domingo, 24 de julio de 2011

Material para 4º Año


LA UNIÓN SOVIÉTICA

En 1917 se da una primera etapa en el proceso revolucionario en febrero: varios cuerpos del ejército se pasan a los revolucionarios; además se da la fundación del Comité ejecutivo provisional del Consejo Obrero.
Estas movilizaciones llevan a la abdicación del zar Nicolás II.
Lenin en abril en su “Tesis de abril” pide todo el poder para los soviets. Pide además la constitución de una República de Soviets y nacionalización de la banca y de la propiedad privada.
En octubre se dará la Revolución bolchevique.

Unión Soviética entre 1924-1930


El proceso por el que Stalin se convierte en dictador absoluto de la URSS. , es el de la liquidación sistemática de todo tipo de oposición en la Unión Soviética.
En 1925 se da la destitución de Trotski como comisario de guerra debido a que sus teorías a cerca de la revolución permanente se oponen a las del socialismo en un solo país, defendidas por Stalin. Trotski muere asesinado en Méjico luego de ser expulsado del país en 1929.
En 1928 comienzan los planes quinquenales. La Unión Soviética pasa a una industrialización moderna y el proceso de industrialización se centra en la industria pesada. Se da una colectivización de la agricultura. Desaparecen los kulaks (clase media campesina). Creación de los koljoses (cooperativas colectivas que implican la propiedad de producción, pero no de la tierra) y sovjoses (granjas socializadas cuya producción, maquinaria y tierra pertenecen al Estado).
Técnicos y burócratas del Partido Comunista influyen con mucho peso en el gobierno.
En lo educativo se da una enseñanza obligatoria y gratuita (desaparece el analfabetismo).
La Constitución de 1936 establece la existencia de 11 repúblicas que integran un Estado Federal (Rusia, Ucrania, Bielorrusia, Georgia, Armenia, Azerbaiján, Kazan, Kirguistán, Uzbekistán, Turkmenistan y Tajikistan) a las que se les reconoce el derecho de separarse de la Unión.
El órgano supremo del poder es el Soviet Supremo. No existe división de poderes.

El Modelo Soviético
Las modificaciones políticas y el ascenso de los partidos comunistas se realizaron en la Europa oriental al mismo tiempo que se llevaban a cabo algunas medidas decisivas para la transformación social y económica del anterior sistema capitalista. La situación inicial, en estos países en los que se había desarrollado una parte sustancial de la guerra, que no podía se más desastrosa. A las pérdidas humanas, como hemos visto para otras naciones implicadas, se añadían las agrícolas, el desmantelamiento industrial y la destrucción de comunicaciones o medio de transporte. La desvalorización de las monedas, las pérdidas de reservas financieras y el endeudamiento eran también considerables en 1945.
Las coaliciones gubernamentales adoptarían radicales medidas de confiscación y nacionalización de bienes de propiedad de numerosas familias y grandes propietarios colaboracionistas o huidos del país.
En líneas generales la política económica tuvo que contar en los primeros años con la variedad de fuerzas e intereses coligados. No obstante, desde la llegada al poder de los comunistas, se generaliza el modelo soviético de planificación quinquenal que, dado el abrumador peso de la economía pública, se convertía de hecho en el motor del desarrollo.
Pero la revolución se aplicó con mayor énfasis en la reestructuración de la sociedad anterior. Las clases dirigentes del período burgués (nobleza, empresarios, clero, grandes propietarios…) perdieron su peso económico y político. Las clases medias, pequeño burgueses y empresarios liberales hubieron de pasar por una dura fase de readaptación, mientras en el estamento intelectual se operaban frecuentes divisiones. Tradicional cantera de la clase política, los intelectuales y profesionales de la abogacía, la enseñanza, la administración, etc., vieron cómo obreros y militantes comunistas, junto a otros revolucionarios copaban los puestos clave en el nuevo Estado. El campesinado no propietario favorecido por la reforma agraria, sin embargo, tendría que soportar la relegación de su sector económico ante las inversiones prioritarias en la industria. En cuanto al proletariado industrial y a la gran mayoría de las clases urbanas constituyeron desde el comienzo el mejor sostén de los nuevos regímenes, por su mayor concienciación política y un mejor potencial revolucionario desarrollado bajo la propaganda marxista de épocas anteriores.

