926, Chiang Kai-shek, ordenó el arresto de dirigentes comunistas y eliminó del ejército a los militares que simpatizaban con éstos.
En 1927, organizando unidades de combate obrero-campesinas, los comunistas crearon el germen de lo que, con el tiempo, fue el “ejército rojo”. En el Kuomintang, mientras tanto, la división entre nacionalistas y comunistas, inexistente en 1911, era cada vez más clara y profunda.
Comenzó entonces una verdadera caza de comunistas, cuyo centro fue la ciudad de Shanghai. Pese a las persecuciones, los comunistas lograron colocar bajo su control distintas zonas del extenso territorio chino. Pronto, Mao se convirtió en el teórico político máximo del partido y en su conductor indiscutido.
En 1931, la situación política en China sufrió un violento cambio. Los japoneses iniciaron una invasión, sin previa declaración de guerra, que sólo concluyó con el fin de la Segunda Guerra Mundial.
El ataque japonés alivió la situación de los comunistas de Mao, aunque éste en nombre del partido, en 1932, declaró la guerra a los japoneses. Durante ese año el siguiente, Chiang comenzó un ataque que pretendió aniquilar a los comunistas Descuidó así la lucha contra los japoneses, lo que permitió que éstos ocuparan toda la Manchuria (región del Asia, perteneciente a China). Mientras tanto, al borde del aniquilamiento, los comunistas iniciaron la retirada. De este modo, el partido comunista evitó su extinción.
RESUMEN DE LA REVOLUCIÓN CHINA Introducción: China fue siempre un país intervenido por potencias colonialistas. La existencia de territorios ocupados fue argumento suficiente para que los revolucionarios lograran levantar las masas en pro de un cambio que pusiera fin a las usurpaciones. Entre los territorios ocupados estaba Manchuria (la tomó el imperio del Japón en 1931). En 1945 los comunistas fueron factor importante en la liberación de Manchuria, razón por la cual se les aceptará en la población. Un régimen feudal, caracterizado por el gobierno autócrata de terratenientes. Como consecuencia del régimen feudal persistente la masa campesina se mantiene en la miseria, en la ignorancia, y con escasos recursos para sobrevivir. La influencia de la Revolución Soviética el envío de emisarios rusos en forma directa e indirecta a China con el fin de concientizar a la población para que se rebelara como lo hizo en Rusia.
En vísperas de la Segunda Guerra Mundial, China era un país muy pobre, dedicado básicamente a las actividades agrícolas y con un desarrollo industrial prácticamente inexistente (sólo el 3% de la población trabajaba en la industria).
La agricultura seguía utilizando los métodos tradicionales y se basaba en el cultivo extensivo del arroz, el maíz y la patata. En los últimos decenios, la población había aumentado enormemente, pero seguía sujeta a las tradicionales dificultades naturales (inundaciones, sequías...) que daban lugar a hambrunas periódicas y a la muerte de millones de campesinos. Una minoría de grandes propietarios detentaba la propiedad de la tierra que era trabajada por los campesinos bajo un régimen de tipo feudal. Vivían sumidos en la pobreza y asfixiados por las rentas que debían pagar a los señores (más de mitad de la cosecha).
La entrada en China de las potencias europeas en el siglo XIX había comportado un cierto desarrollo industrial en una estrecha franja costera y una apertura comercial hacia Occidente. También había surgido una burguesía comercial, aunque numéricamente era poco importante. De este modo, China mantenía una rígida estructura social, sostenida por el confucionismo, que inculcaba al pueblo la sumisión a las jerarquías políticas, sociales y familiares.
Políticamente, después de la destitución del último emperador en 1911, se había proclamado la República, que estaba en manos de las fuerzas nacionalistas del Kuomintang, partido fundado en 1905, que dirigió el movimiento insurreccional que puso fin al tradicional Imperio Chino, instaurando una democracia parlamentaria y proponiéndose liberar al país del imperialismo extranjero. Estuvo dirigido primero por Sun Yat-sen y después por Chiang Kai-chek, quien orientó al país hacía una vía muy conservadora, que dio lugar a una fuerte oposición comunista. El Partido Comunista, dirigido por Mao Zedong, tenía su fuerza entre los campesinos y defendía la necesidad de un reparto de la propiedad entre los campesinos pobres.
El Partido Comunista Chino fue fundado en 1921 por algunos intelectuales como Mao Zedong y Zhou Enlai. En 1927 se enfrentó a la política del Kuomintang y proclamó la necesidad de la revolución armada de los campesinos.
En 1934, las tropas comunistas emprendieron lo que se llamó la "Larga Marcha": recorrieron cerca de 12.000 km huyendo del cerco que les habían tendido los ejércitos nacionalistas. Después de un enfrentamiento con las tropas de Chiang Kaí-chek, los comunistas, dirigidos por Mao, se refugiaron en Yenan, donde a partir de 1935 promovieron la creación de una República Popular, en la que se llevaron a cabo una serie de reformas sociales que habían de ser el preludio de la nueva sociedad: elecciones con sufragio secreto para la Administración local, lucha contra el feudalismo, reparto de tierras, disminución de los impuestos, etc.
China antes de la Segunda Guerra Mundial:
1911 Revolución China. Los nacionalistas, dirigidos por Sun Yat-sen, derrocan el Imperio manchú.
1916 Se constituye en Cantón un nuevo gobierno basado en los «tres principios» de Sun: nacionalismo, democracia y aumento del nivel de vida popular.
