miércoles, 22 de mayo de 2013
Liceo de Libertad. Material para 1er año
LOS PRIMEROS TIEMPOS
Origen del Universo
Uno de los científicos más renombrados actualmente, el físico inglés Stephen Hawking planteó la siguiente interrogante: ¿Tuvo el Universo un principio, y si es así, qué pasó antes de eso?
El filósofo y teólogo latino San Agustín (354-430), ya en la Edad Antigua se había formulado esta pregunta, y la contestó diciendo que el tiempo no existía antes del comienzo del Universo.
En la actualidad la teoría sobre el origen del Universo más aceptada científicamente es la del Big Bang (o la Gran Explosión). Como no se conoce todavía qué pasó antes del Bin Bang, se toma este acontecimiento como el inicio del Universo.
¿En qué consistió el Bin Bang? Según esta teoría, el Universo (es decir, todo lo que conocemos y que nos rodea) se originó en una gran explosión. Hace 13.700 millones de años, el germen de todo lo existente estaba concentrado en “algo” muy pequeño e inimaginable denso y caliente. Al explotar comenzó a expandirse y a enfriarse. Al principio la temperatura era tan elevada que la materia se agrupó en galaxias (como nuestra Vía Láctea), que a su vez dieron origen a las estrellas. Todos los demás elementos que conocemos se produjeron en los reactores nucleares que son las estrellas. Algunos astros a su vez han estallado (las llamadas supernovas) expulsando los elementos que constituyen la base de la vida conocida: el carbono, el oxígeno, el nitrógeno, etc.
Esto nos remite a la frase del investigador y escritor Carl Sagan: “Somos materia estelar, hijos de las estrellas”.
La Tierra
Podemos calcular el origen de la Tierra aproximadamente en unos 4.500 millones de años. A medida que se fue enfriando, primero se formaron capas sólidas y luego el agua. La Tierra tuvo –y continúa sufriendo- cambios en la superficie, por plegamientos que dan origen a las montaña; por proceso de erosión, que las desgastan; por sedimentación (acumulación de sedimentos), que transforma lugares antes cubiertos por agua en llanuras. También sufrió cambios de temperatura: hace dos mil millones de años, el agua estaba tan caliente que sólo podían vivir en ambientes acuáticos las algas microscópicas; en cambio, hace “apenas” 125.000 años, las bajas temperaturas produjeron las glaciaciones, o congelamiento de grandes masas de agua.
Evolución de la vida en nuestro planeta
La existencia de agua en nuestro planeta dio comienzo a la vida; en ella se combinaron distintas sustancias químicas produciendo moléculas de ADN (ácido desoxirribonucleico). Estas moléculas las poseen las características esenciales de la vida y son capaces de reproducirse a sí mismas y de cambiar.
Los primeros seres vivos que se formaron vivían, pues, en el agua, y eran unicelulares; luego fueron Evolucionando hacia formas más complejas.
Los orígenes del hombre
El hombre no desciende del mono, sino que pertenece al mismo orden biológico, el primate (orden de mamíferos que tiene cuatro extremidades, con plantas con cinco dedos y el pulgar oponible al índice, adaptado a la vida arborícola, con cráneo de notable volumen). Sus antepasados más lejanos fueron los pro-simios, insectívoros. Los parientes más cercanos del hombre son los primates antropoides (con forma de hombre): gorilas y chimpancés; los orangutanes se diferenciaron un poco antes.
El hombre fue evolucionando en diferentes especies de homínidos, que constituyen una familia dentro del orden de los primates. Los homínidos se caracterizan por su postura bípeda (en dos pies) erguida y por el gran desarrollo de la capacidad craneana; actualmente cuentan con un único representante vivo en la tierra: el homo sapiens moderno, o sea nosotros. Coincidiendo con la hipótesis de Charles Darwin sobre el origen africano del hombre, las últimas investigaciones afirman que nuestra especie surgió en África, hace por lo menos 120.000 años. Pero hubo formas (o subespecies) de homo sapiens más antiguas, como el hombre de Neanderthal, que no existen en la actualidad. Por eso científicamente se afirma que la raza humana actual es una sola, y se denomina homo sapiens sapiens.
Los homínidos, denominados australopitecos, fueron hallados en África oriental y sur. Los paleoantropólogos encontraron antiguos restos humanos fosilizados y los clasificaron de acuerdo a sus características, antigüedad, y al lugar en donde fueron hallados.
Los investigadores utilizan los conocimientos de las Ciencias Exactas y de la tecnología para conocer la antigüedad del hombre y las características del medio en que vivía. La fotografía aérea ayuda a localizar posibles yacimientos de fósiles en antiguos cauces de ríos y en llanuras de inundación.
