miércoles, 13 de abril de 2011

Material para 4º Año



Liceo de Ismael Cortinas “Mercedes G. de Adami” Material de apoyo para 4º año.
Asignatura: Historia. Prof. Carlos Peña. Año: 2011

EL MUNDO EN DESARROLLO (décadas del 50 y 60)


Hombres, mercancías y ciencia

La prosperidad de los países occidentales, en especial el grupo capitalista europeo y los Estados Unidos, Canadá, etc., se consolidó bajo dos supuestos. En primer lugar, la afirmación del modelo de libre mercado y empresa, diseñado conforme a los principios capitalistas del beneficio como motor de la economía. Y en segundo término la extensión del consumo a la mayoría de la sociedad, a través del pleno empleo y la inundación de los mercados con productos de diversa índole y factura consumista.
El liderazgo americano se mantuvo incontestado a pesar de que el fenómeno de la integración europea pudo en el sueño de alguno inquietar su hegemonía.
El protagonismo social pasó a ser una disputa entre los anteriores beneficios y nuevas capas medias y de obreros cualificados, que pudieron acceder a una etapa de prosperidad limitada, favorecida por las concepciones del desarrollismo, para que la extensión y popularidad del consumo es cuestión vital. Símbolos del proceso lo constituyeron en esta década de los cincuenta y posteriores, el automóvil, la televisión, los electrodomésticos, el turismo.
La prosperidad económica pronto hizo olvidar las penurias y escaseces de épocas pretéritas asentándose en los pilares de un comercio internacional vivificado y disciplinado por el orden monetario de Bretton Woods. En términos generales los países pertenecientes a la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos), es decir casi todo el bloque no socialista, elevarían su producto económico nacional en un 42%, lo que representaba hasta entonces el período más sostenido de crecimiento económico registrado desde la revolución industrial.
Europa tenía población envejecida y demandaba mano de obra y además importaba su combustible de Medio Oriente con Suez. Este aspecto sería causas de futuras tensión en relación con esta región. También en esta década Japón llevaba a cabo su milagro de recuperación y China prosperaba a su modo y sobretodo en la producción agrícola.
Una de las consecuencias inmediatas de este proceso fue el reforzamiento de las corrientes migratorias que se dirigían a la ciudad, buscando un trabajo en las nuevas fábricas. Los años cincuenta se convirtieron entonces en los de la revolución urbana.
Durante los años de desarrollo, alrededor de nueve millones de personas de escasa o nula cualificación asumen los trabajos más penosos de la CEE. El impulso urbanístico, en cuya construcción trabajarán una mayoría de estos emigrantes, no se detendrá en períodos posteriores. La década de los cincuenta conoció, en el campo de la ciencia y la investigación técnica, un desarrollo muy favorable. Uno de los avances considerado entonces positivo fue el de la experimentación para la aplicación pacífica de los descubrimientos atómicos, que despertó la esperanza en un cercano mundo feliz repleto de posibilidades energéticas. Junto al comienzo de la era nuclear, los avances en la conquista del cosmos definieron el entusiasmo por el progreso investigador de la época, que luego recibió fuertes rechazos. A finales de los cincuenta los soviéticos realizaban con éxito sus primeras salidas al espacio y se ponían en marcha centrales nucleares en varias naciones del globo.
A su vez la Unión Soviética y los Estados Unidos aumentaban su poderío militar

