MERCANTILISMO Y ABSOLUTISMO EN FRANCIA
Es en Francia donde la pareja absolutismo-mercantilismo aparece con mayor claridad; corresponde a la alianza entre una burguesía todavía débil y un monarca cuyo absolutismo alcanzó la cúspide con Luis XIV; alianza frente a una nobleza todavía poderosa y, cuando es necesario, frente a los levantamientos de la miseria; fronda de la nobleza (1648-1653), que marcó profundamente al joven Luis XIV; guerras campesinas (en especial entre 1636 y 1639) y revueltas urbanas (frecuentes entre 1623 y 1652), que cuestionan al fisco real del modo más directo –los recaudadores de impuestos, o sus enviados eran a menudo muertos, despedazados, atravesados con clavos.
Pues, por una mala cosecha o una baja en los precios, las distintas tasas –impuestos, alquileres, rentas en metálico o en especies, derechos feudales supervivientes, diezmo eclesiástico- se hacen rápidamente insoportables para los campesinos; y en las ciudades, la miseria de los vagabundos, de los mendigos y de los parados se une al descontento de los asalariados: pues las corporaciones se cierran, los patrones exigen jornadas de doce a dieciséis horas y presionan para reducir el número de días no laborables. Se forman sindicatos ocultos; se intenta una resistencia de múltiples formas.
La burguesía francesa sigue fascinada por el Estado real y la nobleza. Finanzas, justicia y policía son los oficios para venderlos y tasarlos.
La política mercantilista
En 1624, el cardenal Richelieu es llamado a la administración; será jefe del Consejo hasta 1642, pactando con el Parlamento, rompiendo el orgullo de los grandes y sus complots, sometiendo a los protestantes, organizando el Estado –en una palabra, instaurando el absolutismo-. Paralelamente, alienta los conflictos que debilitan a los Habsburgo, comprometiendo a Francia cuando es necesario. Se preocupa por restaurar los medios de riqueza: la agricultura, las carreteras, los canales y los puertos, algunas producciones manufactureras y, particularmente, las compañías de comercio.
Tras Richelieu, se tomarán medidas proteccionistas, en especial, en 1644, la tarifa protectora sobre los textiles y, en 1659, la tasa de cincuenta sueldos por tonel en bejeles extranjeros.
Pero con toda evidencia es bajo Luis XIV y Colbert cuando triunfa el matrimonio del absolutismo y el mercantilismo, la alianza del Rey Sol y de la burguesía. Para la nobleza, ciertamente queda la Corte. Pero la burguesía accede cada vez más a las responsabilidades del Estado. El rey elige de entre la burguesía togada sus ministros, sus consejeros, sus intendentes: Le Tellier, Colbert, Louvois, Barbezieux; los ennoblece, los admite en la Corte, creando de hecho una nobleza togada. La vieja aristocracia lo desaprueba: “Fue un reinado de vil burguesía”, masculla Saint-Simon.
Bajo este reinado, con Colbert, para quien “las compañías de comercio son los ejércitos del rey y las manufacturas de Francia son sus reservas”, el mercantilismo alcanza en Francia su apogeo. Puesto que “no hay abundancia de dinero en un Estado que establezca diferencias entre su grandeza y su poderío” y que “sólo puede aumentarse el dinero del reino si al mismo tiempo se quita idéntica cantidad a los Estados vecinos”, Colbert ve la ventaja que supondría liberar el comercio exterior de Francia de la tutela holandesa.
Los mendigos, encerrados en los hospitales, deben aprender un oficio; los ociosos, las muchachas solteras, el personal de los conventos, pueden ser obligados a trabajar en las manufacturas; los niños deben ir al aprendizaje. Para los obreros, la misa al comienzo de la jornada, el silencio o los cánticos durante el trabajo; las multas, el látigo o el cepo en caso de falta; la jornada de doce a dieciséis horas; los bajos salarios; la amenaza de prisión en caso de rebeldía.