Para datar (fechar) los estratos con fósiles, se talla una porción de piedra, se la cubre con cristal, y se la analiza en laboratorio mediante fusión por láser. Con este método se libera el gas argón; la cantidad de argón revela la antigüedad de la piedra y de los fósiles hallados cerca, con menos de uno por ciento de error de cálculo. El análisis del polen y del polvo depositados en el lecho marino cercano a la costa permite a los científicos conocer la vegetación y con ellas lluvias, temperatura y cambios climáticos de hace millones de años.
Los australopitecos fueron abandonando la vida arborícola (que vive en lo árboles) de sus antecesores (aunque todavía se refugiaban del peligro en los árboles) porque el caminar erguidos pudieron sobrevivir en distintos paisajes. La reconstrucción de su columna, y sus pisadas conservadas en ceniza volcánica desde hace tres millones de años, nos muestran grandes similitudes con los seres humanos, aunque los brazos fueran largos y las piernas cortas como las de los chimpancés. Con las manos libres, podían recolectar frutos silvestres, y practicar caza menor, por lo que desarrollaron una alimentación omnívora (que se alimenta tanto de vegetales como de animales). Tenían una capacidad intelectual que la diferenciaba de otros seres vivientes; vivían en grupos y habían creado un código de comunicación. Se defendían y atacaban con piedras, palos y huesos, y su forma de vida no era muy diferente de la de otros primates, porque en ese momento (entre cinco y tres millones de años) el continente africano estaba en su mayor parte cubierto de bosques (lluvioso y de transición).
Más tarde, África se enfrió y se secó, por lo que se redujeron los bosques de zonas lluviosas y fueron reemplazados en gran medida por extensas sabanas. En ese ambiente apareció el género humano, el homo, hace casi dos millones de años. La primera especie de hombre fue el homo habilis. Como su antecesor Australopiteco, era omnívoro y nómade, pero tenía una mayor capacidad craneana y sus restos están asociados a piedras talladas en una o ambas caras. Es decir desarrolló una industria lítica (piedra) sencilla, por medio de golpes, para obtener aristas cortantes o puntas. Los primeros restos se encontraron gracias a la gran acumulación de piedras en algunos lugares que evidenciaban no ser amontonamientos naturales; por eso se la denominó “cultura de guijarros”.
Los restos de homo erectus más antiguo pertenecen a África oriental y tienen 1,8 millones de años de antigüedad. Luego se fueron desplazando a Argelia, Marruecos y Sudáfrica; llegaron a Java (Indonesia, al sudeste asiático) y a China hace por lo menos un millón de años.
Es muy probable que haya coexistido –es decir, que hayan vivido al mismo tiempo- en distintos lugares, distintas especies de seres humanos.
Los homo sapiens neandertales surgieron hace unos 230.000 años y los primeros restos se encontraron en Neandertal (Alemania) a mediados del siglo XIX, por eso se le dio ese nombre. Pero también vivieron en otros lugares, entre España y Asia, desplazándose según lo hicieran las masas gigantescas de hielo de las glaciaciones. Los neandertales se extinguieron hace unos 30.000 años, pero ya habían surgido hacía tiempo los homo sapiens sapiens, que llegaron hace unos 40.000 años.
El Paleolítico
El Paleolítico abarca un extenso período desde que apareció el hombre en la Tierra hasta que aprendió a cultivar, hace unos doce mil años. En toda su primera etapa, el hombre vivía de la recolección de vegetales (frutos, raíces, tallos, hojas), de la caza y de la pesca, y a veces aprovechaba restos de animales muertos (es decir era carroñero). En un principio, atrapaba animales pequeños; luego fue aprendiendo a fabricar armas más eficaces y su caza fue especializada, pudiendo conseguir presas mayores. Como no producía alimento, se dice que su economía era parasitaria (por vivir de los demás, como los parásitos) e incluso en ocasiones depredadora (o sea que destruía más de lo que aprovechaba).
El hombre del paleolítico caminaba largas distancias en búsqueda de alimentos, y muchos grupos también fueron buenos navegantes. De este modo llegaron a Australia hace por lo menos 55.000 años (tuvieron que atravesar más de cien kilómetros de mar abierto) y a América hace como mínimo 25.000 (aunque hay grandes diferencias de datación en algunos restos por lo cual hay estudiosos que extienden la antigüedad a 60.000 o 70.000 años).