La vida apresurada

La carrera industrialista, con diferente éxito y distintas fechas, según los lugares, homogeneizó el horizonte que habían señalado los primeros en tomar la salida: Gran Bretaña, Francia, Estados Unidos, Alemania… La experiencia adquirida en estas naciones y el poder económico que les había proporcionado el desarrollo del maquinismo y la industrialización, indujeron a todos los demás a imitarles como forma de recuperar el abismo existente en el reparto de la renta mundial.
La aplicación a la producción de técnicas racionales de abaratamiento condujo a una extensión del consumo, en el mundo desarrollado, que se ha constituido en protagonista de la vida cotidiana.
El maquinismo, en su afán de intensificar al máximo sus posibilidades industriales, ha llegado a modificar de forma notable los tipos de comportamiento laboral de la clase obrera, a la que ahora, aunque se le paga mejor, se le exige más cualificación y disciplina social.
Como contrapartida del consumo se ha creado en las nuevas generaciones de postguerra factores de desequilibrio emocional. La misma “racionalización” de métodos y tiempos que ha triunfado en las cadenas fabriles se ha transferido a la vida cotidiana. El coche, la prisa, el vértigo de la comunicación, devoran el tiempo siempre escaso del hombre moderno, que acaba por caer en esa variante de frustración mental (estrés o surmenage) en cualquiera de sus vertientes laboral, social o política.
Como respuesta a esto se forman grupos, especialmente de jóvenes, que critican al consumismo y esta nueva forma de vida: hippies, anarquistas blancos, estudiantes del 68.

Europa se integra

En enero de 1986, casi a punto de conmemorarse el treinta aniversario de la fundación de la CEE., ésta ampliaba el número de sus socios a doce con la integración formal de dos nuevos miembros: España y Portugal. El tiempo transcurrido desde aquel 25 de marzo de 1957, en que los seis (Bélgica, Holanda, Luxemburgo, Italia, Francia y Alemania) firmaban los Tratados de Roma que ponía en marcha de la institución, ha sido pródigo en pasos europeos, firmes para unos, vacilantes para otros, pero finalmente pasos encaminados a un objetivo, el de la plena unificación económica política de los Estados europeos.
Por un lado, existía la necesidad de integrar a Alemania en un conjunto homogéneo que impidiera un futuro deslizamiento hacia otro conflicto. Por otro, el deseo de acabar con los agresivos nacionalismos heredados del siglo XIX y a los que se veía como principal fuente de hostilidad entre los europeos. Finalmente, la exigencia de mantener un equilibrio y una potencialidad económica-política, frente a los colosos americano y ruso, mediante el aprovechamiento racional y en escala de los recursos del continente.
El primer organismo que se puede citar como embrión del MEC es la Organización Europea de Cooperación Económica (OECE), constituida en 1948 para encargarse de la formalización del Plan Marshall. Luego en 1948 se formó el Benelux (Bélgica, Holanda y Luxemburgo).
La Comunidad Europea del Carbón y del Acero (CECA) fue constituida con carácter sectorial por el Tratado de París de 1951, como un ambicioso proyecto que hiciera posible la evitación de conflictos en el área industrial franco-alemana y preparara el camino hacia objetivos ulteriores más importantes.
La CECA fue propuesta a todos los europeos del área Marshall, y aunque Gran Bretaña no aceptó participar, contaría con la adhesión de Italia y el Benelux que poco después habrían de firmar en Roma el acuerdo de Mercado Común.
El 25 de marzo de 1957 nace la Comunidad Económica Europea. Nacida dentro de un marco ideológico de unificación, pero todavía con ambiciones limitadas en una primera fase a la libre circulación de productos agrícolas e industriales y al establecimiento de un cerco arancelario común a frente de terceros. El tono discordante, en esta fase de la historia europea común, lo daría de nuevo Inglaterra que ya se había excusado de participar en la CECA. La negativa británica encubría la defensa de su propio mercado internacional (la Commonwealth) y la representación de los intereses estadounidenses en el continente, que podían verse afectados por el poderío supranacional conjunto de los europeos. A cambio, Gran Bretaña propuso un área de libre comercio más amplia, en la que sin duda la libra podría conservar mejor su hegemonía. De este modo se creaba, en 1959, la Asociación de Libre Comercio (EFTA, en sus siglas inglesas) de la que formaron parte los países ligados al comercio de la esterlina, Noruega, Islandia, Portugal, Suecia y Dinamarca, además de Austria, Suiza y la propia Gran Bretaña.