1918 Segundo gobierno en Pekín dirigido por Yuan ShiKaiwho, que se convirtió en presidente con el apoyo del ejército. Sun declara la guerra a Alemania, Yuan le sigue en 1917. El Tratado de Versalles autoriza a Japón a quedarse con el territorio alemán de Shantung. China no obtiene nada. Deja de comprar mercancías británicas y japonesas y busca la ayuda de Rusia. Rusia devuelve a China territorios arrebatados durante el siglo anterior. El Partido Comunista Chino empieza a crecer.
1922 Los nacionalistas del Koumintang no consiguen someter a los poderosos señores de la guerra. Sun invita al Partido Comunista a unirse a su ejército.
1925 Muere Sun Yat-sen. Chiang Kai-chek se convierte en el líder del Koumintang.
1926 Las expediciones contra los señores de la guerra en el norte del país obtienen un gran éxito.
1927 Chiang inicia unos ataques contra el Partido Comunista. Las «patrullas de la muerte» del Koumintang se lanzan sobre los comunistas en Cantón, asesinando a 6.000 personas.
Ataques similares en Shanghai y otras grandes ciudades. Mao Zedong (Mao-Tse-tung) se convierte en líder del Partido Comunista. Conduce a lo que queda del Partido Comunista a las montañas de Kiangsi e instituye un Soviet para reconstruir el Partido e iniciar la guerra civil contra el Koumíntang.
1928 Chiang entra en Pekín y se convierte en el nuevo gobernante de China. Cree que el país necesita un líder militar fuerte y decide deshacerse de su único rival, el Partido Comunista.
1931 Chiang pone en marcha una serie de campañas de exterminio para derrotar a los comunistas en Kiangsi. El ejército del Partido Comunista —Ejército Rojo de Liberación del Pueblo— utiliza la táctica de guerrillas. Los japoneses invaden Manchuria. Chiang decide enfrentarse al Ejército Rojo antes que a los japoneses.
La guerra civil y la revolución de 1949:
La Segunda Guerra Mundial puso un paréntesis en la guerra civil: comunistas y nacionalistas pelearon juntos contra los japoneses. Durante esta guerra, entre 1937 y 1946, China fue invadida por las tropas niponas. Los comunistas chinos desempeñaron un papel muy importante en la lucha contra los japoneses y consiguieron ganarse el apoyo de los campesinos gracias a las medidas revolucionarias que se ponían en práctica en los territorios bajo control comunista: reparto de las tierras, aplazamiento de deudas, limitación de impuestos, etc.
La capitulación japonesa de 1945 llevó a China hacia una guerra civil que enfrentó a los comunistas y a los nacionalistas del Kuomintang, que se habían reconciliado temporalmente para constituir un Frente Nacionalista antijaponés en 1937. Las fuerzas comunistas controlaban una buena parte del territorio chino que reunía a más de 100 millones de habitantes, la mayoría campesinos. El resto del territorio, es decir, las zonas costeras y la mayoría de las grandes ciudades, estaba en manos del Kuomintang, que se oponía a la reforma agraria fomentada por los comunistas y que contaba con el apoyo de Estados Unidos.
En 1947 las fuerzas comunistas protagonizaron una gran ofensiva que culminó con la reconquista de Manchuria y la conquista de las ciudades más importantes. Sumido en el desorden y la corrupción, el ejército nacionalista cesó la lucha y los dirigentes del Kuomintang abandonaron el continente y se refugiaron en la isla de Formosa bajo la protección de la flota americana. Tras el triunfo del ejército comunista, el 1 de octubre de 1949, Mao proclamó en Pekín el nacimiento oficial de la República Popular China. El campo comunista se había ensanchado enormemente con la incorporación de un país de 9 millones de Km² y una población de 500 millones de habitantes. Los nacionalistas, por su parte, se refugiaron en la isla de Formosa (Taiwan).
Los primeros años de la República Popular
Nacida en plena Guerra Fría, la República Popular China fue reconocida diplomáticamente tan sólo por los países comunistas, algunos Estados vecinos de Asia y por el Reino Unido y Portugal, que contaban con algunos enclaves comerciales en su territorio y no querían ganarse la enemistad de la nueva China. El resto del mundo occidental y la ONU no quisieron reconocer al nuevo Estado, manteniendo que el único depositario de la legitimitidad china era el gobierno de la China nacionalista.
Aislada frente al resto del mundo, la China Popular se volcó hacia la Unión Soviética, el único aliado del que podría obtener la ayuda financiera, económica y técnica que necesitaba para la reconstrucción del país. De este modo, en febrero de 1950, los dirigentes chinos firmaron en Moscú un tratado de "amistad, alianza y asistencia mutua" con el gobierno soviético. A partir de este momento, la construcción del socialismo en China se orientó hacia el modelo soviético y la estrategia estalinista: rápida colectivización de la tierra y una planificación económica que daba prioridad absoluta a la industria pesada.
El nuevo régimen presentó algunas peculiaridades propias respecto al comunismo internacional, lo que dio origen a lo que se conoce como maoísmo: unión de las cuatro clases revolucionarias (campesinos, obreros, pequeña burguesía y burguesía nacional), importancia del campesinado, revolución permanente, acción directa del Partido en todas la áreas.
En el terreno económico, el gobierno chino lanzó el primer plan quinquenal (1953-1957), que se centró en el desarrollo de la industria pesada. En forma complementaria, se llevó a cabo una progresiva colectivización de la agricultura. Las grandes propiedades en poder de latifundistas y de la burguesía campesina fueron expropiadas y repartidas entre los agricultores.