El clima global de la tierra se fue enfriando en los últimos cuatro millones de años hasta la actualidad. Sin embargo, el descenso de la temperatura no es lineal, sino que se han alternado épocas muy frías, en las cuales los glaciares avanzan –conocidas como glaciaciones- con períodos cálidos o interglaciaciones. La última glaciación comenzó hace un poco más de 40.000 años, y duró más de 30.000 años, ocupando los hielos todo el norte europeo: la mayor parte de gran Bretaña, Bélgica, Holanda, Alemania, Polonia, Rusia, y la totalidad de las naciones bálticas (Suecia, Noruega, Finlandia, etc.) Los hombres de Neandertal vivieron durante unos 200.000 años cerca de los glaciares, ellos también se trasladaban. Hace unos 40.000 años los hombres modernos –homo sapiens sapiens- ocuparon Europa, tras haber logrado fabricar mejores útiles y desarrollado su lengua y su arte. Unos 10.000 años después de la llegada de homo sapiens sapiens, los neandertales se extinguieron por razones que se desconocen.
Las bandas o clanes a las jefaturas en el Paleolítico
El hombre es un ser social, porque puede desarrollarse plenamente en sus capacidades cuando vive con otros seres humanos, recibiendo, creando y transmitiendo cultura.
Cuando sus recursos eran escasos, el hombre vivía en grupos pequeños (probablemente conjuntos de treinta a cien personas), nómades (sin vivienda permanente), llamados bandas.
A América, por ejemplo, llegaron bandas de cazadores de mamíferos de gran tamaño, como el mamut, hoy extinguido, que luego se alimentaron de otros animales, como los venados, osos y castores.
En el momento en que la base para la organización de los grupos fue la relación de parentesco, se formaron los clanes. Esto implicaba una evolución en la sociedad, porque los seres humanos debieron tomar conciencia de su relación como familia, y unirse en muchos casos en torno a un antepasado común. Las comunidades que practicaban la exogamia (la unión entre miembros en distintos grupos, clanes o aldeas) como modelo cultural de parentesco, tuvieron mayor posibilidad de supervivencia que las sociedades endogámicas (casamiento dentro de una misma unidad social).
Esos lazos familiares entre aldeas les daban un sentimiento de identidad frente a otros grupos alejados, cohesionándolos en la lucha por los territorios más aptos, y adoptando rituales religiosos propios. En efecto, la exogamia favorecía la alianza entre grupos, y las bandas coaligadas quedaron en mejores condiciones para enfrentar y eliminar a otros grupos que, por no practicar uniones entre diferentes tribus, no hallaban fácilmente aliados.
A medida que las bandas iban calzando un mayor número y su organización se hacía más compleja aparecieron nuevas formas de organización como las jefaturas. ¿Cómo se dio ese proceso? El desarrollo de la horticultura y, después, de la agricultura produjo un cambio en la mentalidad de los poseedores de tal “descubrimiento”. El ser humano ya no pertenece a la tierra (como las bandas nómades creían y creen) sino la tierra en la que se asientan de manera estable comienza a “pertenecer” (como posesión al ser humano). El territorio a cultivar pasa a concebirse como propio hay que defenderlo de presuntos invasores, ya que en él se ha invertido un trabajo costoso: prepara el terreno para la siembra, escardándolo, desbrozándolo, talando árboles, luego plantando las semillas, regando la tierra, esperando los frutos… Esta compleja labor debe ser organizada por alguien, un líder o jefe, que cohesiona las tareas, las organiza y dirige, y que, seguramente en el sistema de “grandes hombres”, predecesor de las jefaturas organizadas, trabajará igual que todos o, incluso, más duro. Pero con el tiempo este “Gran Hombre” redistribuidor justo, comienza a quedarse más y a guardar el excedente, y a abandonar al trabajo físico. Sus éxitos en su tarea organizadora avalan y le permiten quedar exento de ese esfuerzo. Paralelamente a esto, el grupo ha ido aumentando demográficamente. Crece la población, hace falta más producción y, para ella, más mano de obra.
A partir de aquí comienza a visualizarse cierta especialización, tanto en el ámbito de trabajo como en el del poder. El excedente que la agricultura permite obtener y, muy importante, almacenar, es otro factor de suma importancia en el camino hacia la formación de los Estados originarios.
La cultura del paleolítico
Hace aproximadamente un millón y medio de años el homo erectus había descubierto el uso del fuego, y tallaba piedras. Formaba probablemente campamentos al aire libre (aunque también hubo grupos que ocuparon cuevas), desplazándose en las distintas estaciones según su necesidad de recolección o de caza.