En un contexto general de depresión económica, frente a los poderosos capitalismos mercantiles holandés e inglés, por medio de la acción del Estado real se establecen, en Francia las bases a la vez sólidas y modestas de un capitalismo manufacturero y colonial. El Estado real, el Estado absoluto ha sostenido masivamente el esfuerzo de desarrollo de la producción manufacturera y del comercio mundial; bajo su protección se ha formado la burguesía francesa que, durante largo tiempo llevará su marca…
El mercantilismo cuestionado
Pero pronto surgen las críticas. Primero se reavivan los intereses en cuanto son lesionados: fabricantes perjudicados por las manufacturas, comerciantes de Nantes, Rouen y Marsella perjudicados por las compañías de comercio o por las represalias holandesas o inglesas. Así en la Memoria para servir a la historia de 1688, se lee:
“… El señor Colbert no advierte que deseando poner a los franceses en estado de poder dejar atrás a todos los demás pueblos, (les lleva) a pensar también en hacer lo mismo por su parte, pues cierto es que han tomado otro camino para ir a buscar en otra parte la mayoría de las cosas que adquirían en nuestra provincias. Puesto que una de las principales causas de la carestía de dinero que vemos en Francia, en medio de tal abundancia de trigos y vinos, procede de que los holandeses no vienen ya a buscarlos, como hacían antaño, porque nuestra conducta con ellos por lo que se refiere al comercio les hace ver con claridad que no queremos tomar nada a cambio (…).
De modo que tras haber soportado muchos enojosos inconvenientes, será preciso que regresemos por necesidad al mismo estado en que estábamos o no mantener ya relaciones con nadie, lo que es imposible…”Boisguilbert, observando a finales de siglo la miseria campesina y la caída de las rentas en el campo, cuestiona los impuestos, “la incertidumbre de la tala”, y las barreras aduaneras, “las ayudas y las aduanas de los pasos y salidas del reino”. En Le Factum de la France (1707), toma conciencia de la interdependencia de las actividades en un sistema mercantil generalizado:
“Hay que convenir al principio, cuáles de todas las profesiones, sean las que sean en una región, trabajan unas para las otras y se mantienen recíprocamente, no sólo para cubrir sus necesidades sino incluso para su propia existencia. Nadie compra el género de su vecino o el fruto de su trabajo más que con una condición de rigor, aunque tácita y no expresada, saber que el vendedor hará lo mismo con el del comprador, o inmediatamente, como sucede a veces, o tras la circulación por varias manos o profesiones interpuestas; lo que viene a ser lo mismo (…). La naturaleza, pues, la providencia, puede hacer observar esta justicia, mientras, una vez más, que nadie se mezcle en ellos; y así como los consigue. Establece primero una igual necesidad de vender y de comprar en toda clase de tráfico, de modo que el único deseo de provecho sea el alma de todos los mercados, tanto en el vendedor como en el comprador; y con la ayuda de este equilibrio o de esta balanza uno y otro se ven igualmente forzados a entrar en razón y a someterse a ella (…). La derogación de esta ley, que debiera ser sagrada, es la primera y principal causa de la miseria pública, puesto que la observación es más ignorada.”
En el Testamento político de M. de Vauban (1712), reclama la libertad de precios y la libertad de comercio exterior.
FUENTE: BEAUD, Michel. HISTORIA DEL CAPITALISMO. De 1500 a nuestros días.
martes, 17 de abril de 2012
domingo, 15 de abril de 2012
Material para 5º Humanístico
MERCANTILISMO
Pillaje colonial y riquezas del Príncipe (Siglo XVI)
Las actividades de comercio, banca y finanzas florecieron en las repúblicas italianas en los siglos XIII y XIV: luego en Holanda e Inglaterra. Con el invento de la imprenta, los progresos de la metalurgia, el empleo de la hulla blanca, la utilización de los carros en las minas, un claro progreso en la producción de los metales y los textiles marca la segunda mitad del siglo XV; entonces comienza a fabricarse y utilizarse los primeros cañones y otras armas de fuego; la mejora en la construcción de carabelas y en la técnicas de navegación permite la apertura de nuevas vías marítimas.