La década conservadora

El planteamiento de la guerra fría entre los bloques y el endurecimiento de las condiciones políticas en la Europa del Este tuvieron efectos de considerable importancia en la evolución de la vida política occidental y muy especialmente en las democracias europeas. El avance y popularidad de los programas de izquierda en Estados como Gran Bretaña, Francia o Italia, fueron frenados en seco por el retorno triunfal de las opciones conservadoras, que se pronunciaban con menos ambigüedad respecto a los problemas internacionales.
De modo general, el sistema político occidental trataría de salvar el período de inestabilidad de postguerra aplicando el mismo patrón que tan buenos resultados estaba dando al sistema capitalista en Estados Unidos. Se consolidaría una tendencia al dominio de los grandes partidos, que relegaba al resto de agrupaciones a la minoría parlamentaria y al mero testimonialismo. Esta estabilidad, en un marco de concurrencia política aceptado y consagrado en sendas constituciones bajo consenso, evitaba la presencia de conflictos políticos serios y ponía fuera de la ley cualquier iniciativa de subversión del modelo.
Aparece la apatía social hacia la política donde el ciudadano se desentiende de los temas políticos.
En el flanco sur europeo, dos dictaduras pragmáticas (franquismo y salazarismo), en España y Portugal supieron conjugar un peculiar sistema político, cada vez más integrado mediante un sistema de relaciones económicas y comerciales con el resto del mundo “libre”. Pero debido a la represión a la oposición política y sindical, España y Portugal no podían ser parte de la Unión Europea.

Francia y la nueva grandeza

La primera incursión del general De Gaulle en el gobierno de su país acabaría con su dimisión como jefe del ejecutivo en 1946, después de un período de grandes disensiones institucionales con los principales partidos de la coalición gubernamental. Tras su retirada el general fundó el RPF (Rassemblement du Peuple Français), una formación política con la que poder llevar a la práctica el ideario de una Francia recuperada en su protagonismo mundial, dirigida por un sistema presidencialista y marginado en el negativo sistema de multipartidos.
Francia se recupera económicamente entre 1946 y 1958. Sin embargo las dificultades políticas y las pretensiones colonialistas iban a provocar constantes desajustes de la vida pública e instituciones francesas.
Las costosas guerras coloniales terminarían por descomponer el favorable panorama económico anterior provocando altas tasa de inflación, carestía y desequilibrios monetarios, inducidos por el endeudamiento bélico.
En su segundo mandato, después de 1958, De Gaulle rechazo políticamente los programas extremos (derecha e izquierda) y el énfasis en el desarrollo nacional autónomo, derivó al gaullismo hacia una versión europea de los populismos sudamericanos, en la que no faltó su presidente-general, su acercamiento a la Unión Soviética o el poner los puntos sobre las íes en cuanto a defensa y seguridad europea. Con estos elementos, De Gaulle construyó un proyecto de integración nacional dirigido, de mantener especialmente, a las clases medias francesas en pleno período desarrollista.
Los franceses decepcionados con los movedizos gabinetes del período anterior agradecieron la gestión personalista y la atacaron entre 1958 y 1968. No obstante el aparente equilibrio proporcionado por la homogeneidad y el directivismo político gaullista quedaron en entredicho en Mayo, frente a la oleada de rechazo que el modelo social provocaba entre los jóvenes e intelectuales.