Las comunidades que vivían cerca de las playas, construían viviendas de ramas, ya que el mar les proporcionaba alimentación durante todo el año y no debían trasladarse. Se encontraron habitaciones (fechadas en medio millón de años) de forma ovalada, de unos ocho metros de longitud por cuatro de ancho, con un hogar en el centro en forma de hoyo en la arena y rodeado por piedras. Los despojos hallados en los “basureros” o lugares donde tiraban lo que no les servía, permite ver que se alimentaban de elefantes, rinocerontes, jabalíes, tortugas y pájaros.
Los hombres de Neanderthal vivieron en épocas muy frías, por lo que buscaron refugio en cavernas, cuyas entradas cubrían con muros de piedra; en las cuevas más grandes construyeron habitaciones separadas, que calentaban con fogatas, de las que quedaron restos. Las grutas más pequeñas eran usadas sólo durante la noche, en cambio las más importantes construían viviendas permanentes durante todo el invierno. Esto se sabe por los restos: huesos de animales que les sirvieron de alimentación, o indicios de tallado de piedras. Con el sílex, piedra muy dura y muy difícil de trabajar, que desprendían en forma de hojas o trozos filosos (denominadas lascas), hicieron hachas de mano, puntas de lanza e instrumentos para cortar, despedazar y raspar. Los neandertales no tenían armas de distancia, por lo que salían a cazar animales grandes en grupo, rodeando a la presa, conociendo previamente sus costumbres y aprovechando su conocimiento del relieve. Es decir que eran seres sociales, que tenían un lenguaje con el que se comunicaban, aunque no fuera tan elaborado como el actual.
De esta época datan las primeras sepulturas, que al estar acompañadas por utensilios de su vida cotidiana, demuestran que estos seres humanos estaban desarrollando ideas o creencias sobre la vida más allá de la muerte. Los enterramientos, como toda la cultura humana, fueron evolucionando hacia formas más complejas: los muertos fueron acompañados por flores, por adornos personales y por estatuillas y grabados.
El arte paleolítico se conoce gracias a las pinturas rupestres (perteneciente o relativo a las rocas), de uno, dos o varios colores y grabados en las paredes de cavernas (arte parietal) o en elementos de piedra.
Las cuevas pintadas más famosas son las europeas, como las de Altamira en España y las de Lascaux, Cap-Blanc y Rouffignac en Francia, pero también se localizó arte rupestre de este período cultural en Asia, África, América y Australia. Además fueron encontrados grabados en caracoles, cantos rodados, huesos, astas (cornamentas) de renos y otros animales, estatuillas modeladas en cerámica y esculturas talladas en hueso, marfil, asta y piedra (arte mobiliar).
Estas obras de arte –algunas muy refinadas, de líneas estilizadas- demuestran la habilidad, el conocimiento técnico y el sentido estético de los hombres del Paleolítico, así como la necesidad de expresión de un pensamiento profundo o de una espiritualidad compleja. El sentido de las mismas sólo se puede deducir, sin tener certezas: es probable que las escenas de caza de las cuevas, o la representación de animales heridos, atacando o huyendo, tenga que ver con ritos propiciatorios (es decir, que favorezcan la caza); que las estatuillas femeninas (llamadas “Venus” por los arqueólogos) con busto y abdomen prominente estén relacionadas con ritos de fecundidad o con “diosas-madres”, pero tal vez sean la exteriorización de un sentimiento artístico que el hombre tuvo desde sus épocas más antiguas.
¿Qué sucedía en esta época en América?
Hemos dicho que el homo sapiens sapiens surgió en África, y desde allí se difundió a todos los continentes, llegando los primeros grupos a América hace por lo menos 25.000 años. Se calcula esto por la antigüedad de los restos hallados, y porque se seduce que muchas bandas de cazadores llegaron durante la última glaciación (que comenzó hace 70.000 años y se extendió hasta aproximadamente 20.000 años). En esa época, debido al congelamiento de grandes masas de agua, el nivel del mar descendió entre 45 y 50 metros, por lo que quedaron unidos Asia y América en la zona donde actualmente se encuentra el Estrecho de Bering, que tiene unos 90 kilómetros de longitud. El clima por la corriente marina cálida de Kuro-shyo que circulaba cerca; al no encontrarse con la corriente oceánica ártica por el descenso de las aguas, la zona tenía vegetación con árboles a lo largo de arroyos y lagunas. Esto permitió el tránsito de animales en busca de alimentos, y de seres humanos que los perseguían con el mismo fin. De este modo, América se fue poblando de norte a sur en distintas oleadas, llegando al actual territorio argentino hace unos 12.000 años.