La Unión Soviética después de Stalin

Hasta el más reciente intento liberalizador del premier Gorbachov, la muerte de Stalin, los sucesos que constituyen la crónica de la disputa por su herencia y la fase de reformas posterior son sin duda los acontecimientos más relevantes y que han despertado mayor interés de toda la actual historia soviética. La troika de políticos que trataría de asumir el mando tras la desaparición del hombre que fuera venerado como un zar la componían tres hombres de diferente valía, distinta perspectiva política y variada intención. El primero de ellos, e inicialmente llamado a ocupar el más alto cargo del país, era Malenkov, que había sido secretario personal de Stalin y era vicepresidente del Gobierno y secretario adjunto del Comité Central del PCUS (Partido Comunista de la Unión Soviética).
Al asumir el mando, Malenkov se decidió por sustituir la autocracia estaliniana por una dirección colegiada, en la que Beria controlaba la cartera interior y Molotov se encargaba del fundamental cometido de las relaciones exteriores. Junto a estos principales dirigentes fueron confirmados en el aparato Bulganin como ministro de Defensa y Nikita Kruschev, que sería nombrado primer secretario del Comité Central del partido.
En febrero de 1955 Malenkov dimite ante el fracaso de sus medidas, como la baja de precios al consumo que provocó un desabastecimiento.
El golpe de gracia se lo asestaría personalmente el propio Kruschev cuando, erigiéndose en guardián de la ortodoxia leninista, consiguió en el Soviet Supremo (enero de 1955) la condena de los errores de Malenkov. A continuación se produce uno de los hechos habituales en las purgas políticas soviéticas que la diferencia de las occidentales: en febrero Malenkov realizaba ese “harakiri” político que es la autocrítica, en el que reconocía abierto pero forzadamente su falta de capacidad e inexperiencia. En 1955, Malenkov dejaba el campo libre, era expulsado del Comité Central del PCUS y relegado a un exilio “dorado”, pero infamante para sus ambiciones políticas, como director de una central eléctrica.