Los campesinos, que se habían convertido en propietarios como consecuencia de la reforma agraria de 1950, fueron incitados a reagruparse en cooperativas socialistas de producción al estilo de los koljoses soviéticos. En 1957, la mayoría de los campesinos chinos formaban parte de este tipo de cooperativas. Las empresas privadas, tanto industriales como comerciales pasaron a ser de propiedad estatal y los artesanos fueron reagrupados en cooperativas controladas también por el Estado.
También se inauguró una política de planes quinquenales de estilo soviético. El primer plan (1953-57) fijó la prioridad del crecimiento industrial, y en particular de la industria pesada, por encima del desarrollo agrícola, lo que trajo consigo un déficit alimentario y la necesidad de mantener el racionamiento. Finalmente, se redactó una Constitución en 1954, que se inspiraba en la soviética, con un total paralelismo entre las estrucutras del estado y las del Partido Comunista.
La campaña de las Cien Flores y el Gran Salto Adelante: En 1956, el régimen comunista impulsó un proceso de liberalización intelectual: la campaña de las Cien Flores (1956-1957). Con él, el Partido Comunista Chino buscaba captar la adhesión de los intelectuales, muchos de los cuales le eran hostiles. En un principio, los intelectuales no comunistas se mostraron reacios a manifestar sus críticas. Finalmente, el movimiento desembocó en una verdadera denuncia de las propias bases políticas del régimen. La reacción del Partido no se hizo esperar: los críticos fueron acusados de contrarrevolucionarios y elitistas y muchos de ellos fueron castigados.
Documento: Revolución cultural en la Universidad
La lucha era muy encarnizada entonces. Obligábamos a los profesores a llevar un gorro y un cartel colgado del cuello en los que aparecían frases escritas como: «Soy un monstruo.» Comparecían por turnos ante todas las clases, donde les insultábamos, y les asediábamos con consignas, acusaciones y órdenes de reformarse. Les obligábamos a limpiar los lavabos, les embadurnábamos con pintura negra y organizábamos «equipos de control de monstruos» (kuan niu-kui tu,), que se encargaban de que recibieran el trato que se merecían. Les acusábamos de faltas concretas y no parábamos hasta que confesaban que las habían cometido. Hizo falta casi una semana de lucha sin tregua para que un hombre admitiera que había dicho «Mao está equivocado» en una conversación con un colega suyo.» Fuente Consultada: Memorias del Guardia Rojo (1976) A. Michel.
En 1958, el gobierno chino lanzó un amplio movimiento conocido como el Gran Salto Adelante: con él se buscaba lograr un equilibrio entre el desarrollo industrial y la agricultura. Pero, a pesar del éxito obtenido en los dos primeros años, el Gran Salto fue un fracaso.
La crisis se agravó debido a la ruptura con la Unión Soviética a principios de los '60. Las aspiraciones chinas a convertirse en un foco de irradiación de una nueva ola revolucionaria mundial, en la que la lucha contra el capitalismo era central, contrastaba con la ambigüedad de las relaciones que en esos años Moscú mantenía con Occidente.
La Revolución Cultural
Una de las consecuencias del fracaso del Gran Salto Adelante fue el deseaste y la relegación de la figura de Mao del centro del poder. Un grupo de dirigentes del Partido y algunos militares comenzaron a someter las ideas de Mao a una profunda revisión. En 1962, comenzó la contraofensiva del maoísmo a partir del Ejército, donde el líder conservaba un enorme prestigio. A fines de 1965, Mao dirigió sus ataques contra los intelectuales, invitando a los estudiantes a denunciar las desviaciones ideológicas.
Dicha estrategia triunfó en agosto de 1966, fecha en que se hicieron públicos los dieciséis puntos de la “gran revolución proletaria” que habían sido impuestos de hecho gracias a la lealtad de los guardias rojos y al apoyo de las masas trabajadoras descontentas. Los objetivos principales que pretendía cubrir con este proceso eran, en primer lugar, la persecución y derrota de todos aquellos que, detentando el poder, seguían la vía capitalista; en segundo lugar, la destitución de las autoridades académicas burgueses y la abolición de su ideología; por último, la transformación de aspectos de la superestructura – lugar donde se sitúa la ideología en la teoría marxista – que habían quedado desfasados después de la implantación de la economía socialista
Aquel mismo año de 1966 se hizo público el célebre Libro Rojo, recopilación de citas de Mao que sintetizan lo fundamental de su pensamiento y que se extendió entre las masas chinas con el propósito de que sirviera de instrumento para que asumieran el protagonismo de su propia revolución. El libro, traducido a numerosos idiomas, corrió de mano en mano por todo el mundo y se convirtió en un auténtico best-seller político de la década siguiente. Después del noveno congreso del Partido Comunista, celebrado en abril de 1969, el pensamiento maoísta se consolidó como eje de la Revolución China, pero veinte años después, las disidencias internas, sacadas a la luz por la descomposición generalizada de los regímenes imperantes en los países del llamado “socialismo real”, y especialmente representadas por los jóvenes estudiantes y la población descontenta de las grandes concentraciones urbanas, fueron violentamente reprimidas en la Plaza de Tiananmen.
Para entonces, el último de los supervivientes que fundaron el Partido Comunista, Mao Tse-tung, había fallecido en 1976. Pese al imprevisible desmoronamiento de su gran obra, aún hoy el mundo recuerda con fascinación la asombrosa energía de que hizo gala el maestro chino durante su larguísima existencia. Siendo joven, cuando caía la helada lluvia traída por el viento de Mongolia, Mao se desnudaba para recibirla con objeto de, según sus propias palabras, “domar el esqueleto”. Con el mismo rigor espartano y abnegado mantuvo un pulso con la Historia.