Teorías del poblamiento de América
Para explicar el origen del hombre americano, hubo muchas teorías. Algunas, que afirmaban que el hombre había surgido en América (origen autóctono) ya fueron totalmente desechadas, porque partieron de errores de datación de los restos hallados. Por eso actualmente se sostiene que los hombres que poblaron América vinieron de otros continentes. Un conocido antropólogo checoslovaco (Alex Hrdlicka, 1869-1943) sostenía que todos los habitantes fueron grupos mongoloides asiáticos que cruzaron por el Estrecho de Bering hace unos 25.000 años en distintas oleadas. Pero otros antropólogos advirtieron la variedad étnica y cultural de los grupos que poblaron nuestro continente: no sólo vinieron bandas de mongoles y esquimales por el norte, sino que también llegaron comunidades de Indonesia, Malasia, Melanesia, Polinesia y Australia a través del Océano Pacífico, e incluso de Tasmania y Nueva Zelanda. Es probable que los indios canoeros de las islas de los canales fueguinos (sur de Tierra del Fuego e islas aledañas) hayan venido navegando con sus canoas entre los archipiélagos del Pacífico Sur y el rosario de las islas que acercan Antártida y Tierra del Fuego en una época climática más benigna; probar lo contrario (es decir, que canoeros cruzaron caminando desde el norte de América del Norte hasta los canales fueguinos y allí se adaptaron su cultura a un clima tan complicado como el del sur de Tierra del Fuego) es muy difícil.
Una evidencia de los desplazamientos de diferentes grupos humanos en distintos sentidos don las distintas contexturas físicas de los hombres que habitan América (todos homo sapiens sapiens, por supuesto). Como ejemplo de diversidad, podemos ver las diferencias de altura en el actual territorio argentino: algunas son personas muy altas, descendientes de tehuelches del sur (hombres que medían 1,80 metros, muy raro hace 600 años), otras son bastante altas como los charrúas (litoral del Uruguay), altas como los guaykurúes (región del Chaco), lule-vilelas (Tucumán), comechingones (Córdoba), onas (sur de Patagonia), araucanos (norte de Patagonia); bajas como los guaraníes (zonas del río Paraná desde Brasil al Delta), atacamas y diaguitas (noroeste); muy bajas como los yámanas (canales) fueguinos y los caingang (litoral).
El continente americano no estuvo aislado, como muchos creen, hasta la llegada de los españoles, sino que fue objeto de contactos con los otros continentes a lo largo de la vida del hombre. Si bien los grupos que llegaron luego de las primeras corrientes del poblamiento no fueron numerosos, quedaron en ciertas culturas algunas influencias, y algunos restos arqueológicos serían inexplicables sin tener en cuenta el contacto con otros grupos.
Para demostrar la factibilidad de migraciones aisladas, algunos científicos más aventureros probaron fabricar embarcaciones con materiales que podrían haber sido usados hace cientos o incluso miles de años, y con ellas cruzaron los océanos. Es el caso de los viajes del antropólogo noruego Thor Heyerdahl: en 101 días se trasladó con la balsa Kon-Tiki (1947) desde Perú hasta la Polinesia, y con la barca egipcia papiro Ra II (1970) navegó desde Egipto hasta Barbados (en el Caribe) en 57 días. También los navegantes argentinos de Expedición Atlantis (1984) utilizaron un barco de madera balsa para recorrer desde las islas Canarias hasta Venezuela en 52 días.
Los cazadores recolectores en América y la transformación de su cultura
Como en otras partes del planeta, los primeros habitantes del continente americano eran cazadores elementales, buscadores de comida y recolectores que usaban artefactos de piedra tallada por percusión (como hachas de piedra trabajadas en una sola cara) e instrumentos de hueso. Alrededor de 20.000 años antes de Cristo existían en América grupos de cazadores especializados que fabricaban puntas de proyectil, raspadores y buriles; se ubicaron en las praderas y se mezclaron con grupos de recolectores que habían llegado antes que ellos. Inventaron un lanza dardos o atlatl, que dio muchísima potencia y efectividad al lanzamiento de las flechas. Tenían suficientes conocimientos de la caza como para proteger sus presas –es decir, no matar crías ni a hembras preñadas- y utilizar a fondo cada pieza obtenida: carne, cuero, huesos, cuernos o marfil se los tenía, y hasta las pezuñas, que usaron como sonajeros o instrumentos musicales.
Con el tiempo el clima fue haciéndose más moderado, y por lo tanto cambió la vegetación y la fauna. Los hombres también modificaron su cultura, y hacia el 8.000 a. C. muchos pulían la piedra y elaboraban puntas de proyectil con pedúnculo, lo que facilitó su enastado (colocación en un asta o palo para fabricar flechas o dardos). El tipo de punta de flecha “cola de pescado”, contrariamente a lo que pasó con otros elementos, por los restos hallados aparece primero en Sudamérica y luego se difunde en Norteamérica. Muy características de Sudamérica son las boleadoras, que podían ser de una, dos o tres bolas de piedra; las más antiguas encontradas tienen unos 5.000 años de antigüedad, y se concentraron en llanuras, pampa o puna, porque su uso es posible sólo en lugares abiertos.