En el mismo movimiento y basándose también en la descomposición del orden feudal, grandes monarcas reúnen, conquistan, tejen gracias a los matrimonios, forjan en la guerra imperios y reinos.
La efervescencia por la reforma de la Iglesia desemboca en la Reforma, que se convierte en una máquina de guerra contra el papa. La moral de la Edad Media predicaba el justo precio y prohibía el préstamo a interés; pero tal moral está ya seriamente dañada cuando Calvino justifica el comercio y el préstamo con interés antes de “convertir el éxito comercial en un signo de elección divina”.
Monarcas ávidos de grandeza y riquezas, estados luchando por la supremacía, comerciantes y banqueros alentados a enriquecerse: ésas son las fuerzas que animarán al comercio, las conquistas y las guerras, sistematizarán el pillaje, organizarán el tráfico de esclavos, encerrarán a los vagabundos para forzarles al trabajo.
En la confluencia de esta doble dinámica se inscriben los que la historia occidental denomina “grandes descubrimientos”.
En 1503, llega de las Antillas el primer cargamento de metales preciosos; en 1519 comienza el pillaje del tesoro de los aztecas de México; en 1534, el de los Incas del Perú. Como observaba Cristóbal Colón, “el oro es la mejor cosa del mundo, puede incluso enviar almas al paraíso”.
La producción de caña, para azúcar, ron y melaza, el comercio de esclavos negros, el pillaje y extracción de metales preciosos de América constituyen, a lo largo de todo el siglo, importantes fuentes de riqueza para España. El rey devuelve sus enormes préstamos extranjeros (para aligerar la carga, reduce obligatoriamente, en 1557, los dos tercios de los intereses que debe), y financia sus guerras; él, como los aventureros, los nobles y los comerciantes enriquecidos, compra a los comerciantes de Italia, de Francia, de Holanda y de Inglaterra; por oleadas, la abundancia de metales preciosos se ensancha al tiempo que se atenúa.
Riquezas del Príncipe y paradojas de la moneda
Al mismo tiempo que los metales se hacen más abundantes, los precios suben. En Europa occidental, el precio medio del trigo, que había aumentado poco entre el comienzo y la mitad del siglo, se cuadruplica en la segunda mitad.
Frente al desorden de monedas y de precios, los monarcas promulgan sus edictos: el edicto de Villers-Cotterêts (1539) prohíbe en Francia las coaliciones obreras; las leyes sobre los pobres, en Inglaterra, prohíben el vagabundeo y la mendicidad desde finales del siglo XV, a lo que debe añadirse, en la segunda mitad del siglo XVI, la creación de los workhouses, casas de trabajos forzados. Los gobiernos intentan también detener el alza de los precios: en España, la corona fija los precios legales máximos, sin éxito.
El análisis de J. Bodin, jurista angevino, según el cual “la causa principal y casi única” de la subida de los precios era “la abundancia de oro y plata que, hoy, es mayor que en ningún otro momento durante los cuatro siglos precedentes (…). La causa principal de la elevación de los precios es siempre la abundancia de lo que sirve para medir el precio de las mercancías”.
Esta explicación tenía la enorme ventaja de corresponder a un aspecto más importante de la realidad, permitiendo también evitar encausar otras fuentes de inflación: el lujo de los reyes y de los grandes, el coste de las guerras, la carga del endeudamiento, que hacían necesarias las sucesivas “elevaciones”.
Maquiavelo había formulado esta idea, de un modo algo provocativo, a comienzos del siglo: “En un gobierno bien organizado, el Estado debe ser rico y los ciudadanos pobres”.