El llamado de Mao tuvo una gran respuesta en las escuelas y en las universidades, de ahí que este movimiento haya recibido el nombre de Revolución Cultural. El movimiento pronto se extendió a toda China. Los estudiantes, convertidos en Guardias Rojos, dirigían sus ataques contra los dirigentes que se habían opuesto a Mao, a los que calificaban de revisionistas y contrarrevolucionarios. A comienzos de 1969, Mao había recuperado su poder.
China después de Mao: Tras la muerte de Mao en 1976, los dirigentes chinos mantuvieron el modelo socialista. Sin embargo, se ha desarrollado una política económica más pragmática que, lentamente, camina hacia una economía de mercado, aunque siempre controlada. El conductor de este cambio es Deng Xlao Ping, uno de los dirigentes marginados del Partido durante la Revolución Cultura] y rehabilitado posteriormente. En 1978-1979, Deng impulsó una cierta liberalización política conocida como "Primavera de Pekín" y permitió una crítica moderada al maoísmo. Sin embargo, el régimen chino todavía se caracteriza por la falta de libertad política. Los movimientos de oposición son duramente reprimidos tal fue el caso de la revuelta estudiantil en la plaza de Tiananmen, en Pekín, en 1989.
FUENTE: Portal Sedna.
domingo, 24 de julio de 2011
Material para 4º Año
LA UNIÓN SOVIÉTICA
En 1917 se da una primera etapa en el proceso revolucionario en febrero: varios cuerpos del ejército se pasan a los revolucionarios; además se da la fundación del Comité ejecutivo provisional del Consejo Obrero.
Estas movilizaciones llevan a la abdicación del zar Nicolás II.
Lenin en abril en su “Tesis de abril” pide todo el poder para los soviets. Pide además la constitución de una República de Soviets y nacionalización de la banca y de la propiedad privada.
En octubre se dará la Revolución bolchevique.
Unión Soviética entre 1924-1930
El proceso por el que Stalin se convierte en dictador absoluto de la URSS. , es el de la liquidación sistemática de todo tipo de oposición en la Unión Soviética.
En 1925 se da la destitución de Trotski como comisario de guerra debido a que sus teorías a cerca de la revolución permanente se oponen a las del socialismo en un solo país, defendidas por Stalin. Trotski muere asesinado en Méjico luego de ser expulsado del país en 1929.
En 1928 comienzan los planes quinquenales. La Unión Soviética pasa a una industrialización moderna y el proceso de industrialización se centra en la industria pesada. Se da una colectivización de la agricultura. Desaparecen los kulaks (clase media campesina). Creación de los koljoses (cooperativas colectivas que implican la propiedad de producción, pero no de la tierra) y sovjoses (granjas socializadas cuya producción, maquinaria y tierra pertenecen al Estado).
Técnicos y burócratas del Partido Comunista influyen con mucho peso en el gobierno.
En lo educativo se da una enseñanza obligatoria y gratuita (desaparece el analfabetismo).
La Constitución de 1936 establece la existencia de 11 repúblicas que integran un Estado Federal (Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Armenia, Azerbaiján, Kazan, Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistan y Tajikistan) a las que se les reconoce el derecho de separarse de la Unión.
El órgano supremo del poder es el Soviet Supremo. No existe división de poderes.
El Modelo Soviético
Las modificaciones políticas y el ascenso de los partidos comunistas se realizaron en la Europa oriental al mismo tiempo que se llevaban a cabo algunas medidas decisivas para la transformación social y económica del anterior sistema capitalista. La situación inicial, en estos países en los que se había desarrollado una parte sustancial de la guerra, que no podía se más desastrosa. A las pérdidas humanas, como hemos visto para otras naciones implicadas, se añadían las agrícolas, el desmantelamiento industrial y la destrucción de comunicaciones o medio de transporte. La desvalorización de las monedas, las pérdidas de reservas financieras y el endeudamiento eran también considerables en 1945.
Las coaliciones gubernamentales adoptarían radicales medidas de confiscación y nacionalización de bienes de propiedad de numerosas familias y grandes propietarios colaboracionistas o huidos del país.
En líneas generales la política económica tuvo que contar en los primeros años con la variedad de fuerzas e intereses coligados. No obstante, desde la llegada al poder de los comunistas, se generaliza el modelo soviético de planificación quinquenal que, dado el abrumador peso de la economía pública, se convertía de hecho en el motor del desarrollo.
Pero la revolución se aplicó con mayor énfasis en la reestructuración de la sociedad anterior. Las clases dirigentes del período burgués (nobleza, empresarios, clero, grandes propietarios…) perdieron su peso económico y político. Las clases medias, pequeño burgueses y empresarios liberales hubieron de pasar por una dura fase de readaptación, mientras en el estamento intelectual se operaban frecuentes divisiones. Tradicional cantera de la clase política, los intelectuales y profesionales de la abogacía, la enseñanza, la administración, etc., vieron cómo obreros y militantes comunistas, junto a otros revolucionarios copaban los puestos clave en el nuevo Estado. El campesinado no propietario favorecido por la reforma agraria, sin embargo, tendría que soportar la relegación de su sector económico ante las inversiones prioritarias en la industria. En cuanto al proletariado industrial y a la gran mayoría de las clases urbanas constituyeron desde el comienzo el mejor sostén de los nuevos regímenes, por su mayor concienciación política y un mejor potencial revolucionario desarrollado bajo la propaganda marxista de épocas anteriores.