Kruschev y el XX Congreso

Por primera vez en la Unión Soviética se trataría con éxito de crear un estado de opinión pública generalizado mediante la utilización de la prensa del partido, la radio o los viajes propagandísticos. Gracias a estos elementos, Kruschev no sólo consiguió desembarazarse de Malenkov y Molotov, sino que vio reconocida su hegemonía, entre otros posibles candidatos de segunda fila, como Bulganin, Kaganovich, Vorochilov… Inmerso en una carrera de revisión antiestalinista, Kruschev protagoniza un gran golpe de efecto en mayo de 1955, al visitar Belgrado y firmar una espectacular reconciliación con Tito.
Las bases ideológicas-tácticas de Kruschev, como luego ha venido siendo habitual entre los dirigentes moscovitas que se han disputado la sucesión, tratan de recuperar algunos de los elementos más positivos del leninismo y de enfrentarlos a gestiones anteriores, que quedaban explícitamente calificadas de anticomunistas. Respecto a las relaciones internacionales, Kruschev atacaría duramente el militarismo y la cultura bélica creada por inspiración de Stalin. Citando a Lenin, afirmaría que la guerra no era inevitable y terminaría haciendo un elogio de los beneficios de la coexistencia pacífica.
Los aspectos socioeconómicos del Congreso recogieron la evidencia del semifracaso del V Plan quinquenal en el sector agrícola, que se habría visto afectado por graves estrangulamiento entre 1952 y 1953, últimos años del gobierno de Stalin. Se afirmaba, en cambio el progreso industrial con un 85 por 100 de incremento productivo en el período del plan, aunque con menos aumento de lo previsto en el capítulo de la productividad laboral. Finalmente se recogía una impresión optimista del futuro, gracias a la elevación general en la renta de un 70 por 100, por encima de las previsiones.
Con estos puntos de partida, el lanzamiento del VI Plan (1956-1960) tuvo que tener en cuenta una mayor dedicación a mejorar las condiciones de consumo, el abastecimiento de las grandes ciudades y la situación de obreros y campesinos. La construcción del socialismo, que desde entonces se admitió menos fácil de lo previsto, habría de hacerse sin relegar los grandes objetivos macroeconómicos pero sin desatender la renta social y el disfrute popular de los beneficios.
Por estas razones se modificaron las cláusulas estalinianas en el mundo del trabajo, reduciendo el horario a siete horas, aumentando los salarios en un 30 por 100 y la renta de los koljosianos en otro 40 por 100. Se impulsó la construcción de viviendas, tratando de incluir entre los objetivos del plan la lamentable situación del hábitat en las grandes ciudades industriales. Los horizontes para el incremento de la producción industrial (65 por 100), mantuvieron las triunfalistas perspectivas anteriores, contando con el apoyo de todos los delegados asistentes al Congreso.
La reforma de la enseñanza, al revitalización de las actividades sindicales y de los soviets de base o la sensación de mayor libertad pública, fueron reconocidas por los medios occidentales, que seguían con interés y falsa complacencia toda la revisión antiestalinista.
El reconocimiento de derechos a los pueblos deportados, la mejora de las condiciones penales y de las garantías procesales, o las reformas en la judicatura y en la reglamentación de los conflictos laborales, fueron medidas paralelas al esfuerzo por atraerse al sector intelectual disidente.
Durante su mandando político, Kruschev conoció momentos de oposición, acoso e incertidumbre, en uno de los cuales sus adversarios consiguieron derribarle.
En los años centrales de su gestión le correspondió vivir una de las mejores épocas del desarrollo contemporáneo de la Unión Soviética.
Los esfuerzos llevados a cabo para difundir en el campo la misma emulación productiva que antiguamente se había propagado en la industria, contaron incluso con la presencia activa del propio Kruschev, que recorría pueblos, granjas y koljoses para estimular una revolución productiva que, según las previsiones oficiales, pretendía igualar las gigantescas producciones americanas en el sector. Se reconocen sustanciales avances en este aspecto, pero sin llegar a os objetivos desmesurados de la planificación. La voluntad política que empujaba al afán emulador perjudicó la ancestral independencia campesina, con la creación o transformación de las explotaciones en granjas estatales, llamadas a cumplir al límite las cifras productivas programadas.
A pesar de todo, el VI Plan quinquenal pomposamente lanzado en el XX Congreso y en el que si se incluían proyectos de envergadura, como la creación de nuevas bases industriales siberianas, hubo de abandonarse por las tensiones inversoras y financieras creadas entre los distintos ministerios encargados. La crisis planificadora se extendió por casi tres años hasta aprobación de un programa recambio, esta vez setenal. El XXI Congreso del partido, que había sido reunido con la calificación de extraordinario para el examen del plan nuevo, se entusiasmó con pretensiones que iban desde las habituales elevaciones productivas hasta la superación de los Estados Unidos, como premisa para alcanzar el socialismo.
El pleno ciclo de lanzamiento de su imagen, Kruschev visitará Estados Unidos, del 15 al 28 de setiembre de 1959. Es también el comienzo de una recuperación del personalismo, como modelo inevitable en los liderazgos del mundo socialista. Cuando Kruschev y Eisenhower se reúnen en Washington, para reafirmar en público los principios de la coexistencia pacífica, en la URSS., han sido desterrados y condenados los métodos estalinistas, se han hechos avances en la tolerancia cultural y se viven momentos de euforia económica y productiva.
El período de Kruschev se caracterizó también por la consolidación de los principales logros soviéticos, anteriores en materia educativa, formación de profesionales, igualdad de sexos y extensión de la sanidad.
La marcha de la producción era tan favorable en los primeros años que el líder soviético no dudaría en elevar oficialmente las perspectivas planificadoras, en el marco del XXII Congreso del PCUS, celebrado en 1961. Las declaraciones optimistas de los dirigentes socialistas, que todavía saboreaban el éxito de su ventaja en la carrera espacial (Suptnik, 1957; Lunik, 1959); vuelos tripulados en 1961), crearon un espejismo político peligroso cuya primera víctima habría de ser el mismo Kruschev.
El escenario de esplendor del Congreso no podía eludir el recuerdo de algunas permanencias drásticas y dolorosas. Desde 1960 se apreciaba un endurecimiento de las condiciones represivas, en especial del régimen judicial y penitenciario, con una aplicación inusitada de la pena de muerte a los delitos sociales o económicos de hasta 160 ejecuciones entre 1961 y 1962. También sufrió un retroceso la tolerancia religiosa y se cortaron las “veleidades” intelectuales.
Mientras se acumulaban las tensiones políticas, culturales o religiosas, las previsiones económicas empezaron a derrumbarse hacia 1963 con el grave descenso registrado en la producción agrícola. El fracaso productivo fue inmediatamente aprovechado por los adversarios del inquilino del Kremlin, que lo achacaron entre otras cosas a la nefasta política desarrollada en las nuevas explotaciones.
En octubre de 1964 cuajaron todas las posiciones adversas a la continuidad de Kruschev. Es acusado en el Comité Central de concentración de poderes, pretensiones disparatadas, incumplimiento de promesas y desafortunada gestión interna y externa. Denuncias que constituían en realidad la capa más superficial del fracaso en los programas sociales y económicos. El 14 de octubre es relevado de sus cargos y se designa a Brezhnev, como primer secretario del partido, y a Kossyguin, presidente del Consejo.
La era Kruschev llegaba a su fin en medio de la sorpresa de los medios occidentales, para quienes simbolizaba toda una fase llena de esperanzas y progresos, después del oscuro periplo estalinista. En medio de la decepción política y personal que habría de producirse su relegación, Kruschev sin embargo, fue uno de los primeros beneficiados de un retiro incruento, que los nuevos modos por él protagonizados habían instituido en la URSS.