En un primer movimiento, los gobiernos toman las medidas que dictan sentido común: intentan impedir que el oro y la plata salgan del reino: en España, desde comienzos del Siglo XVI, la prohibición de exportar oro y plata se dicta bajo pena de muerte; en Francia, se prohíbe la salida de numerario desde 1506, y de nuevo en 1540, 1548, 1574; en Inglaterra, se hacen dos tentativas, en 1546 y 1576, para someter el negocio de las monedas, e incluso de las letras de cambio, al control de los agentes gubernamentales: sin éxito.
Los reyes de España, de Francia y de Inglaterra tomaron medidas en este sentido: primera creación de manufacturas, monopolios o privilegios para nuevas producciones, prohibiciones o tarifas contra la entrada de mercancías extranjeras, interdicción de exportar materias primas.
Así, las ideas dominantes en este período, en materia económica, se vinculan estrechamente a la preocupación del Príncipe: es preciso asegurar la riqueza del Príncipe, para sí, pero también para financiar las incesantes guerras. Las fórmulas son simples: impedir que salgan los metales preciosos prohibiendo su salida y limitando las importaciones de lo que no es necesario al Reino; una y otra conducen a alentar la producción nacional.
Con la afluencia de los metales preciosos de América y el desarrollo de las producciones, en Europa ha progresado el comercio: con el trabajo forzado en América (en especial para la producción de azúcar) y el descenso de los salarios reales ligado a la inflación europea, se ha desprendido un excedente suplementario; con el comienzo de las enclosures en Inglaterra se ha liberado cierta mano de obra: vagabundos, mendigos perseguidos, encarcelados y disponibles. Las burguesías mercantiles y bancarias se refuerzan. Tras Venencia y Florencia, Amberes, Londres, Lyon y París se desarrollan sobrepasando los cincuenta mil e, incluso, los cien mil habitantes.
Lo antiguo y lo nuevo
Hablando sólo de las formaciones sociales donde florecerá el capitalismo, lo antiguo sigue predominando: población esencialmente rural, producción principalmente agrícola, intercambios relativamente restringidos (gran parte de la población vive en régimen de autosubsistencia). La renta (en trabajo, en especie o en dinero) se toma de la gran masa campesina en provecho del clero, de la nobleza y del Estado Real: a través de sus gastos permite la acumulación de fortunas privadas a grandes negociantes y banqueros.
Las dos formas principales de acumulación son:
- Una acumulación estatal (manufacturas reales, carreteras reales, puertos…);
- Una acumulación burguesa (fortunas privadas, moneda, metales preciosos, bienes inmobiliarios).
Lo nuevo es el fabuloso pillaje de América que se analiza en dos flujos ligados:
- El pillaje de los tesoros encontrados (trabajo muerto acumulado en la extracción de metales preciosos y la fabricación de obras de arte);
- La nueva producción de valor (trabajo forzado y esclavitud) bien en las minas de oro y plata, bien en los cultivos (caña de azúcar, etc.).
Conquista, pillaje, exterminio: ésta es la realidad de donde brota la afluencia de metales preciosos hacia la Europa del siglo XVI.
En el siglo XVI se ponen en marcha y se desarrollan las condiciones para el desarrollo ulterior del capitalismo: burguesías bancarias y mercantiles que disponen a la vez de inmensas fortunas y redes bancarias y financieras; Estados nacionales que disponen de medios de conquista y dominio; una concepción del mundo que valora la riqueza y el enriquecimiento. Sólo en este sentido puede fecharse en el siglo XVI la era del capitalismo. Pero es precisa una visión moderna, iluminada por el conocimiento del desarrollo ulterior del capitalismo industrial para distinguir y denominar el “capitalismo mercantil” del siglo XVI que no es, todavía, más que el embrión de lo que más tarde podrá denominarse capitalismo.
FUENTE: BEAUD, Michel. Historia del Capitalismo. De 1500 a nuestros días.
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