La Unión Soviética después de Stalin
Hasta el más reciente intento liberalizador del premier Gorbachov, la muerte de Stalin, los sucesos que constituyen la crónica de la disputa por su herencia y la fase de reformas posterior son sin duda los acontecimientos más relevantes y que han despertado mayor interés de toda la actual historia soviética. La troika de políticos que trataría de asumir el mando tras la desaparición del hombre que fuera venerado como un zar la componían tres hombres de diferente valía, distinta perspectiva política y variada intención. El primero de ellos, e inicialmente llamado a ocupar el más alto cargo del país, era Malenkov, que había sido secretario personal de Stalin y era vicepresidente del Gobierno y secretario adjunto del Comité Central del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética).
Al asumir el mando, Malenkov se decidió por sustituir la autocracia estaliniana por una dirección colegiada, en la que Beria controlaba la cartera interior y Molotov se encargaba del fundamental cometido de las relaciones exteriores. Junto a estos principales dirigentes fueron confirmados en el aparato Bulganin como ministro de Defensa y Nikita Kruschev, que sería nombrado primer secretario del Comité Central del partido.
En febrero de 1955 Malenkov dimite ante el fracaso de sus medidas, como la baja de precios al consumo que provocó un desabastecimiento.
El golpe de gracia se lo asestaría personalmente el propio Kruschev cuando, erigiéndose en guardián de la ortodoxia leninista, consiguió en el Soviet Supremo (enero de 1955) la condena de los errores de Malenkov. A continuación se produce uno de los hechos habituales en las purgas políticas soviéticas que la diferencia de las occidentales: en febrero Malenkov realizaba ese “harakiri” político que es la autocrítica, en el que reconocía abierto pero forzadamente su falta de capacidad e inexperiencia. En 1955, Malenkov dejaba el campo libre, era expulsado del Comité Central del PCUS y relegado a un exilio “dorado”, pero infamante para sus ambiciones políticas, como director de una central eléctrica.
Kruschev y el XX Congreso
Por primera vez en la Unión Soviética se trataría con éxito de crear un estado de opinión pública generalizado mediante la utilización de la prensa del partido, la radio o los viajes propagandísticos. Gracias a estos elementos, Kruschev no sólo consiguió desembarazarse de Malenkov y Molotov, sino que vio reconocida su hegemonía, entre otros posibles candidatos de segunda fila, como Bulganin, Kaganovich, Vorochilov… Inmerso en una carrera de revisión antiestalinista, Kruschev protagoniza un gran golpe de efecto en mayo de 1955, al visitar Belgrado y firmar una espectacular reconciliación con Tito.
Las bases ideológicas-tácticas de Kruschev, como luego ha venido siendo habitual entre los dirigentes moscovitas que se han disputado la sucesión, tratan de recuperar algunos de los elementos más positivos del leninismo y de enfrentarlos a gestiones anteriores, que quedaban explícitamente calificadas de anticomunistas. Respecto a las relaciones internacionales, Kruschev atacaría duramente el militarismo y la cultura bélica creada por inspiración de Stalin. Citando a Lenin, afirmaría que la guerra no era inevitable y terminaría haciendo un elogio de los beneficios de la coexistencia pacífica.
Los aspectos socioeconómicos del Congreso recogieron la evidencia del semifracaso del V Plan quinquenal en el sector agrícola, que se habría visto afectado por graves estrangulamiento entre 1952 y 1953, últimos años del gobierno de Stalin. Se afirmaba, en cambio el progreso industrial con un 85 por 100 de incremento productivo en el período del plan, aunque con menos aumento de lo previsto en el capítulo de la productividad laboral. Finalmente se recogía una impresión optimista del futuro, gracias a la elevación general en la renta de un 70 por 100, por encima de las previsiones.
Con estos puntos de partida, el lanzamiento del VI Plan (1956-1960) tuvo que tener en cuenta una mayor dedicación a mejorar las condiciones de consumo, el abastecimiento de las grandes ciudades y la situación de obreros y campesinos. La construcción del socialismo, que desde entonces se admitió menos fácil de lo previsto, habría de hacerse sin relegar los grandes objetivos macroeconómicos pero sin desatender la renta social y el disfrute popular de los beneficios.
Por estas razones se modificaron las cláusulas estalinianas en el mundo del trabajo, reduciendo el horario a siete horas, aumentando los salarios en un 30 por 100 y la renta de los koljosianos en otro 40 por 100. Se impulsó la construcción de viviendas, tratando de incluir entre los objetivos del plan la lamentable situación del hábitat en las grandes ciudades industriales. Los horizontes para el incremento de la producción industrial (65 por 100), mantuvieron las triunfalistas perspectivas anteriores, contando con el apoyo de todos los delegados asistentes al Congreso.
La reforma de la enseñanza, al revitalización de las actividades sindicales y de los soviets de base o la sensación de mayor libertad pública, fueron reconocidas por los medios occidentales, que seguían con interés y falsa complacencia toda la revisión antiestalinista.
El reconocimiento de derechos a los pueblos deportados, la mejora de las condiciones penales y de las garantías procesales, o las reformas en la judicatura y en la reglamentación de los conflictos laborales, fueron medidas paralelas al esfuerzo por atraerse al sector intelectual disidente.
Durante su mandando político, Kruschev conoció momentos de oposición, acoso e incertidumbre, en uno de los cuales sus adversarios consiguieron derribarle.
En los años centrales de su gestión le correspondió vivir una de las mejores épocas del desarrollo contemporáneo de la Unión Soviética.