El deshielo y la coexistencia entre la URSS. y los EEUU. que se abre a partir de la tensión cubana de 1962 y en especial tras el tratado de agosto de 1963 para la prohibición de pruebas atómicas en la atmósfera, tuvo una consecuencia inesperada en la relaciones ruso-chinas. El coloso asiático, en plena ascensión de su proceso revolucionario, tras la muerte de Stalin no reconocía en sus sucesores el mismo liderazgo. El maoísmo, además, parecía responder mejor a las necesidades políticas de las luchas en el Tercer Mundo que la doctrina contemporizadora exportada por Kruschev.
El primer punto de fricción los constituiría el repliegue cubano, tras el cual Kruschev fue acusado oficialmente por primera vez de haber retrocedido ante la arrogancia imperialista. El abandono ruso fue entendido en Pekín como el inicio de un revisionismo doctrinal que permitía mantener una doble moral política y abandonado a un pequeño país (Cuba) a su suerte, frente a la amenaza yanqui. Las acusaciones de aventurerismo, revisionismo o sectarismo menudearon entre los ideólogos del lado maoísta, y en el plazo, entre 1962 y 1963, produjeron una grave fractura en el conjunto comunista.
Al mismo tiempo, los ideólogos maoístas resucitaban la memoria de Stalin y su dureza antioccidental, para oponerla a Kruschev y a sus excelentes relaciones con los Estados Unidos.
Las acusaciones mutuas continuaron durante 1964, después de que Moscú trató de organizar una reunión de los partidos comunistas de todo el mundo, para pedir la condena de China, y de que Mao contestara acusando a Kruschev de “seudocomunista” y de haber usurpado el poder en la URSS.
Las relaciones entre la URSS. y China van a quedar casi sin contactos hasta la Perestroika.

En 1948 se produjo en Checoslovaquia la quiebra del proceso de democratización “a la occidental” iniciado tras la guerra mundial. El Partido Comunista, vencedor en la elecciones de postguerra, en cuanto tuvo el poder en sus manos aplicó una copia del modelo estalinista, en el que no faltaron purgas políticas y eliminación de los elementos opositores. Al mismo tiempo, el gobierno checo se alineaba junto a Moscú en su enfrentamiento a Tito, y renunciaba de este modo a construir un socialismo particular o nacional, independiente de las directrices soviéticas. La aplicación tensa de este modelo crearía una gestión rígida, aislada de los problemas reales del país y con una práctica política monolítica a favor exclusivo del aparato del partido. El programa que se quería impulsar en la primavera de Praga era el de un socialismo democrático. El fortalecimiento de la independencia sindical, el derecho a la huelga y otras garantías sindicales formaban también parte del programa de abril.
En lo económico se preveían reformas importantes, con las que se trataba de eliminar la recia burocracia estalinista y aumentar la intervención obrera y técnicos en las decisiones empresariales. Sin renunciar a los modelos planificadores, entonces en pleno desarrollo, se oponía el énfasis en una mayor libertad de producción y mercado con el fin de que los consumidores tuvieran más participación en la economía global a través de una mayor opción de compra.
El Pacto de Varsovia decide intervenir y realiza una invasión con sus tanques en Praga. Detiene a Dubceck. Hay represión en las calles. Pero en general las víctimas fueron pocas y los incidentes no fueron tan grandes. Fue aparatosa la presencia de los tanques. La Unión Soviética tuvo que liberar a Dubceck para reorganizar de nuevo la estabilidad política en Checoslovaquia. Todo volvía a la normalidad para abril de 1969.
Meses antes, un terrible suceso conmovía al mundo: el estudiante Jan Pallach, protestando por la tragedia política del país y simbolizando la frustración de sus compatriotas, se quemaba vivo en el centro de Praga. Su entierro, con más de 100.000 personas, se convirtió en el último acto popular de la primavera checoslovaca.