De Gaulle y el atlantismo

Nunca ha sido un secreto historiográfico el resentimiento personal del general De Gaulle hacia las decisiones aliadas sobre el destino de los demás tomadas en Yalta o Potsdam. La ausencia de Francia en estas reuniones y el escaso reconocimiento internacional que le prestaba Stalin o Roosvelt, hicieron mella en el orgullo nacional francés que el general encarnaba como nadie en su época la opinión francesa siempre desconfió de la formación en bloques que su nación podría ejercer en un atlantismo hegemonizado por Estados Unidos.
En 1959 De Gaulle decide retirar las unidades navales del mando mediterráneo de la OTAN.
La política exterior francesa se estirará hacia una zona de independencia y mayor neutralidad favorecida por los nuevos aires de deshielo.
La independencia gaullista llegaría hasta la formulación de abiertas críticas contra la política intervencionista de Estados Unidos en Extremo Oriente y Sudamérica.
De Gaulle también se tuteaba con la Unión Soviética. En febrero de 1960, Francia se iniciaba en el club atómico con su primera experiencia en el Sahara argelino, después de los cual durante la visita de Kennedy a París (1963) rehusaba participar en una fuerza atómica multilateral.
El coqueteo con el Este correspondía más a una actitud antiamericana que a un verdadero programa de intenciones de acercamiento ideológico, que además no impidió el alineamiento occidental de la decidido de Francia en las crisis de la década (Berlín o Cuba).

Japón occidental


Japón quedó en ruinas después de la guerra. La inutilización total de la red ferroviaria, los dos millones de viviendas destruidas o la paralización de las actividades industriales y comerciales, acompañaban a los más de dos millones de muertos y desaparecidos.
Entre 1945 y 1952 el país queda ocupado por fuerza militares de los Estados Unidos. Durante esos siete años y una vez que la profunda hostilidad de los americanos hacia los japoneses se hubo calmado bajo el impacto emocional de Hiroshima y Nagasaki, la tarea de desmontar las bases industriales, militares o ideológicas del archipiélago se pudo realizar sin oposición.

Del fascismo a la democracia

Los Estados Unidos aplicaron a Japón los mismos métodos que los aliados impusieron en la Alemania exnazi. El temor a un futuro rearme y militarización nipona aconsejó como tarea prioritaria el desmantelamiento material y jurídico de los “zaibatsu” (Grupo financiero japonés que está constituido por un gran número de empresas de todo tipo de sectores y actividades, tanto comerciales como industriales o bancarias: los zaibatsu surgieron a finales del s. XX y son enormemente poderosas), es decir los grandes truts. Al mismo tiempo que eran ilegalizadas grandes empresas, y condenados los anteriores propietarios responsables de la aventura imperial, se procedía a una meticulosa campaña de democratización del pueblo de las instituciones.
La legislación industrial y laboral fue cambiada para asemejarla a la norteamericana, de modo que sirviera también de cauce para el proceso de reconversión occidental. Las leyes “antitruts” o las sindicales, copiadas de las homónimas USA, acompañarán a una profunda intervención en el modelo y contenidos educativos de la población estudiantil. En 1947 se aprueba y aplica una nueva Constitución. Además el emperador Hiro Hito fue obligado a reconocer en público la falacia de su ascendencia divina.
La estructura política se orientó hacia el sistema parlamentario occidental, en el cual el emperador conservaría un mero papel honorífico sometido a los gobiernos y al pueblo.
En la Constitución de 1947 (art. 9) Japón renuncia a la posibilidad de una futura guerra y un futuro rearme.

La mayor potencia mundial


Estados Unidos pasó a ser hegemonía mundial. La ayuda financiera establecida, durante y después de la guerra, colocó a los Estados Unidos a la cabeza de los acreedores, aunque con escasas perspectivas de recuperación de sus préstamos. Pero la dependencia económica creó lazos indisolubles, y sobre la base del nuevo sistema monetario los norteamericanos desarrollaron espectacularmente su capacidad productiva y sus ventas en el exterior.
El potencial de Estados Unidos estaba en la industria y el sector terciario (servicios).
Bajo el general-presidente Eisenhower, desde que ganó las elecciones en 1952 hasta el término de su segundo mandato en 1960, las dos legislaturas que como máximo permite la Constitución de Estados Unidos, fueron sendos períodos de profundización en el sistema capitalista en la sociedad del consumo. Se da una política económica en desarrollo y con grandes inversiones privadas.
En lo cultural Estados Unidos invade al continente europeo. Se populariza la expresión “made in USA”. Las multinacionales yanquis del gusto y la moda se metían en las calles europeas.