Muchos cazadores y recolectores se establecieron en regiones cubiertas de montes. En la puna se instalaron grupos cazadores de guanaco (de carne fibrosa, que todavía vive en estado salvaje en Argentina y Chile, aunque allí lo están domesticando ahora), llama (carne tierna, similar a la de cordero), alpaca y vicuña. También había recolectores de semillas de tierras áridas, que se adaptaron muy bien a la dificultad del medio.
Los recolectores de moluscos y cazadores de fauna marina vivían en los litorales marítimos y fluviales, aprovechando también la caza y recolección de huevo de las aves acuáticas y los vegetales del lugar. Muchas veces fabricaron sus anzuelos con espinas de pescado y usaron conchas marinas como utensilios; otros pescaban con arpón, cuya punta tallaban en piedra. Este tipo de pesca era individual. En las costas peruanas, en cambio, entre los años 3.000 y 2.500 a. C., desarrollaron la pesca en forma colectiva, con redes tejidas con algodón. La organización para su sustento les permitió formar poblaciones numerosas y estables a lo largo de esa costa del Pacífico.
La revolución neolítica
El concepto revolución expresa una transformación profunda en una sociedad determinada, que beneficia o afecta con sus innovaciones a grandes sectores de la población. Las revoluciones pueden ser políticas, sociales, económicas, culturales, tecnológicas… o confluir varios aspectos al mismo tiempo.
En el punto de “Periodizaciones” habíamos visto que en el período Neolítico los seres humanos aprendieron a pulir la piedra y a trabajarla más refinadamente. Pero éste es sólo el aspecto más visible dentro de la investigación arqueológica de esa etapa. Hubo otros cambios muy paulatinos y muy importantes que modificaron la forma de vida de la humanidad, como los siguientes:
• Los seres humanos pasaron a ser productores de sus propios alimentos; la depredación (es decir, la caza, la pesca o la recolección de frutos y vegetales silvestres) permaneció sólo como complemento no esencial para su subsistencia.
• Gracias a la obtención de comestibles sin tener que trasladarse, dejaron de ser nómades (es decir, sin vivienda fija) y pasaron a ser sedentarios, construyendo viviendas estables, juntas, para protegerse, primero en caseríos y luego en ciudades.
• Empezaron a cultivar más de lo necesario para alimentarse, a fin de guardar para años de magras cosechas, o para alimentar a los desvalidos, por lo que se produjo un excedente económico que permitió tener cierto tiempo libre.
• Aprovechando la tranquilidad de tener el sustento asegurado, los hombres pudieron inventar cosas que les permitieron vivir confortablemente. Pero para vivir en ciudades se hizo necesaria cierta organización, y entre los habitantes se destacaron líderes que se dedicaron a dirigir y a pensar, empezando a valorar más esta actividad que el trabajo puramente manual.
• Así surgieron tanto la división del trabajo como las clases sociales, de acuerdo con la tarea que debía realizar cada grupo de la sociedad. El hecho que hubiera una clase social dedicada a pensar, administrar, contabilizar (constituida por religiosos, científicos, legisladores, jueces, etc.) permitió a la comunidad organizarse políticamente.
• Y cuando una sociedad tiene organización política, económica y social suficiente como para vivir en ciudades, estamos hablando de una civilización. La palabra “civilización” proviene del latín civitas que significa “ciudad” y, de un modo global, se refiere a la totalidad de las características culturales que esa sociedad tiene: idioma, religión, arte, arquitectura, literatura, organización económica, social y política, costumbres, etc.
Cuando hablamos de revolución neolítica nos referimos a estas profundas transformaciones que hicieron que los primitivos grupos humanos nómadas dieran lugar a las primeras civilización.
El comienzo de la agricultura
La producción de alimentos pudo comenzar cuando los seres humanos observaron el ciclo de vida de vegetales y animales, y los fueron domesticando. Hablamos de domesticación cuando las especies son modificadas mediante el cuidado del hombre: la selección de determinados tipos de vegetales para su cultivo hace que estas especies se vayan alternando genéticamente y finalmente, sólo crezcan si son plantadas por el hombre. Por ejemplo, en América el maíz no existía tal como lo conocemos actualmente, sino que sería una forma mutada de otra planta, el teosintle, que tiene granos pequeños y no es tan útil para el hombre. Hay trescientas variedades de maíz, lo que demuestra que fue cultivado durante muchísimos años por pueblos diferentes. Los contactos de los pueblos entre sí, permitieron intercambiar los cultivos y adoptar los que se adaptaban a su medio ambiente. Ése es el caso de la mandioca, la batata, el maní o la piña, que originalmente eran las zonas tropicales húmedas de América, pero se adaptaron a las condiciones semiáridas de otras regiones; del mismo modo, los cultivos que comenzaron en zonas semiáridas, como el algodón, penetraron en la selva de las tierras bajas.