Después de la caída de Kruschev la Unión Soviética vivió un período de incertidumbre política durante el cual sus sucesores trazaron una política ambigua. Si en el plano internacional se mantuvo la tensión armada dentro de un clima de deshielo en el interior algunas de las reformas anteriores fueron consideradas a la baja. Las relaciones internas del bloque comunista se vieron afectadas también durante los primeros años de la época de Brezhnev por los acontecimientos de Checoslovaquia de 1968 y por los graves conflictos obreros de 1970 en Polonia. La intervención soviética en este último caso trataría de evitar una repetición de la primavera checa, excluyendo el envío de tropas.
Los ambiciosos planes y las excelentes perspectivas que muchos vieron abrirse durante el mandato de Kruschev se frenaron de forma sustancial bajo el peso de increíbles dificultades naturales o artificiales y por la necesidad de seguir manteniendo una pugna armamentística cada vez más ruinosa. Los sectores más resentidos fueron el eterno “talón de Aquiles” de la agricultura y otros como la química o maquinaria que habían constituido antes las puntas del desarrollo soviético.
En 1974 la Unión Soviética se convertía en el primer extractor mundial de crudo y gas, y seguía produciendo acero o minerales como nadie en el mundo, pero todo era poco para compensar la prioridad alimenticia de los 250 millones de habitantes de las 15 repúblicas. Además había demasiada población urbana (65 %).
La alargada gestión de Brezhnev, considerada más o menos entre 1965 y 1982, fecha de su muerte, ha sido uno de los períodos más estancados y degenerativos en el orden interno de la historia de la Unión Soviética. Caracterizada en el plano político por una concentración de poderes sólo comparable a la de Stalin, estableció un estilo de gobierno sin grandes complicaciones, pero carente de ideales y apoyado en camarillas familiares. Las continuas concesiones al apetito armamentístico del ejército hicieron de éste el más celoso guardián del Estado y sirvieron de garantía de continuidad para un régimen plano y poco dado a la autocrítica.
La burocracia y la venalidad se adueñaron del aparato hasta extremos desconocidos en la Unión Soviética, más por el relajo y la indolencia de la administración o el partido que por una intención definida de antemano.
Resulta difícil encontrar en toda la trayectoria del socialismo mundial un líder que provocara menos fervor popular y entusiasmo que el hierático Brezhnev. Su ausencia de carisma político y la escasez de sus recursos personales se agravaban con un mercado inmovilismo aparente, a través del cual, sin embargo, el país de los soviets se encaminaba hacia la crisis y la quiebra.

El inmediato sucesor de Brezhnev; Andropov apenas pudo esbozar un leve intento de reforma interna a partir de 1982, cuando le sorprendió la muerte en pleno proceso de descubrimiento crítico de las carencias del régimen.
Debilidad del crecimiento oficial; desviación de un alto porcentaje del producto agrícola hacia el mercado paralelo o el absentismo laboral se habían convertido en los principales enemigos de la planificación.
El 11 de marzo de 1985 Mijail Gorbachov llega al poder.
El Estado de bienestar soviético, que aseguraba el trabajo, la educación o la salud (los tres pilares más abandonados por el capitalismo) no eran capaces en cambio de satisfacer necesidades nimias de consumo medio. En el país que se preparaba para conquistar Marte, que ocupaba la cabecera de la investigación espacial y desarrollaba programas científicos de punta, podía suceder cosas tan inauditas y exasperantes como la inexistencia de jeringuillas desechables en hospitales y clínicas, o la escasez de fruta fresca en las tiendas de Moscú.
Las reformas económicas de Gorbachov se inspiran más en la apertura de la producción mediante estímulos a la iniciativa privada en los sectores agrícolas y servicios, que en una sofocante centralización y estatización. En este aspecto son destacables las medidas sobre comercialización agraria, que ha facilitado el acceso al mercado urbano de algunas especialidades obtenidas en régimen de producción privada por el campesinado soviético. Los excedentes agrícolas de las pequeñas explotaciones que los campesinos usufructúan, vendidos en régimen de libertad de precios, además de proporcionar nuevos alicientes y sabrosos ingresos a éstos, permiten un mejor abastecimiento en las grandes ciudades.
Junto a ello destacan las disposiciones que legalizan el trabajo individual autónomo o las cooperativas privadas.