El anticomunismo como programa

Lo que en el campo internacional se presentaba como decisión de oponerse por la fuerza al avance comunista, en el interior se caracterizó por la denuncia, control y marginación de los partidos del socialismo, sus organizaciones y elementos simpatizantes. El tono de la persecución adquirió un espectacular relieve al ser utilizado por los republicanos como arma política contra los demócratas en el poder, que fueron acusados de emplear en diversos ministerios a personas filosoviéticas, sospechosas de espiar a favor de la Unión Soviética.
El senador republicano Joseph McCarthy encabezaría lo que fue la “caza de brujas”. Persecución a patriotas como espías agudizada después de los años duros de la guerra fría y el triunfo de la revolución China.
La poca consistencia de la propaganda maccartista no fue obstáculo para su aceptación delirante por una sociedad educada en el peligro ruso. Al tomar el poder los republicanos la “caza de brujas” perdió fuerzas. Antes se había dado la ejecución del matrimonio Rosenberg, acusados de espionaje en 1953.

La sociedad racista


Las tendencias economicistas de postguerra permitieron el desenvolvimiento sin precedentes del individualismo y reafirmaron la particular filosofía social de lucha por la vida, propia del american way life: pero generaron también problemas de difícil resolución y contra lo que se terminarían alzando las clases desprotegidas.
Una prosperidad mal repartida y la negación legalizada de la discriminación racial fueron los detonantes del estallido negro en el segundo mandato de Eisenhower y, sobre todo, en los años de la administración Kennedy – Johnson.
Entre 1955 y finales de los sesenta, los disturbios raciales, las reivindicaciones sociales y el movimiento para el reconocimiento de los derechos civiles, dieron a conocer a la opinión internacional las diferencias y los odios internos del tejido social de la nación más rica del mundo. Desde entonces la proyección cultural y el misionerismo político americano empezarían a desprestigiarse en Occidente.
De 162 millones de habitantes, 16 eran negros. Los afroamericanos descendientes directos de los esclavos del siglo XIX, se veían obligados, dadas sus escasas posibilidades sociales, a aceptar las labores más penosas y peor pagadas. Nueve de cada diez negros eran obreros, y el resto sufría discriminación. Casi la mitad de la población negra habitaba, en los años de desarrollo, en guetos destinados en exclusiva a ella y a otros contingentes marginados.

El asiento de Rosa Parks


La resignación fatalista y el consuelo de una religiosidad extrema, mitigaban esta penosa situación, cuando mediados los cincuenta una serie de circunstancias confluyeron en la sociedad negra para provocar la puesta en marcha de un poderoso movimiento de reivindicación. La mayoría de los líderes que se colocaron al frente de éste: King, Abernathy, Malcom X, Carmichael, Jackson… habían sido educados en las ideas liberales y en las aspiraciones democráticas de las que Estados Unidos pretendían ser defensores universales. De este modo, el tradicional impulso liberador que defendía la clase política y que parecía afianzarse con el triunfo sobre la intolerancia y el racismo nazi, habría de ser un elemento con efecto de retorno en la sociedad americana.
En 1945 el Tribunal Supremo condenó la segregación racial en las escuelas y dictaminó su inconstitucionalidad. En los Estados Unidos del sur, que experimentaban un rebrote racista consagrado en sus leyes, desde los años veinte, el desagrado de la oposición blanca fue considerable.
Un día de diciembre de 1955, la pequeña ciudad de Montgomery (Alabama), con un censo de 80 mil blancos y 50 mil negros, pasaría a la historia al protagonizar una de sus habitantes, Rosa Parks, la negativa de ceder un asiento a un hombre blanco, en un autobús público. La detención de la joven negra provocaría la solidaridad inmediata de la población afroamericana, alentada por los pastores baptistas Martín Luther King y Ralph Abernathy. Las compañías de autobuses sureñas obtenían más del 70% de sus ganancias de los negros, pero en los coches los blancos tenían preferencia “legal” sobre los asientos.
La decisión de boicotear a los autobuses por un día se convirtió en una gigantesca protesta nacional, con repercusiones políticas y notoriedad internacional sin precedentes en la historia actual norteamericana. El boicot se alargo durante 381 días, y fue acompañado de marchas, movilizaciones, sentadas, concentraciones, etc., hasta que en 1956 el Tribunal Supremo se reafirmó en su doctrina decretando la inconstitucionalidad de las segregaciones practicadas en el sur.
Luther King, que obtuvo el premio Nobel de la Paz en 1964, pagaría con su propia vida el liderazgo asumido, cuando en 1968 caía asesinado por un fanático racista.
King obtuvo como logro destacado la garantía legal del derecho a voto de los negros, firmada por el presidente Johnson en 1965.