Los esfuerzos llevados a cabo para difundir en el campo la misma emulación productiva que antiguamente se había propagado en la industria, contaron incluso con la presencia activa del propio Kruschev, que recorría pueblos, granjas y koljoses para estimular una revolución productiva que, según las previsiones oficiales, pretendía igualar las gigantescas producciones americanas en el sector. Se reconocen sustanciales avances en este aspecto, pero sin llegar a os objetivos desmesurados de la planificación. La voluntad política que empujaba al afán emulador perjudicó la ancestral independencia campesina, con la creación o transformación de las explotaciones en granjas estatales, llamadas a cumplir al límite las cifras productivas programadas.
A pesar de todo, el VI Plan quinquenal pomposamente lanzado en el XX Congreso y en el que si se incluían proyectos de envergadura, como la creación de nuevas bases industriales siberianas, hubo de abandonarse por las tensiones inversoras y financieras creadas entre los distintos ministerios encargados. La crisis planificadora se extendió por casi tres años hasta aprobación de un programa recambio, esta vez setenal. El XXI Congreso del partido, que había sido reunido con la calificación de extraordinario para el examen del plan nuevo, se entusiasmó con pretensiones que iban desde las habituales elevaciones productivas hasta la superación de los Estados Unidos, como premisa para alcanzar el socialismo.
El pleno ciclo de lanzamiento de su imagen, Kruschev visitará Estados Unidos, del 15 al 28 de setiembre de 1959. Es también el comienzo de una recuperación del personalismo, como modelo inevitable en los liderazgos del mundo socialista. Cuando Kruschev y Eisenhower se reúnen en Washington, para reafirmar en público los principios de la coexistencia pacífica, en la URSS., han sido desterrados y condenados los métodos estalinistas, se han hechos avances en la tolerancia cultural y se viven momentos de euforia económica y productiva.
El período de Kruschev se caracterizó también por la consolidación de los principales logros soviéticos, anteriores en materia educativa, formación de profesionales, igualdad de sexos y extensión de la sanidad.
La marcha de la producción era tan favorable en los primeros años que el líder soviético no dudaría en elevar oficialmente las perspectivas planificadoras, en el marco del XXII Congreso del PCUS, celebrado en 1961. Las declaraciones optimistas de los dirigentes socialistas, que todavía saboreaban el éxito de su ventaja en la carrera espacial (Suptnik, 1957; Lunik, 1959); vuelos tripulados en 1961), crearon un espejismo político peligroso cuya primera víctima habría de ser el mismo Kruschev.
El escenario de esplendor del Congreso no podía eludir el recuerdo de algunas permanencias drásticas y dolorosas. Desde 1960 se apreciaba un endurecimiento de las condiciones represivas, en especial del régimen judicial y penitenciario, con una aplicación inusitada de la pena de muerte a los delitos sociales o económicos de hasta 160 ejecuciones entre 1961 y 1962. También sufrió un retroceso la tolerancia religiosa y se cortaron las “veleidades” intelectuales.
Mientras se acumulaban las tensiones políticas, culturales o religiosas, las previsiones económicas empezaron a derrumbarse hacia 1963 con el grave descenso registrado en la producción agrícola. El fracaso productivo fue inmediatamente aprovechado por los adversarios del inquilino del Kremlin, que lo achacaron entre otras cosas a la nefasta política desarrollada en las nuevas explotaciones.
En octubre de 1964 cuajaron todas las posiciones adversas a la continuidad de Kruschev. Es acusado en el Comité Central de concentración de poderes, pretensiones disparatadas, incumplimiento de promesas y desafortunada gestión interna y externa. Denuncias que constituían en realidad la capa más superficial del fracaso en los programas sociales y económicos. El 14 de octubre es relevado de sus cargos y se designa a Brezhnev, como primer secretario del partido, y a Kossyguin, presidente del Consejo.
La era Kruschev llegaba a su fin en medio de la sorpresa de los medios occidentales, para quienes simbolizaba toda una fase llena de esperanzas y progresos, después del oscuro periplo estalinista. En medio de la decepción política y personal que habría de producirse su relegación, Kruschev sin embargo, fue uno de los primeros beneficiados de un retiro incruento, que los nuevos modos por él protagonizados habían instituido en la URSS.
El deshielo y la coexistencia entre la URSS. y los EEUU. que se abre a partir de la tensión cubana de 1962 y en especial tras el tratado de agosto de 1963 para la prohibición de pruebas atómicas en la atmósfera, tuvo una consecuencia inesperada en la relaciones ruso-chinas. El coloso asiático, en plena ascensión de su proceso revolucionario, tras la muerte de Stalin no reconocía en sus sucesores el mismo liderazgo. El maoísmo, además, parecía responder mejor a las necesidades políticas de las luchas en el Tercer Mundo que la doctrina contemporizadora exportada por Kruschev.
El primer punto de fricción los constituiría el repliegue cubano, tras el cual Kruschev fue acusado oficialmente por primera vez de haber retrocedido ante la arrogancia imperialista. El abandono ruso fue entendido en Pekín como el inicio de un revisionismo doctrinal que permitía mantener una doble moral política y abandonado a un pequeño país (Cuba) a su suerte, frente a la amenaza yanqui. Las acusaciones de aventurerismo, revisionismo o sectarismo menudearon entre los ideólogos del lado maoísta, y en el plazo, entre 1962 y 1963, produjeron una grave fractura en el conjunto comunista.
Al mismo tiempo, los ideólogos maoístas resucitaban la memoria de Stalin y su dureza antioccidental, para oponerla a Kruschev y a sus excelentes relaciones con los Estados Unidos.