Entre el declive de los servicios o la disminución de la renta real se incubaba el desengaño ciudadano y la disconformidad de los disidentes. De otro lado, la falta de cauces político-civiles de reivindicación y la represión sobre cualquier forma opositora crearon las condiciones para el desarrollo del absentismo social y laboral, la corrupción, al abandono o el alcoholismo, como formulas de evasión de la realidad. Los hombres de la Perestroika, con Gorbachov al frente, comprendieron pronto que la degradación económica había conducido a un similar estrago de ideales políticos que inspiraron la revolución, y que era imprescindible integrar en un mismo proyecto a la disidencia recuperable y a los hombres más críticos del partido y el aparato.
En la Unión Soviética no hay propiedad privada de los grandes medios de producción, cuya titularidad corresponde al Estado o a los organismos por él delegados, y que entre nosotros sirve de referencia clasista. Pero existen castas de privilegiados que controlan estos medios “en nombre del socialismo”, desviando en beneficio propio las principales decisiones sobre la organización del trabajo, la inversión o los beneficios y gozando de una mejor situación socioeconómica derivada de su posición preferente en la administración o el partido.

La reforma del partido comunista con limitaciones en los cargos y la revitalización de los soviets, tan marginados desde el período estalinista, la libertad de expresión política marcaba la pauta cotidiana en la URSS. El propio PCUS con el equipo Gorbachov al frente, fue el mayor propagandista y el mejor animador en los comicios, proponiendo a los soviéticos la elección de una nueva generación de diputados abiertos al diálogo y con posibilidades de hacer progresar el país.
El poder político del Estado, después de las elecciones de 1989, lo constituyeron dos parlamentos. Uno conocido como Congreso de los Diputados Populares, con 2.250 miembros, y otro de 500 diputados, de carácter permanente, que recibirá el nombre de Soviet Supremo de la Unión Soviética. A pesar de toda la participación electoral del censo soviético no era todavía abierta.

Perestroika
Antes que en los países socialistas, la Perestroika se dejó sentir con fuerza en algunas repúblicas soviéticas y en los sectores más dinámicos de la sociedad rusa. En general la respuesta fue positiva y una mayoría de los elementos más avanzados del país apoyaba la consolidación de las reformas e incluso apostaba por una mayor profundidad en las mismas.
Se crearon clubs juveniles, asociaciones culturales y ciudadanas. Se dieron centros y mesas de discusión que todo el ambiente sociopolítico durante 1987 y 1988.
Las enmiendas constitucionales promovidas por Moscú en 1988 tratando de sujetar las tensiones nacionales surgidas en algunas repúblicas bálticas e islámicas, originaron conflictos y problemas que alcanzaron grave relieve en regiones como Armenia, Georgia, Azerbaiyán o Estonia.
Los principales representantes de la ortodoxia opusieron dura resistencia a los cambios y enfrentaron a los políticos e intelectuales que recogiendo el ejemplo moscovita alentaba una apertura política y económica del sistema.
La URSS., a través de la estructura del CAME (el mercado común de la Europa socialista) mantuvo un papel hegemónico en los intercambios dentro del bloque. Sin embargo, como Hungría o Polonia, llevaron a cabo experimentos y tentativas de reformas separadas de las exclusivas relaciones económicas de estos países tiene su origen en la crisis de finales de los setenta, cuando la rebelión yugoslava se sumaron los casos particulares de Rumania y el intento checoslovaco de 1968.
La excelente imagen internacional que Gorbachov había difundido con sus continuas manifestaciones a favor de la apertura y la reforma de su régimen, calaba entre las nuevas generaciones y producía espontáneas muestras de simpatía o apoyo. Esta identificación popular con los purificadores aires moscovitas encerraba no pocas dosis de rebeldía contra la resistencia conservadora, que algunos ortodoxos y estalinistas tardíos estaban oponiendo al estilo renovador. Trabajadores de los astilleros polacos, jóvenes manifestantes de Praga, grupo de berlineses orientales que se acercan a escuchar música moderna por encima del “muro”, o húngaros que portan insignias pro-Perestroika, admiran a Gorbachov y sus reformas, más por el reto esperanzador que suponen que por una identificación política con los intereses históricos de la URSS.
A finales del 88 la presión social y política a favor de las reformas era incontenible y todos los Estados trataban de aplicar soluciones propias o diferenciadas, pero de cualquier modo encaminadas a obtener un consenso nacional político que permitiera adoptar cambios económicos sustanciales, con los que eliminar el descontento y mejorar las condiciones del socialismo real.

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