La breve primavera del presidente


A pesar de que su triunfo electoral fue uno de los más apurados de la larga historia sufragista americana, con sólo 120 mil votos de ventaja sobre su oponente Nixon, la tendencia que llevó a Kennedy a la Casa Blanca se había afianzado de modo firme en los últimos años de la administración republicana como consecuencia del deterioro de la política social de los conservadores. El crecimiento de la bolsa de marginación y pobreza, al desidia, cuando no acoso administrativo contra los presupuestos sociales, y el crecimiento del desempleo a finales de los cincuenta, procuró a Kennedy los votos de los negros, el apoyo sindical y el favor de los protagonistas de ambos lados.
La necesidad política de demostrar que en el país más rico de la tierra había oportunidad para todos, y que su modo de vida era preferible al que podía ofrecer el comunismo, formaron de este modo parte sustancial del programa electoral y del mensaje demócrata desde el primer momento de la conquista del poder por la “Nueva Frontera”.
Dentro de la campaña electoral fue decisivo el triunfo de Kennedy en el debate televisivo.

Una nueva frontera


Kennedy continuó con el esquema anticomunista. La era de las dos “K” (Kennedy – Kruschev) fue también la del comienzo del período de rearme nuclear, durante la que se crearon situaciones de auténtico peligro atómico desconocidas hasta entonces y muy pocas veces igualadas después. La rivalidad que enfrentaba a los dos colosos desde la última guerra, alcanzó el vértigo de la tensión y la escalada al competir en todos los campos posibles, desde el ideológico al armamentístico pasando por la disputa del espacio exterior.
La novedad del mandato de Kennedy consistía en abrir un portillo al acercamiento Este-Oeste, con mucho mayor énfasis que hasta entonces, pero iniciando al mismo tiempo una escalada armamentística también sin precedentes.
Antes de retirarse, Eisenhower había subrayado el nuevo signo que esta tomando una economía de guerra permanente. No obstante, de forma paradójica, serían los demócratas los que asumieron la responsabilidad histórica de acelerar y profundizar en este modelo de crecimiento en lugar de atajarlo. En los años sesenta la llamada “capacidad disuasoria” americana alcanzó una potencia varias veces superior a la que tenía durante el período de guerra fría. En 1967 más de 1000 cohetes intercontinentales y medio centenar de submarinos con carga nuclear habían puesto a los Estados Unidos a la cabeza de la capacidad atómica mundial, favoreciendo una sensación de seguridad e impunidad frente al hasta entonces temido poder soviético.
Esta convicción generalizada en las altas esferas, y garantizada por tan elevado arsenal, sería fundamental en el eje de la política exterior USA, encaminada al mantenimiento del status en las áreas de influencia resultantes de la Segunda Guerra Mundial. Por este motivo los avances comunistas en Asia o en América Latina constituyeron los principales puntos de conflicto, junto con el eterno problema berlinés, del horizonte de la época.


FUENTE

• GARCÍA DE CORTAZAR, Fernando. LORENZO ESPINOSA, José María. “Historia del Mundo Actual”. Ed. Alianza. Madrid. 1996