Las acusaciones mutuas continuaron durante 1964, después de que Moscú trató de organizar una reunión de los partidos comunistas de todo el mundo, para pedir la condena de China, y de que Mao contestara acusando a Kruschev de “seudocomunista” y de haber usurpado el poder en la URSS.
Las relaciones entre la URSS. y China van a quedar casi sin contactos hasta la Perestroika.
En 1948 se produjo en Checoslovaquia la quiebra del proceso de democratización “a la occidental” iniciado tras la guerra mundial. El Partido Comunista, vencedor en la elecciones de postguerra, en cuanto tuvo el poder en sus manos aplicó una copia del modelo estalinista, en el que no faltaron purgas políticas y eliminación de los elementos opositores. Al mismo tiempo, el gobierno checo se alineaba junto a Moscú en su enfrentamiento a Tito, y renunciaba de este modo a construir un socialismo particular o nacional, independiente de las directrices soviéticas. La aplicación tensa de este modelo crearía una gestión rígida, aislada de los problemas reales del país y con una práctica política monolítica a favor exclusivo del aparato del partido. El programa que se quería impulsar en la primavera de Praga era el de un socialismo democrático. El fortalecimiento de la independencia sindical, el derecho a la huelga y otras garantías sindicales formaban también parte del programa de abril.
En lo económico se preveían reformas importantes, con las que se trataba de eliminar la recia burocracia estalinista y aumentar la intervención obrera y técnicos en las decisiones empresariales. Sin renunciar a los modelos planificadores, entonces en pleno desarrollo, se oponía el énfasis en una mayor libertad de producción y mercado con el fin de que los consumidores tuvieran más participación en la economía global a través de una mayor opción de compra.
El Pacto de Varsovia decide intervenir y realiza una invasión con sus tanques en Praga. Detiene a Dubceck. Hay represión en las calles. Pero en general las víctimas fueron pocas y los incidentes no fueron tan grandes. Fue aparatosa la presencia de los tanques. La Unión Soviética tuvo que liberar a Dubceck para reorganizar de nuevo la estabilidad política en Checoslovaquia. Todo volvía a la normalidad para abril de 1969.
Meses antes, un terrible suceso conmovía al mundo: el estudiante Jan Pallach, protestando por la tragedia política del país y simbolizando la frustración de sus compatriotas, se quemaba vivo en el centro de Praga. Su entierro, con más de 100.000 personas, se convirtió en el último acto popular de la primavera checoslovaca.
Después de la caída de Kruschev la Unión Soviética vivió un período de incertidumbre política durante el cual sus sucesores trazaron una política ambigua. Si en el plano internacional se mantuvo la tensión armada dentro de un clima de deshielo en el interior algunas de las reformas anteriores fueron consideradas a la baja. Las relaciones internas del bloque comunista se vieron afectadas también durante los primeros años de la época de Brezhnev por los acontecimientos de Checoslovaquia de 1968 y por los graves conflictos obreros de 1970 en Polonia. La intervención soviética en este último caso trataría de evitar una repetición de la primavera checa, excluyendo el envío de tropas.
Los ambiciosos planes y las excelentes perspectivas que muchos vieron abrirse durante el mandato de Kruschev se frenaron de forma sustancial bajo el peso de increíbles dificultades naturales o artificiales y por la necesidad de seguir manteniendo una pugna armamentística cada vez más ruinosa. Los sectores más resentidos fueron el eterno “talón de Aquiles” de la agricultura y otros como la química o maquinaria que habían constituido antes las puntas del desarrollo soviético.
En 1974 la Unión Soviética se convertía en el primer extractor mundial de crudo y gas, y seguía produciendo acero o minerales como nadie en el mundo, pero todo era poco para compensar la prioridad alimenticia de los 250 millones de habitantes de las 15 repúblicas. Además había demasiada población urbana (65 %).
La alargada gestión de Brezhnev, considerada más o menos entre 1965 y 1982, fecha de su muerte, ha sido uno de los períodos más estancados y degenerativos en el orden interno de la historia de la Unión Soviética. Caracterizada en el plano político por una concentración de poderes sólo comparable a la de Stalin, estableció un estilo de gobierno sin grandes complicaciones, pero carente de ideales y apoyado en camarillas familiares. Las continuas concesiones al apetito armamentístico del ejército hicieron de éste el más celoso guardián del Estado y sirvieron de garantía de continuidad para un régimen plano y poco dado a la autocrítica.
La burocracia y la venalidad se adueñaron del aparato hasta extremos desconocidos en la Unión Soviética, más por el relajo y la indolencia de la administración o el partido que por una intención definida de antemano.
Resulta difícil encontrar en toda la trayectoria del socialismo mundial un líder que provocara menos fervor popular y entusiasmo que el hierático Brezhnev. Su ausencia de carisma político y la escasez de sus recursos personales se agravaban con un mercado inmovilismo aparente, a través del cual, sin embargo, el país de los soviets se encaminaba hacia la crisis y la quiebra.
El inmediato sucesor de Brezhnev; Andropov apenas pudo esbozar un leve intento de reforma interna a partir de 1982, cuando le sorprendió la muerte en pleno proceso de descubrimiento crítico de las carencias del régimen.
Debilidad del crecimiento oficial; desviación de un alto porcentaje del producto agrícola hacia el mercado paralelo o el absentismo laboral se habían convertido en los principales enemigos de la planificación.
El 11 de marzo de 1985 Mijail Gorbachov llega al poder.