Entre los testimonios que indican el comienzo de la agricultura están los instrumentos de molienda: los morteros (o “metales” en América) y las “manos” o piedras para moler el grano (que también servían para triturar carne seca, huesos y frutas disecadas). Sin embargo, estos testimonios indican la probabilidad de la agricultura: antes de comenzar el cultivo, se debió consumir muchos años una determinada planta en estado silvestre, como para que un pueblo notase la necesidad de su cultivo. Además, antes de llegar a la agricultura propiamente dicha, muchas sociedades practicaron el cuidado de los vegetales que les interesaban: sin plantarlos, les quitaban las malezas que los rodeaban para que se desarrollen mejor y tengan frutos más grandes. Asimismo, en algunos casos se comprobó que inundaban la zona donde crecían estas plantas –mediante el desvío de algún arroyo o cavando canales-; es decir que practicaron formas de riego que luego siguieron utilizando.
La agricultura se desarrolló en América primeramente en las regiones andina, centroamericana, mexicana, algunas zonas bajas tropicales y en el Este de Norteamérica, surgiendo según los lugares hace 8.500 años, y en otros hace unos 3.500 años. Hubo pueblos que no cultivaron sino que simplemente recolectaban. Los instrumentos para la agricultura americana eran el bastón plantador, la azada (hecha con piedra labrada, o con omóplato de bisonte tallado, o de madera dura), y combinaciones de ambas. Las civilizaciones peruanas inventaron el chaquitajlla, que era una especie de arado-pala con la que se hacía un hueco para depositar las semilla; el rendimiento era muy superior a otras formas de siembra aunque requería mayor cantidad de mano de obra. El progreso de la agricultura se dio a lo largo de cientos de años, en las variedades de especies vegetales cultivadas, en el perfeccionamiento de la preparación del suelo, en el uso de abonos, en las técnicas de riego; en cambio, los instrumentos de labranza americanos siguieron siendo prácticamente los mismos a través de los siglos.
La ganadería
Hace unos 10.000 años ya existían comunidades que domesticaban animales. ¿Cómo saben los arqueólogos que los restos de animales encontrados pertenecían a animales salvajes o a domesticados? Porque, al igual que los vegetales, también los animales se fueron modificando genéticamente. Si no se hallan restos (como el caso de las abejas), se puede deducir porque se encontraron sus representaciones en estatuillas o pinturas.
Estos primeros pastores comenzaron a domesticar animales más fáciles de controlar, de hábitos gregarios (es decir, que viven en grupos y siguen a un líder) como las ovejas y cabras, cuya cercanía no representara un peligro para el hombre. Probablemente fueran matando a los ejemplares más belicosos, por lo que sus cornamentas se modificaron, e incluso las ovejas hembras tuvieron la tendencia a perder los cuernos.
Los primeros animales domesticados fueron la oveja (8.500 a. C., en Irak), el perro (8.400 a. C. en EE.UU.), la cabra (7.500 a.C., en Irán), el cerdo (7.000 a.C. en Turquía), el buey y la vaca (6.500 a.C. en Grecia y Turquía), el cobayo (6.000 a. C. , en Perú), el gusano de seda (3.500 a. C. en China), la llama (3.500 a. C. en Perú), el asno y abejas (3.000 a. C. en Egipto), el camello y el caballo (3.000 a. C. en el sur de Rusia y Ucrania), el dromedario (3.000 a. C., en Arabia Saudita), el pato (2.500 a. C. en el Cercano Oriente), las gallinas (2.000 a. C. en India y Pakistán), el gato (1.600 a.C. en Egipto).
DE LA ALDEA PRIMITIVA A LA CIUDAD ANTIGUA
Las primeras aldeas
Tanto los grupos nómadas como los sedentarios construyeron viviendas para descansar y/o refugiarse en ellas, y las hicieron agrupadas para poder protegerse mutuamente: así nacieron las aldeas. Los restos de chozas más antiguas nos muestran que eran circulares, pequeñas y fáciles de armar con palos entretejidos. Probablemente el hecho de establecer las comunidades en un lugar fijo, indujo a sus habitantes a hacer habitaciones más cómodas, más grandes y que tuvieran posibilidad de ampliar agregando cuartos: de este modo surgieron las casas rectangulares, de barro, con techos planos que podían ser usados como terrazas. Para proteger a la población y a sus animales domésticos, muchos poblados se rodeaban con murallas o empalizadas.
Por supuesto que los materiales de construcción dependían del medio geográfico: se edificaron cabañas de madera o de piedra, o chozas sobre pilotes de madera en zonas inundables (llamadas palafitos).
Transformaciones económico-sociales
Mientras se vivía al día, la vida era comunitaria, compartiendo las cabañas y la comida; las relaciones entre los miembros de la comunidad eran bastante igualitarias. Pero con los excedentes producidos gracias a la agricultura y la ganadería, y las viviendas o habitaciones por familia, se empezó a distinguir la propiedad privada de productos elaborados por cada grupo u obtenidos gracias al trueque o intercambio con otros artesanos. En estas aldeas había división de tareas, y se fabricaban potes y cacharros de cerámica, de mimbre, tejidos, abrigos con pieles, utensilios tallados en madera, hueso, marfil, piedra, etc. Pero más allá de las necesidades individuales o familiares surgieron necesidades comunales (murallas, puentes, canales para riego, graneros, defensa del territorio frente a otros grupos) que requerían organización para poder llevarlas a cabo. Los que se hicieron cargo de esa dirección (ya sea por su capacidad de liderazgo, conocimientos, habilidades, etc.) comenzaron a exigir privilegios (como no trabajar físicamente, ser servidor, recibir tributos de los trabajadores). De este modo se originaron clases dirigentes, cuyas características variaron según las particularidades de cada grupo: en algunas sociedades predominaron los sacerdotes, en otras los militares, los jueces o los grandes comerciantes. Para justificar sus prerrogativas se crearon mitos o historias fundacionales.
Conocimientos, técnica y tecnología
La revolución neolítica se produjo porque, gracias a la observación de la naturaleza, a la experimentación de los hombres y a la transmisión de sus conocimientos, las comunidades pudieron modificar su relación con el mundo natural. Al construir canales de riego, por ejemplo, ya no eran tan dependientes de las lluvias o las sequías para la cosecha de sus alimentos (aunque éstas influyan todavía en la producción mundial actual); las viviendas elevadas (palafitos) protegían a su familia, su descanso y sus bienes frente a los crecientes de los ríos o lagos; las murallas que rodeaban los poblados los resguardaban a ellos y a sus animales domésticos de los peligros que entrañaban determinados animales o de los ataques de otros grupos humanos.
En el Neolítico, con la seguridad proporcionada por la producción de alimentos y el amparo de casas más firmes, el hombre pudo ir creando nuevas técnicas, como la aplicación de fuego a la cocción de la arcilla para producir objetos de cerámica, la invención de la palanca y la rueda.
La tecnología (conjunto de conocimientos propios de un oficio o arte industrial) de la cerámica fue evolucionando: los hombres fueron discriminando entre distintos tipos de barro (más o menos porosos) y descubrieron que cuanto mayor era la temperatura a que eran sometidas las piezas de cerámica, mayor era su dureza y su resistencia. De este modo empezaron a observar que había minerales que se fundían con el calor, y aplicaron estos conocimientos para esmaltar sus vasijas. Paulatinamente fue surgiendo así la metalurgia: arte de extraer, purificar y trabajar los metales.
El cobre fue el primer metal trabajado, por ser más fácilmente maleable (es decir, que puede extenderse en láminas o planchas). Luego descubrió que éste aumentaba su dureza mezclándolo con estaño, y así surgió el bronce. Posteriormente aprendió a elaborar elementos con hierro, más resistente aun, por lo que los pueblos que lo trabajaron aplicándolo a armamentos tuvieron ventajas militares sobre otros, y pudieron someterlos aunque sus conocimientos en otras materias fueran inferiores
Con respecto a las lenguas de los pueblos que habitaron la región mediterránea, Europa, África del Norte, Cercano y Medio Oriente, la mayoría deriva de dos familias lingüísticas: la indoeuropea y la semita. El núcleo originario del indoeuropeo estuvo en el sur de Rusia, y la fase de dispersión se dio durante el Neolítico, debido a las invasiones a distintos territorios, al contacto comercial, y a las migraciones de distintos grupos. Los idiomas de raíz semita provienen de la región de Arabia, y son también muy antiguos. Tuvieron gran difusión con la expansión del Imperio Islámico entre los siglos VII y XIII.
FUENTE: “HISTORIA I” de Eggers-Brasss, Teresa y Derendinger, Federico. Págs. 19-44.
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