El Estado de bienestar soviético, que aseguraba el trabajo, la educación o la salud (los tres pilares más abandonados por el capitalismo) no eran capaces en cambio de satisfacer necesidades nimias de consumo medio. En el país que se preparaba para conquistar Marte, que ocupaba la cabecera de la investigación espacial y desarrollaba programas científicos de punta, podía suceder cosas tan inauditas y exasperantes como la inexistencia de jeringuillas desechables en hospitales y clínicas, o la escasez de fruta fresca en las tiendas de Moscú.
Las reformas económicas de Gorbachov se inspiran más en la apertura de la producción mediante estímulos a la iniciativa privada en los sectores agrícolas y servicios, que en una sofocante centralización y estatización. En este aspecto son destacables las medidas sobre comercialización agraria, que ha facilitado el acceso al mercado urbano de algunas especialidades obtenidas en régimen de producción privada por el campesinado soviético. Los excedentes agrícolas de las pequeñas explotaciones que los campesinos usufructúan, vendidos en régimen de libertad de precios, además de proporcionar nuevos alicientes y sabrosos ingresos a éstos, permiten un mejor abastecimiento en las grandes ciudades.
Junto a ello destacan las disposiciones que legalizan el trabajo individual autónomo o las cooperativas privadas.
Entre el declive de los servicios o la disminución de la renta real se incubaba el desengaño ciudadano y la disconformidad de los disidentes. De otro lado, la falta de cauces político-civiles de reivindicación y la represión sobre cualquier forma opositora crearon las condiciones para el desarrollo del absentismo social y laboral, la corrupción, al abandono o el alcoholismo, como formulas de evasión de la realidad. Los hombres de la Perestroika, con Gorbachov al frente, comprendieron pronto que la degradación económica había conducido a un similar estrago de ideales políticos que inspiraron la revolución, y que era imprescindible integrar en un mismo proyecto a la disidencia recuperable y a los hombres más críticos del partido y el aparato.
En la Unión Soviética no hay propiedad privada de los grandes medios de producción, cuya titularidad corresponde al Estado o a los organismos por él delegados, y que entre nosotros sirve de referencia clasista. Pero existen castas de privilegiados que controlan estos medios “en nombre del socialismo”, desviando en beneficio propio las principales decisiones sobre la organización del trabajo, la inversión o los beneficios y gozando de una mejor situación socioeconómica derivada de su posición preferente en la administración o el partido.
La reforma del partido comunista con limitaciones en los cargos y la revitalización de los soviets, tan marginados desde el período estalinista, la libertad de expresión política marcaba la pauta cotidiana en la URSS. El propio PCUS con el equipo Gorbachov al frente, fue el mayor propagandista y el mejor animador en los comicios, proponiendo a los soviéticos la elección de una nueva generación de diputados abiertos al diálogo y con posibilidades de hacer progresar el país.
El poder político del Estado, después de las elecciones de 1989, lo constituyeron dos parlamentos. Uno conocido como Congreso de los Diputados Populares, con 2.250 miembros, y otro de 500 diputados, de carácter permanente, que recibirá el nombre de Soviet Supremo de la Unión Soviética. A pesar de toda la participación electoral del censo soviético no era todavía abierta.
Perestroika
Antes que en los países socialistas, la Perestroika se dejó sentir con fuerza en algunas repúblicas soviéticas y en los sectores más dinámicos de la sociedad rusa. En general la respuesta fue positiva y una mayoría de los elementos más avanzados del país apoyaba la consolidación de las reformas e incluso apostaba por una mayor profundidad en las mismas.
Se crearon clubs juveniles, asociaciones culturales y ciudadanas. Se dieron centros y mesas de discusión que todo el ambiente sociopolítico durante 1987 y 1988.
Las enmiendas constitucionales promovidas por Moscú en 1988 tratando de sujetar las tensiones nacionales surgidas en algunas repúblicas bálticas e islámicas, originaron conflictos y problemas que alcanzaron grave relieve en regiones como Armenia, Georgia, Azerbaiyán o Estonia.
Los principales representantes de la ortodoxia opusieron dura resistencia a los cambios y enfrentaron a los políticos e intelectuales que recogiendo el ejemplo moscovita alentaba una apertura política y económica del sistema.
La URSS., a través de la estructura del CAME (el mercado común de la Europa socialista) mantuvo un papel hegemónico en los intercambios dentro del bloque. Sin embargo, como Hungría o Polonia, llevaron a cabo experimentos y tentativas de reformas separadas de las exclusivas relaciones económicas de estos países tiene su origen en la crisis de finales de los setenta, cuando la rebelión yugoslava se sumaron los casos particulares de Rumania y el intento checoslovaco de 1968.
La excelente imagen internacional que Gorbachov había difundido con sus continuas manifestaciones a favor de la apertura y la reforma de su régimen, calaba entre las nuevas generaciones y producía espontáneas muestras de simpatía o apoyo. Esta identificación popular con los purificadores aires moscovitas encerraba no pocas dosis de rebeldía contra la resistencia conservadora, que algunos ortodoxos y estalinistas tardíos estaban oponiendo al estilo renovador. Trabajadores de los astilleros polacos, jóvenes manifestantes de Praga, grupo de berlineses orientales que se acercan a escuchar música moderna por encima del “muro”, o húngaros que portan insignias pro-Perestroika, admiran a Gorbachov y sus reformas, más por el reto esperanzador que suponen que por una identificación política con los intereses históricos de la URSS.
A finales del 88 la presión social y política a favor de las reformas era incontenible y todos los Estados trataban de aplicar soluciones propias o diferenciadas, pero de cualquier modo encaminadas a obtener un consenso nacional político que permitiera adoptar cambios económicos sustanciales, con los que eliminar el descontento y mejorar las condiciones del socialismo real.
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